Aquí está la verdadera Sabiduría de Dios, Palabra viva de Dios que nos invita a convertirnos al Señor
Rm. 1, 1-7, Sal. 97; Lc. 11, 29-32
Hay de todo en la vida y nosotros no somos menos. Igual
que hay gente valiente y decidida que no teme afrontar las cosas con decisión y
tomar postura claramente por aquello que considera justo y bueno también nos
encontramos con los indecisos, ya sea porque nunca tienen claras las cosas y
siempre están buscando razones y motivos para aplazar una decisión, o ya porque
quizá haya una cierta cobardía en su vida para mostrar claramente lo que son o
lo que piensan, o ya sea porque en su malicia quieren como socavar lo bueno que
hacen los demás.
Haciéndonos este comentario no podemos menos que
recordar a los 522 mártires que hayan fueron inscritos en el numero de los
beatos para recibir culto en la Iglesia que en momentos difíciles de persecución
religiosa en el pasado siglo en España fueron capaces de dar su vida por la fe
que profesaban en Jesús como nuestro único Salvador.
Pero también hemos de reconocer que no siempre tenemos
la valentía de los mártires, aunque ese tendría que ser en verdad nuestro
sentir y nuestro estilo de vivir, y estamos muy llenos de limitaciones, de
debilidades, de dudas y nos cuesta ponernos totalmente del lado de Jesús con
nuestras posturas en la vida y con nuestra manera de vivir.
Pero el evangelio que hoy escuchamos quiere hacernos
recapacitar ante tantos que les cuesta hacer una opción clara por Jesús y
siempre andan buscando disculpas, pidiendo pruebas para poner toda nuestra fe
en Jesús o hasta viendo con no muy buenos ojos todo aquello que nos enseña o
nos pide Jesús. Ya escuchábamos en pasados días como había quien atribuía las
obras de Jesús al poder del espíritu del maligno, pero escuchábamos también
cómo Jesús nos decía que no podíamos querer ir andando o nadando entre dos
aguas, sino que nuestra decisión por El y su evangelio había que tomarla con
toda radicalidad. ‘El que no está
conmigo, está contra mi; el que no recoge conmigo, desparrama’, nos decía
Jesús.
Es la queja, podíamos considerarla como amarga, que hoy
escuchamos en labios de Jesús. ‘Esta
generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se les dará más
signo que el signo de Jonás’. Ya escuchábamos en pasados días que el
evangelista decía que ‘otros, para
ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo’. Ya comentábamos la ceguera
para no ver las señales que Jesús nos iba dando de quien era y las señales del
Reinado de Dios que se expresaban en los milagros que iba realizando. Pero no
todos eran capaces de verlo y aún seguían pidiendo signos.
Como nosotros cuando no queremos decidirnos de verdad,
que vamos dando largas, buscando plazos, pidiendo pruebas, que nada nos
satisface, pero no es porque realmente no veamos la verdad que se nos revela,
sino porque quizá nos cuesta arrancarnos de muchos apegos que tenemos en
nuestra vida y en nuestro corazón y de los que tendríamos que desprendernos si
en verdad nos decidimos por Jesús y la vivencia de su Evangelio.
Como nos ha dicho hoy no se les dará más signo que el
de Jonás. El signo de Jonás estaba en su propia vida en que él mismo se
convirtió al Señor después de todos los acontecimientos que se fueron
sucediendo, para aceptar y para cumplir lo que el Señor le pedía de invitar a
la conversión a las gentes de Nínive. El haber sido devorado por el cetáceo que
al poco tiempo lo vomitó vivo en la playa de nuevo, se convierte en un signo de
la muerte y de la resurrección del Señor al tercer día de entre los muertos.
Pero el signo de Jonás está también en la conversión de
los ninivitas ante la predicación de Jonás. Como les dice el Señor esa
conversión de los ninivitas por la predicación de Jonás se convertirá en un
signo de condena para aquella generación. Los ninivitas solamente tuvieron un
profeta, aquella gente tenía a Jesús, verdadero Hijo de Dios hecho hombre en
medio de ellos para traer la salvación.
Lo mismo dice de Salomón y la reina del Sur que vino
desde lejos para escuchar la sabiduría de Salomón. ‘Y aquí hay uno que es más que Salomón’, les dice Jesús. ¿Cómo no
escuchar al que es la verdadera Sabiduría de Dios, verdadera Palabra viva de
Dios que se nos revela en Jesucristo encarnado para nuestra salvación?
¿Qué nos moverá a nosotros a convertir nuestro corazón
al Señor? Cuánto hemos recibido de la Palabra de Dios que cada día se nos
proclama; cuánto hemos recibido y podemos recibir de la presencia de Cristo en
el Sacramento de la Eucaristía en medio de nosotros que se convierte en nuestro
alimento y nuestra vida. Y nosotros cerramos los ojos y no queremos creer,
cerramos nuestro corazón y no queremos convertirnos al Señor. Y también
seguimos pidiendo plazos, o queriéndolo dejar para otro momento, o pidiendo una
prueba mas para creer en Jesús.
Despertemos nuestra fe y decidamos con valentía por
seguir a Jesús y vivir su vida de santidad y de gracia. Que el ejemplo de
nuestros mártires sea para nosotros estímulo y fortaleza.
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