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lunes, 14 de octubre de 2013

Aquí está la verdadera Sabiduría de Dios, Palabra viva de Dios que nos invita a convertirnos al Señor

Rm. 1, 1-7, Sal. 97; Lc. 11, 29-32
Hay de todo en la vida y nosotros no somos menos. Igual que hay gente valiente y decidida que no teme afrontar las cosas con decisión y tomar postura claramente por aquello que considera justo y bueno también nos encontramos con los indecisos, ya sea porque nunca tienen claras las cosas y siempre están buscando razones y motivos para aplazar una decisión, o ya porque quizá haya una cierta cobardía en su vida para mostrar claramente lo que son o lo que piensan, o ya sea porque en su malicia quieren como socavar lo bueno que hacen los demás.
Haciéndonos este comentario no podemos menos que recordar a los 522 mártires que hayan fueron inscritos en el numero de los beatos para recibir culto en la Iglesia que en momentos difíciles de persecución religiosa en el pasado siglo en España fueron capaces de dar su vida por la fe que profesaban en Jesús como nuestro único Salvador.
Pero también hemos de reconocer que no siempre tenemos la valentía de los mártires, aunque ese tendría que ser en verdad nuestro sentir y nuestro estilo de vivir, y estamos muy llenos de limitaciones, de debilidades, de dudas y nos cuesta ponernos totalmente del lado de Jesús con nuestras posturas en la vida y con nuestra manera de vivir.
Pero el evangelio que hoy escuchamos quiere hacernos recapacitar ante tantos que les cuesta hacer una opción clara por Jesús y siempre andan buscando disculpas, pidiendo pruebas para poner toda nuestra fe en Jesús o hasta viendo con no muy buenos ojos todo aquello que nos enseña o nos pide Jesús. Ya escuchábamos en pasados días como había quien atribuía las obras de Jesús al poder del espíritu del maligno, pero escuchábamos también cómo Jesús nos decía que no podíamos querer ir andando o nadando entre dos aguas, sino que nuestra decisión por El y su evangelio había que tomarla con toda radicalidad. ‘El que no está conmigo, está contra mi; el que no recoge conmigo, desparrama’, nos decía Jesús.
Es la queja, podíamos considerarla como amarga, que hoy escuchamos en labios de Jesús. ‘Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se les dará más signo que el signo de Jonás’. Ya escuchábamos en pasados días que el evangelista decía que ‘otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo’. Ya comentábamos la ceguera para no ver las señales que Jesús nos iba dando de quien era y las señales del Reinado de Dios que se expresaban en los milagros que iba realizando. Pero no todos eran capaces de verlo y aún seguían pidiendo signos.
Como nosotros cuando no queremos decidirnos de verdad, que vamos dando largas, buscando plazos, pidiendo pruebas, que nada nos satisface, pero no es porque realmente no veamos la verdad que se nos revela, sino porque quizá nos cuesta arrancarnos de muchos apegos que tenemos en nuestra vida y en nuestro corazón y de los que tendríamos que desprendernos si en verdad nos decidimos por Jesús y la vivencia de su Evangelio.
Como nos ha dicho hoy no se les dará más signo que el de Jonás. El signo de Jonás estaba en su propia vida en que él mismo se convirtió al Señor después de todos los acontecimientos que se fueron sucediendo, para aceptar y para cumplir lo que el Señor le pedía de invitar a la conversión a las gentes de Nínive. El haber sido devorado por el cetáceo que al poco tiempo lo vomitó vivo en la playa de nuevo, se convierte en un signo de la muerte y de la resurrección del Señor al tercer día de entre los muertos.
Pero el signo de Jonás está también en la conversión de los ninivitas ante la predicación de Jonás. Como les dice el Señor esa conversión de los ninivitas por la predicación de Jonás se convertirá en un signo de condena para aquella generación. Los ninivitas solamente tuvieron un profeta, aquella gente tenía a Jesús, verdadero Hijo de Dios hecho hombre en medio de ellos para traer la salvación.
Lo mismo dice de Salomón y la reina del Sur que vino desde lejos para escuchar la sabiduría de Salomón. ‘Y aquí hay uno que es más que Salomón’, les dice Jesús. ¿Cómo no escuchar al que es la verdadera Sabiduría de Dios, verdadera Palabra viva de Dios que se nos revela en Jesucristo encarnado para nuestra salvación?
¿Qué nos moverá a nosotros a convertir nuestro corazón al Señor? Cuánto hemos recibido de la Palabra de Dios que cada día se nos proclama; cuánto hemos recibido y podemos recibir de la presencia de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía en medio de nosotros que se convierte en nuestro alimento y nuestra vida. Y nosotros cerramos los ojos y no queremos creer, cerramos nuestro corazón y no queremos convertirnos al Señor. Y también seguimos pidiendo plazos, o queriéndolo dejar para otro momento, o pidiendo una prueba mas para creer en Jesús.

Despertemos nuestra fe y decidamos con valentía por seguir a Jesús y vivir su vida de santidad y de gracia. Que el ejemplo de nuestros mártires sea para nosotros estímulo y fortaleza.

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