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jueves, 17 de octubre de 2013

Justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús

Rm. 3, 21-30; Sal. 129; Lc. 11, 47-54
‘Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa’, hemos repetido en el salmo. Es cosa que sabemos pero tenemos que meditarlo mucho. Solamente en Jesús obtenemos la salvación. No hay otro nombre que pueda salvarnos. El es nuestro Salvador, nuestro Redentor.
Como nos decía san Pablo en la carta a los Romanos que estamos leyendo ‘por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna… son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, constituido en sacrificio de propiciación por su sangre derramada’.
Es lo que tenemos que considerar y que ha de despertar nuestra fe. Es el regalo del amor de Dios. Como nos dice el apóstol ‘justificados gratuitamente por su gracia’. Cuánto tenemos que darle gracias a Dios. Cómo  hemos de poner toda nuestra fe en El. Cómo hemos de desear el llenarnos de su gracia, de su vida, de su perdón, de su amor. Así hemos de acudir con fe a Jesús y escuchar su Palabra, dejarnos conducir por la fuerza de su Espíritu.
Hoy en el evangelio seguimos escuchando las palabras de Jesús a los fariseos que no terminaban de aceptarle. Creo que ese ejemplo, podríamos llamar negativo que en ellos descubrimos, tendría que movernos a actuar nosotros de otra manera. Dejar que llegue esa palabra de Jesús que nos invita a la conversión, al cambio del corazón, para que en verdad tengamos un corazón limpio y podamos ofrecerle un culto agradable al Señor. Que nos dejemos llenar por la sabiduría de Dios, la sabiduría de la Palabra de Dios que nos llena de luz.
Hemos escuchado que los letrados y los fariseos después de escuchar a Jesús, en lugar de convertir su corazón a la Palabra de Dios, se endurecieron más en su corazón. ‘Los letrados y fariseos comenzaron a acosarlo y a tirarle de la lengua, con muchas preguntas capciosas, para cogerlo en sus propias palabras’. ¿Buscaban la verdad de Dios o lo que hacían era encerrarse más en su propio error?
No es con actitudes así como tenemos que acercarnos al Señor, sino con espíritu humilde y agradecido por cuanto del Señor recibimos. Y si la Palabra del Señor nos toca en la herida de nuestro pecado, porque nos señala allí donde está el error de nuestra vida, en lugar de rebelarnos contra El lo que tendríamos que hacer es aceptar esa Palabra con humildad, porque lo que busca es nuestra salvación, lo que nos está ofreciendo es su gracia y su perdón.
Muchas veces tenemos el peligro de encerrarnos a esa luz y en nuestro orgullo no queremos recibirla. Nos creemos buenos, nos creemos que nos lo sabemos todo, nos creemos en posesión de nuestra verdad, pero que muchas veces a causa de nuestro pecado está bien lejos de la verdad de Dios. No nos gusta que nos corrijan o nos señalen allí donde están nuestros tropiezos. Pero tendríamos que estar agradecidos porque la Palabra llega a nosotros como una luz que nos quiere sacar de nuestro error.
Muchas veces nos hacemos nuestra propia idea de lo que es la fe o la vida cristiana pero que puede estar muy lejos en ocasiones de lo que en verdad nos señala el espíritu del evangelio. En muchas ocasiones el testimonio que podamos recibir de alguien que quiere vivir con radicalidad el espíritu del evangelio choca con nuestra manera de ser o de pensar las cosas y ya enseguida lo rechazamos o le ponemos nuestras pegas. Pasaba con Jesús en la reacción de las gentes de su tiempo como vemos  hoy con los letrados y los fariseos y nos sigue sucediendo hoy.

Vayamos con espíritu humilde a la luz y dejémonos llenar de esa vida que nos ofrece Jesús. En El está nuestra salvación porque El es nuestro Redentor.  Como decíamos al principio ‘del Señor viene la misericordia, la redención copiosa’.

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