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martes, 15 de octubre de 2013

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo

Santa Teresa de Jesús

Eclesiástico, 15, 1-6; Sal. 88; Mt. 11, 25-30
‘Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo’. Estas palabras tomadas de los salmos son con las que la liturgia ha querido comenzar a cantar al Señor en este día, en nuestra celebración de la Eucaristía.
Es el deseo de Dios, el ansia de Dios, como el sediento que busca el agua viva que calme su sed, como la cierva que busca las corrientes de agua donde apagar su sed. Es lo que realmente tendría que ser el camino de nuestra vida cristiana, si en verdad porque creemos en El, Dios lo es todo para nosotros. Así tendríamos que buscarlo y desearlo; con esos deseos tendríamos que abrir nuestro corazón a Dios para que en verdad el sea el centro de nuestra vida, y sacie plenamente los más altos y hermosos deseos de nuestro corazón.   
Esta antífona, tomada de los salmos como decíamos, refleja perfectamente el alma de santa Teresa de Jesús, a quien hoy estamos celebrando. Teresa de Jesús es esa alma sedienta de Dios que supo encontrar la fuente hasta llegar a disfrutar de Dios de una forma sublime en las alturas místicas en las que su alma se vio envuelta como ninguna. Se llenó de Dios y Dios le dio un alma grande y generosa para realizar una gran obra en la Iglesia con la reforma de la Orden del Carmelo, que le llevaría incluso a fundar numerosos monasterios a lo largo de toda la geografía peninsular. La andariega de Dios, porque era a Dios a quien ella estaba llevando a los demás cuando de tal manera ella se había llenado místicamente de Dios.
Fue largo el recorrido que tuvo que realizar, su camino interior, el camino del castillo interior como luego ella describiría en sus libros, pero le costó. Aunque de joven había entrado en el monasterio del Carmelo para vivir su consagración al Señor fueron grandes las turbulencias por las que tuvo que pasar su alma, llena de sequedades y momentos duros y difíciles en muchas ocasiones; pero en la medida en que fue despojándose de sí misma emprendió ese camino de perfección que llegó a recorrer para vivir ya solo para Dios y en el que la Iglesia nos la ofrece como modelo de camino de perfección, como expresábamos en la oración litúrgica de esta fiesta.
Hoy hemos escuchado en el evangelio cómo Jesús da gracias al Padre que se reveló y se manifestó a los pequeños y sencillos. Muchas veces hemos meditado este texto para aprender a tener nosotros esa alma humilde y sencilla que sea capaz de llenarse de Dios. Es lo que vivió santa Teresa de Jesús; como decíamos antes, cuando aprendió a despojarse de si misma, a pesar de que llevaba ya muchos años en la vida religiosa y dentro del monasterio de la Encarnación, fue cuando comenzó a tener esa sed del Dios vivo, aprendió a saborear la sabiduría de Dios y cuando ella en verdad se fue llenando de Dios recorriendo ese camino de ascesis primero, purificándose de todo lo que pudieran ser ataduras en su corazón, y luego subiendo poco a poco los peldaños que la llevarían a la altura de su misticismo en su profunda unión con Dios.
Nos gozamos nosotros en este día en que celebramos a santa Teresa de Jesús, Virgen y Doctora de la Iglesia. Nos gozamos y en su santidad nos sentimos estimulados para que se despierte en nosotros esa misma ansia de Dios, esa sed de Dios que le llevó a ella por esos caminos de unión con Dios. Contemplando el camino de santidad de santa Teresa un cristiano tendría que sentir en su corazón una santa envidia de cómo ella llegó a esa unión tan íntima y profunda con Dios. Como ya hemos dicho recordando lo que pedíamos en la oración litúrgica, Dios quiso suscitar por inspiración del Espíritu Santo esos deseos de santidad, ese camino de perfección, que encienda, pues, en nosotros también el deseo de la verdadera santidad.
Ese tiene que ser el sentido verdadero de la celebración de los santos. Ellos pudieron realizar ese camino de santidad con dificultades semejantes a las nuestras pero supieron poner toda su fe en Dios y en El encontraron la fuerza para realizar ese camino. Podemos nosotros hacer también ese camino, en el que además contamos también con su intercesión. Por eso también en este día muchas personas que han consagrado sus vidas al Señor en la vida religiosa, sintiéndose estimuladas por el ejemplo de Santa Teresa, de alguna manera renuevan sus votos de consagración al Señor.

Que santa Teresa nos alcance la gracia del Señor para que en verdad cada día más aspiremos a la santidad en nuestra vida.

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