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viernes, 10 de enero de 2014

Jesús, con la fuerza del Espíritu, volvió a Galilea y se manifiesta su misión

1Jn. 4, 19-5, 4; Sal. 71; Lc. 4, 14-22
‘Jesús, con la fuerza del Espíritu, volvió a Galilea… enseñaba en las sinagogas y todos los alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entro en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura…’ Jesús se va dejando conducir por el Espíritu. Comienza a manifestarse su misión. Ahora en la sinagoga de Nazaret va a hablar una proclamación clara de lo que es su misión.
Los sábados en las sinagogas se leía la Ley y los Profetas. Era el alimento de la vida de los buenos judíos, de los creyentes. Se reunían para la oración y la alabanza, cantando salmos al Señor, pero escuchaban y estudiaban su Palabra, la Ley y los Profetas. Había unos encargados de moderar la celebración y de tenerlo todo preparado. Pero cualquiera podía levantarse para hacer la lectura del texto sagrado. A Jesús ya le precedía la fama que había ido adquiriendo porque ‘enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan, de manera que su fama se había extendido por toda la comarca’.
Es Jesús el que en esta ocasión se pone de pie en medio de la asamblea para hacer la lectura y al desenrollar el libro de los profetas surgió este texto de Isaías en que estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque El me ha ungido y me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres… para anunciar el año de gracia del Señor’.
No por muchas veces escuchadas estas palabras dejaban de ser sorprendentes. Se anunciaba el año de la gracia del Señor y ya estaba ahí. ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’, les dice. Llega la hora de la libertad y de la gracia; llega la buena noticia que alegrará el corazón de los pobres y de los que sufren. ‘Para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos…’
¿Cómo habían de entenderse aquellas palabras? ¿Qué aplicación y explicación tenían en aquel momento? Era algo nuevo lo que se estaba escuchando,  pero en el corazón de todos estaban esos deseos de libertad, aunque muchas veces fuera entendida solo desde un sentido político, por cuanto se sentían subyugados por el poder romano. Muchos movimientos en ese sentido surgían en medio del pueblo, y veremos que incluso más tarde entre el grupo de los que más cerca están de Jesús hay unos Celotes, pertenecientes o que habían pertenecido a estos movimientos de liberación.
¿Se iba a quedar reducida a eso la misión de Jesús? ¿Así se le podía encasillar? Fue tentación de entonces, como ha sido tentación de todos los tiempos. Y es cierto que Jesús viene para dar la libertad más profunda al corazón del hombre. El estilo nuevo de vivir que nos irá enseñando eso es lo que quiere lograr en lo más hondo de nosotros. La liberación que Jesús quiere realizar en nosotros es algo bien profundo, para transformar nuestro corazón.
Será un año de gracia, de indulgencia, de perdón. Pero esa gracia que nos trae el Señor lo que quiere es transformar nuestro corazón desde lo más hondo, para quitarnos todas las ataduras que nos puedan esclavizar, pero para que también en ese nuevo estilo de vivir que El nos enseña nunca ningún hombre se tenga que sentir oprimido por otro hombre, nunca ningún hombre se convierta en opresor de su hermano. Es la ley del amor que Jesús nos dejará.
Efectivamente ‘esta Escritura anunciada y proclamada se comienza a cumplir hoy’, como nos dice Jesús. Porque ahí está Jesús el que nos libera desde lo más hondo de nosotros mismos cuando quiere arrancar de nosotros las raíces del pecado. Es el perdón, la amnistía, la indulgencia que el viene a traernos, ‘el año de gracia del Señor’.

Que se nos abran nuestros ojos, que se acaben para siempre nuestras cegueras. Que sintamos esa verdadera libertad interior que Jesús quiere darnos. Que nos sintamos en verdad transformados por la fuerza de su Espíritu.

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