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martes, 26 de noviembre de 2013

Creyentes en Jesús que descifremos rectamente lo que son los designios de Dios

Dan. 2, 31-45; Sal.: Dan. 3, 57-61; Lc. 21, 5-11
No somos creyentes solamente porque reconozcamos, por así decirlo, de forma teórica o si queremos de forma intelectual la existencia de Dios, sino porque centramos nuestra vida en Dios de manera que nada de lo que vivimos sería ajeno a esa confesión de fe. En consecuencia el verdadero creyente va queriendo descubrir esa presencia de Dios en todo lo que vive y trata también en todo momento de descifrar, conocer, descubrir lo que son los designios de Dios en lo que es su vida, pero también en lo que es el mundo en el que vivimos.
Por eso, podemos afirmar que lo de ser creyente no es una cuestión que podamos considerar como algo privado y que solo vivamos allá en lo oculto de nuestra conciencia sino que manifestaré de forma pública mi condición de creyente y entonces la visión que desde esa condición de creyente tenga de la vida y de las cosas. Algunos, quizá porque les moleste la palabra que sobre la vida y la cosas podamos expresar como creyentes, pretenden acallar nuestra palabra y nuestro sentido y quieren algo así como encerrarnos en la sacristía, o sea, que no nos manifestemos públicamente. Quieren considerar la religión como asunto meramente privado. Y no podemos estar de acuerdo en eso.
Como decíamos vamos tratando de descubrir lo que son los designios de Dios para nosotros, lo que es el sentido de Dios en todo lo que vivimos. Algunas veces nos cuesta, no nos es fácil y si no hemos madurado bien nuestra fe podemos caer en perniciosas confusiones. Por eso es tan importante el que cultivemos bien nuestra fe, tratemos de ahondar dejándonos guiar por la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia en todo lo que concierne a nuestra fe; es lo que decimos también un crecer en nuestra espiritualidad, pero desde un sentido cristiano.
Y es importante esto último que estamos diciendo, desde un sentido cristiano, porque muchas pueden ser las confusiones que nos encontremos a nuestro alrededor. Nos encontramos con muchas manera de expresar los sentimientos religiosos naturales que llevamos dentro; pero también nos encontramos con muchas corrientes, por llamarlas de alguna manera, que nos llegan de acá o de allá que, utilizando incluso signos religiosos cristianos, están muy lejos del sentido cristiano de una religiosidad apoyada en el Espíritu de Jesús.
Muchas veces se apoyan en la credulidad de la gente que se impresiona por cualquier cosa, o gente con poca formación cristiana, o porque se ven amargados en medio de problemas y dificultades y les dan salidas, llamadas espirituales, con un sentido bien lejano de lo que nos enseña Jesús, haciéndoles ver cosas que no tienen una profunda religiosidad cristiana.
En el evangelio que hoy se nos ha proclamado Jesús quiere prevenirnos frente a todas esas cosas. Los discípulos, como hemos escuchado, estaban admirando la belleza del templo de Jerusalén que como hemos comentado en otras ocasiones eran realmente admirable. Jesús les dice que todo eso un día caerá, será destruido, no quedará piedra sobre piedra. No nos podemos quedar en la belleza externa de un templo, sino que tiene que llevarnos a Dios y es la grandeza y el amor de Dios el que profundamente tiene que cautivar nuestro corazón. Por eso les dice Jesús que aquello va a desaparecer un día, que tenemos que ir a algo más profundo para encontrarnos con Dios, para vivir a Dios.
Los discípulos preguntan cuando va a suceder eso, porque les parece que eso son señales de que el mundo se acaba. Jesús les previene que no, que tengan cuidado, que no se dejen confundir. Sucederán todas esas cosas, habrá guerras, catástrofes y calamidades de todo tipo, vendrán algunos calentándonos la cabeza con supuestas apariciones o cosas extraordinarias. Jesús les dice que no se dejen confundir. ‘Muchos vendrán usando mi nombre, diciendo: Yo soy, o bien el momento está cerca; no vayáis tras ellos’.
Creo que tenemos que escuchar esta Palabra de Jesús abriendo nuestro corazón a lo que en verdad quiere de nosotros. Como decíamos antes, tenemos que profundizar en nuestra fe, tenemos que ahondar más y más en el conocimiento de Jesús, tenemos que escuchar con una sincera apertura de nuestro corazón la Palabra de Dios, tenemos que empaparnos del Evangelio más y más.

Que en verdad tengamos hambre de Dios y vayamos a saciarnos de verdad en Jesús y en lo que El nos ha dejado como canales de su gracia, como son la oración, la Palabra de Dios y los Sacramentos.

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