Con nuestra vida hemos de ser para los que nos rodean signos del Reino de Dios
Dan. 7, 2-14; Sal.: Dan. 3, 75-81; Lc. 21, 29-33
Se suele decir que de donde vemos que brota el humo
allí está el fuego. Hoy Jesús en el evangelio se hace pedagogo y nos habla de
señales que hemos de saber interpretar; igual, como nos dice, que si vemos que
la higuera o cualquier otro árbol comienzan a echar brotes es señal de que el
tiempo va cambiando, se va acercando la primavera. ¿Sabremos nosotros
interpretar las señales, los signos de los tiempos?
¿Por qué nos dice eso Jesús? No separemos estas
palabras que nos dice hoy de lo que hemos venido escuchando en estos días
porque tiene su continuidad literal en el texto del evangelio. Por eso nos dirá
ahora. ‘Pues cuando veáis que suceden
estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios’.
¿Qué comienzan a haber contradicciones y confusiones?
Es señal de que por alguna parte está brotando el Reino de Dios pero que entra
en contradicción con lo que está a su alrededor. ¿Qué hay tribunales en los que
hay que comparecer por el nombre de Jesús, cárceles y persecuciones? Es señal
de que el evangelio de Jesús se está manifestando hecho vida en esas personas
pero habrá alguien que no lo soporta y vendrá la oposición y la persecución. ¿Que
nos juzgan y nos critican por lo que queremos hacer? Ya habrá alguien que no lo
soporta porque quizá entra en contradicción con su vida, y eso es señal de que
estamos queriendo vivir según el estilo del Evangelio y de lo que nos enseña
Jesús. ‘Cuando sucedan estas cosas, sabed
que está cerca el Reino de Dios’, nos dice Jesús.
Como nos preguntábamos antes, ¿sabremos leer los signos
de los tiempos? Hay dos cosas, se me ocurre pensar. Tenemos que aprender a
descubrir cómo en nuestro entorno en muchas personas de buena voluntad unas y en
otras seriamente comprometidas se dan muchas señales de que el Reino de Dios se
está haciendo presente en nuestro mundo. Algunas veces parece que nos gusta más
ser profetas de calamidades y todo lo vemos mal, todo lo vemos negro, y nos
parece que vamos en pendiente hacia una hecatombe de lo religioso y de la
Iglesia. Escuchamos cosas en ese sentido muchas veces.
Es cierto que hay crisis y unos se alejan, otros han
perdido el sentido de lo religioso y de lo cristiano, pero también podemos,
tenemos que descubrir muchas personas muy comprometidas con el bien, trabajando
por los demás, viviendo con responsabilidad su vida, luchando por la justicia,
dándolo todo y desprendiéndose de lo que tienen para compartir con los demás.
Eso son señales de que queremos vivir los valores del Reino de Dios,
imperfectamente quizá muchas veces, pero no apaguemos el pequeño cabo humeante,
sino tratemos de hacer que brille con fuerza su luz y su calor, y desde aquí
hagamos posible que encontremos más a Dios para convertirlo de verdad en Señor
de nuestra vida.
Señales así podemos ver en nuestra sociedad y señales
así y muy hermosas podemos descubrir también en nuestra Iglesia. Y es el otro
punto en que quería fijarme. Dios es quien va conduciendo a su Iglesia y va
haciendo surgir en cada momento lo mejor para la Iglesia, lo mejor para que
vivamos con intensidad el Reino de Dios, lo mejor que nos pueda ayudar a dar
esa respuesta de fe con nuestra vida en medio de nuestro mundo.
Hay muchas señales de ese amor providente de Dios para
con su Iglesia que nos da lo que mejor necesitamos. El soplo del Espíritu se
nota en nuestra Iglesia insuflándole el aire fresco de su gracia cuando en este
momento nos ha dado al Papa Francisco que con su ardor y entusiasmo, con la
claridad de sus palabras y de sus gestos está queriendo despertarnos para que
vivamos con intensidad nuestra fe, con intensidad y con alegría. Humilde y
sencillo pero con mano firme y con palabra clara nos va iluminando, nos va
despertando, nos va haciendo caminar.
Veamos esas señales de que el Reino de Dios quiere
hacerse presente entre nosotros y de que todos tenemos que dar señales de ese
Reino de Dios frente al mundo que nos rodea. Ese tiene que ser también nuestro
compromiso, nuestra tarea, porque nuestra vida tiene que convertirse para los
que nos rodean en señales de ese Reino de Dios. Es lo que tenemos que
preguntarnos si en verdad lo somos. ¿Verán en nosotros esas señales? ¿Habrá
esas señales de humo en nuestra vida que indique que dentro hay un corazón
ardiendo por el Reino de Dios?
Que el Espíritu del Señor despierte nuestro corazón
adormilado. ‘Levantaos, alzad la cabeza,
se acerca vuestra liberación’, como hemos venido escuchando en estos días.
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