Jesús, con la fuerza del Espíritu, volvió a Galilea y se manifiesta su misión
1Jn. 4, 19-5, 4; Sal. 71; Lc. 4, 14-22
‘Jesús, con la fuerza
del Espíritu, volvió a Galilea… enseñaba en las sinagogas y todos los alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entro en la sinagoga y se puso en pie
para hacer la lectura…’
Jesús se va dejando conducir por el Espíritu. Comienza a manifestarse su
misión. Ahora en la sinagoga de Nazaret va a hablar una proclamación clara de
lo que es su misión.
Los sábados en las sinagogas se leía la Ley y los
Profetas. Era el alimento de la vida de los buenos judíos, de los creyentes. Se
reunían para la oración y la alabanza, cantando salmos al Señor, pero
escuchaban y estudiaban su Palabra, la Ley y los Profetas. Había unos encargados
de moderar la celebración y de tenerlo todo preparado. Pero cualquiera podía
levantarse para hacer la lectura del texto sagrado. A Jesús ya le precedía la
fama que había ido adquiriendo porque ‘enseñaba
en las sinagogas y todos lo alababan, de manera que su fama se había extendido
por toda la comarca’.
Es Jesús el que en esta ocasión se pone de pie en medio
de la asamblea para hacer la lectura y al desenrollar el libro de los profetas
surgió este texto de Isaías en que estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque El me ha ungido y me ha
enviado a dar la Buena Noticia a los pobres… para anunciar el año de gracia del
Señor’.
No por muchas veces escuchadas estas palabras dejaban
de ser sorprendentes. Se anunciaba el año de la gracia del Señor y ya estaba
ahí. ‘Hoy se cumple esta Escritura que
acabáis de oír’, les dice. Llega la hora de la libertad y de la gracia;
llega la buena noticia que alegrará el corazón de los pobres y de los que
sufren. ‘Para anunciar a los cautivos la
libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos…’
¿Cómo habían de entenderse aquellas palabras? ¿Qué
aplicación y explicación tenían en aquel momento? Era algo nuevo lo que se
estaba escuchando, pero en el corazón de
todos estaban esos deseos de libertad, aunque muchas veces fuera entendida solo
desde un sentido político, por cuanto se sentían subyugados por el poder
romano. Muchos movimientos en ese sentido surgían en medio del pueblo, y
veremos que incluso más tarde entre el grupo de los que más cerca están de
Jesús hay unos Celotes, pertenecientes o que habían pertenecido a estos
movimientos de liberación.
¿Se iba a quedar reducida a eso la misión de Jesús?
¿Así se le podía encasillar? Fue tentación de entonces, como ha sido tentación
de todos los tiempos. Y es cierto que Jesús viene para dar la libertad más
profunda al corazón del hombre. El estilo nuevo de vivir que nos irá enseñando
eso es lo que quiere lograr en lo más hondo de nosotros. La liberación que
Jesús quiere realizar en nosotros es algo bien profundo, para transformar
nuestro corazón.
Será un año de gracia, de indulgencia, de perdón. Pero
esa gracia que nos trae el Señor lo que quiere es transformar nuestro corazón
desde lo más hondo, para quitarnos todas las ataduras que nos puedan esclavizar,
pero para que también en ese nuevo estilo de vivir que El nos enseña nunca ningún
hombre se tenga que sentir oprimido por otro hombre, nunca ningún hombre se
convierta en opresor de su hermano. Es la ley del amor que Jesús nos dejará.
Efectivamente ‘esta
Escritura anunciada y proclamada se comienza a cumplir hoy’, como nos dice
Jesús. Porque ahí está Jesús el que nos libera desde lo más hondo de nosotros
mismos cuando quiere arrancar de nosotros las raíces del pecado. Es el perdón,
la amnistía, la indulgencia que el viene a traernos, ‘el año de gracia del Señor’.
Que se nos abran nuestros ojos, que se acaben para
siempre nuestras cegueras. Que sintamos esa verdadera libertad interior que
Jesús quiere darnos. Que nos sintamos en verdad transformados por la fuerza de
su Espíritu.
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