Justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús
Rm. 3, 21-30; Sal. 129; Lc. 11, 47-54
‘Del Señor viene la
misericordia, la redención copiosa’,
hemos repetido en el salmo. Es cosa que sabemos pero tenemos que meditarlo
mucho. Solamente en Jesús obtenemos la salvación. No hay otro nombre que pueda
salvarnos. El es nuestro Salvador, nuestro Redentor.
Como nos decía san Pablo en la carta a los Romanos que
estamos leyendo ‘por la fe en Jesucristo
viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna… son
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo
Jesús, constituido en sacrificio de propiciación por su sangre derramada’.
Es lo que tenemos que considerar y que ha de despertar
nuestra fe. Es el regalo del amor de Dios. Como nos dice el apóstol ‘justificados gratuitamente por su gracia’.
Cuánto tenemos que darle gracias a Dios. Cómo
hemos de poner toda nuestra fe en El. Cómo hemos de desear el llenarnos
de su gracia, de su vida, de su perdón, de su amor. Así hemos de acudir con fe
a Jesús y escuchar su Palabra, dejarnos conducir por la fuerza de su Espíritu.
Hoy en el evangelio seguimos escuchando las palabras de
Jesús a los fariseos que no terminaban de aceptarle. Creo que ese ejemplo,
podríamos llamar negativo que en ellos descubrimos, tendría que movernos a
actuar nosotros de otra manera. Dejar que llegue esa palabra de Jesús que nos
invita a la conversión, al cambio del corazón, para que en verdad tengamos un
corazón limpio y podamos ofrecerle un culto agradable al Señor. Que nos dejemos
llenar por la sabiduría de Dios, la sabiduría de la Palabra de Dios que nos
llena de luz.
Hemos escuchado que los letrados y los fariseos después
de escuchar a Jesús, en lugar de convertir su corazón a la Palabra de Dios, se
endurecieron más en su corazón. ‘Los
letrados y fariseos comenzaron a acosarlo y a tirarle de la lengua, con muchas
preguntas capciosas, para cogerlo en sus propias palabras’. ¿Buscaban la
verdad de Dios o lo que hacían era encerrarse más en su propio error?
No es con actitudes así como tenemos que acercarnos al
Señor, sino con espíritu humilde y agradecido por cuanto del Señor recibimos. Y
si la Palabra del Señor nos toca en la herida de nuestro pecado, porque nos
señala allí donde está el error de nuestra vida, en lugar de rebelarnos contra
El lo que tendríamos que hacer es aceptar esa Palabra con humildad, porque lo
que busca es nuestra salvación, lo que nos está ofreciendo es su gracia y su
perdón.
Muchas veces tenemos el peligro de encerrarnos a esa
luz y en nuestro orgullo no queremos recibirla. Nos creemos buenos, nos creemos
que nos lo sabemos todo, nos creemos en posesión de nuestra verdad, pero que
muchas veces a causa de nuestro pecado está bien lejos de la verdad de Dios. No
nos gusta que nos corrijan o nos señalen allí donde están nuestros tropiezos.
Pero tendríamos que estar agradecidos porque la Palabra llega a nosotros como
una luz que nos quiere sacar de nuestro error.
Muchas veces nos hacemos nuestra propia idea de lo que
es la fe o la vida cristiana pero que puede estar muy lejos en ocasiones de lo
que en verdad nos señala el espíritu del evangelio. En muchas ocasiones el
testimonio que podamos recibir de alguien que quiere vivir con radicalidad el
espíritu del evangelio choca con nuestra manera de ser o de pensar las cosas y
ya enseguida lo rechazamos o le ponemos nuestras pegas. Pasaba con Jesús en la
reacción de las gentes de su tiempo como vemos
hoy con los letrados y los fariseos y nos sigue sucediendo hoy.
Vayamos con espíritu humilde a la luz y dejémonos
llenar de esa vida que nos ofrece Jesús. En El está nuestra salvación porque El
es nuestro Redentor. Como decíamos al
principio ‘del Señor viene la
misericordia, la redención copiosa’.
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