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viernes, 18 de octubre de 2013

Qué hermosos los pies del mensajero que anuncia la paz y la misericordia

FIESTA DE SAN LUCAS, EVANGELISTA

2Tim. 4, 9-17; Sal. 144; Lc. 10, 1-9
‘¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria!’ Es la antífona con la que comienza la liturgia de la Eucaristía en esta fiesta del evangelista san Lucas. Así podemos decir del evangelista. Así contemplamos los pies de aquellos discípulos de los que nos habla el evangelio que fueron enviados por Jesús a anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, a llevar la paz. ‘Cuando entréis en una casa, decid primero: paz a esta casa… y decid: está cerca de vosotros el Reino de Dios’.
Celebramos en este día la fiesta del evangelista que no solo nos trasmitió el evangelio, llamado precisamente por su nombre, el evangelio de San Lucas, pero que nos trasmitió la historia de las primeras comunidades cristianas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Hemos escuchado por otra parte la referencia que hace san Pablo de la presencia de Lucas, ‘su querido médico’, a su lado, como lo había acompañado en gran parte del recorrido de sus viajes apostólicos, que luego nos trasmitiría.
Partiendo de lo que expresa la liturgia de la fiesta del evangelista en las antífonas o en los textos eucológicos (las oraciones) quería fijarme en algunos aspectos de lo que fue la trasmisión que El nos hace del Evangelio de Jesús.
‘San Lucas al darnos su evangelio nos anunció el sol que nace de lo alto, Cristo, nuestro Señor’, que nos propone la antífona del cántico del Benedictus en Laúdes. Es el anuncio que proféticamente hace Zacarías en ese cántico con el que bendice a Dios por el nacimiento de Juan. ‘Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’, que canta Zacarías. Juan viene como precursor a preparar los caminos; no es la luz, como se nos dirá en el evangelio de Juan, sino el testigo de la luz; es el que viene a anunciar la llegada del sol que nace de lo alto. Cristo será nuestra luz.
¿Qué nos manifiesta esa luz? ¿Cómo ilumina nuestra vida? Llenándonos de la misericordia de Dios. Es el otro aspecto a destacar en el evangelio de Lucas. ‘Dichoso evangelista san Lucas, que resplandece en toda la Iglesia por haber destacado en sus escritos la misericordia de Cristo’. Así dice la Antífona de las vísperas al cántico del Magnificat. Es una palabra que se repite tanto en el cántico de Zacarías como el cántico de María. ‘Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos… realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres y recordando su santa alianza’, dice por una parte. Pero luego cuando nos anuncia ese sol que nace de lo alto lo hace desde el mismo sentido. ‘Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto…’
Pero María también canta la misericordia de Dios.  ‘Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación’, nos dice María como motivo grande de la alegría que hay en su corazón. Su ahora se están cumpliendo las profecías cuando en sus entrañas lleva ya al Salvador del mundo es porque el Señor ‘auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre’. Todo es cantar la misericordia del Señor.
No podemos extendernos en recorrer las páginas de este evangelio de la misericordia del Señor con su pueblo, pero podríamos recordar por una parte el encuentro de Jesús con la mujer pecadora donde se derrama la misericordia del Señor sobre su corazón lleno de amor, y la parábola del hijo pródigo que más tendríamos que llamar la parábola del padre misericordioso.
Y finalmente otro aspecto a destacar que nos lo subraya la oración litúrgica. ‘Elegiste a san Lucas para que nos revelara, con su predicación y sus escritos, tu amor a los pobres…’ Es san Lucas el que nos trae el episodio de la sinagoga de Nazaret donde se lee aquel texto de Isaías que anuncia al que viene ungido por el Espíritu del Señor para anunciar la Buena Nueva, el Evangelio, a los pobres.
Pobres pastores de los alrededores de Belén serán los primeros en acoger la Buena Noticia del nacimiento de Jesús en el anuncio de los ángeles. Y a los pobres les veremos no pasar necesidad en la primera comunidad de Jerusalén, como nos narrará en los Hechos de los Apóstoles, porque todo lo ponían en común para que nadie pasara necesidad. Muchos más textos podríamos aducir del Evangelio o de los Hechos de los Apóstoles para que corrobore lo que expresamos en la oración de la Iglesia.
Pues que lo que expresamos para concluir la oración litúrgica del día se vea en verdad reflejado en nuestra vida como un fruto de la celebración que ahora estamos viviendo. ‘Concede a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación’. Nos sentimos enviados también a hacer ese anuncio de la misericordia del Señor que sentimos en nuestra vida y no solo hemos de hacerlo con nuestras palabras sino con el testimonio de una vida en comunión de verdadero amor con nuestros hermanos, en especial con los que nos rodean y con los pobres y los que sufren.
‘¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria!’, como expresábamos al principio de nuestra reflexión recogiendo el sentir de la liturgia.

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