Yo os daré palabras y sabiduría… con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas
Dan. 5, 1-6.13-17.23-28; Sal.: Dan. 3, 62-67; Lc. 21, 12-19
El
Evangelio es un gozo y una alegría grande para quienes creemos en Jesús. Es
para nosotros Buena Nueva de salvación y quien se siente salvado tiene que
llenarse necesariamente de alegría. La Exhortación apostólica del Papa
Francisco publicada ayer precisamente comienza con estas palabras: ‘La alegría del Evangelio llena el corazón y la
vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él
son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento.
Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría’.
Mucho tendremos que
reflexionar sobre estas palabras del Papa y todo su mensaje.
Sin
embargo hemos de reconocer que para quienes no se abren a la fe no encontrarán
en el evangelio ninguna alegría ni ningún sentido para sus vidas. Es más,
podríamos decir como ya se nos expresa en el principio del evangelio de san
Juan que ofrecerán oposición a esa luz y alegría que en el Evangelio por la fe
nosotros encontramos. Es la vida que resplandece en las tinieblas pero las
tinieblas quisieron sofocar esa luz y esa vida. Era la luz verdadera que con su
venida ilumina a todo hombre, pero en el mundo estaba pero el mundo no la
reconoció, como nos dice el evangelio de
san Juan.
No
nos tienen que asustar, entonces, estas palabras de Jesús en el Evangelio que
hoy se nos ha proclamado. Quienes rechazan la luz pretenden imponer las
tinieblas; quienes rechazan a Cristo como la única verdad del hombre,
pretenderán imponer su mentira. Quienes no quieren escuchar la Palabra de vida
y salvación pretenderán acallarla haciendo frente a quien la proclama con el
testimonio de su vida y su fe y con el anuncio que de ella hará con sus
palabras.
Como hemos venido escuchando estos días en las
palabras de Jesús quiere prevenirnos para todo lo que nos podamos encontrar.
Nos prevenía en lo que escuchábamos ayer frente a las confusiones de todo tipo
que nos pudieran aparecer y nos previene hoy de las persecuciones que podamos
sufrir prometiéndonos la victoria final. Como
nos dirá en otro momento del Evangelio, ‘no temáis ni os acobardéis que yo he vencido al mundo’. Y su
muerte aparente derrota frente al poder del mal es auténtica victoria que dará
muerte a esa muerte y ese mal.
‘Así tendréis ocasión de dar
testimonio’, nos dice cuando nos habla de las
persecuciones que vamos a sufrir por causa de su nombre. Y habla de persecuciones
y de cárceles, de tribunales y de muerte, incluso de la incomprensión,
desprecio y condena de aquellos que más cerca están de nosotros como pueden ser
nuestras propias familias. Pero al final nos dirá: ‘con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’.
Pero
no nos deja solos. Su Espíritu estará con nosotros y nos dará fortaleza, e
incluso va a poner palabras en nuestros labios y fuerza en nuestro corazón para
hacer frente a todo eso. ‘No os
preocupéis de preparar vuestra defensa’,
nos dice; ‘Yo os daré palabras y
sabiduría a las que no podrán hacer frente ni contradecir ningún adversario
vuestro’.
Cuando
celebramos la fiesta de los mártires esto es lo que estamos contemplando. Estos
días hemos celebrado la fiesta de santa Catalina de Alejandría. Esta virgen y
mártir, que incluso se tiene como patrona de los filósofos, fue capaz de
enfrentarse a los filósofos y sabios que le oponía el emperador con palabras
llenas de sabiduría a las que no eran capaces de rebatir. Es lo que hoy Jesús
nos dice. Cuántas veces también, cuando nos dejamos conducir por el Espíritu
del Señor, surgen de nuestros labios y de nuestro corazón palabras y razones
para responder y hacer frente a quienes se oponen a nuestra fe y a nuestra
manera de vivir. Es el cumplimiento de esta palabra de Jesús que hoy hemos escuchado
en el Evangelio.
No
temamos que el Señor está con nosotros. Pero además hemos de recordar la
Bienaventuranza de Jesús. ‘Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo’. Y hoy nos ha dicho Jesús. ‘Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá;
con vuestra perseverancia salvaréis
vuestras almas’. ¿No es importante pasar lo que fuera con tal de poder
alcanzar la vida eterna, la gloria eterna en el cielo junto a Dios?
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