El camino de Jesús tiene sus exigencias, no es simplemente dejarse llevar
Rom. 8, 26-30; Sal. 12; Lc. 13, 22-30
‘Jesús iba camino de
Jerusalén y uno se le acercó a preguntarle: Señor, ¿serán muchos los que se
salven?’ Puede ser
una pregunta interesante que nos refleje también muchas y hasta contradictorias
actitudes.
Muchos se han acercado a Jesús con preguntas
semejantes. ‘¿Cuál es el mandamiento
principal de la ley?’ era una pregunta socorrida de los escribas y letrados
para ponerlo a prueba. Alguno se había acercado a él como aquel joven bueno,
que sin embargo no fue capaz de seguir dando los pasos que Jesús le sugería, ‘Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la
vida eterna?’
Otros quizá lo daban por hecho y ya ni siquiera lo
preguntaban porque se creían muy cumplidores y se tenían por justos y seguros
de sí mismos, como recientemente hemos escuchado en el fariseo que subió al
templo a orar pero que no hacía sino justificarse por todo lo bueno que hacía.
Como nos sucede quizá tantas veces que nos creemos buenos y no queremos
preguntarnos qué más podemos hacer, porque ya pensamos que estamos haciendo lo
suficiente. O nos creemos que porque quizá hemos acumulado muchos rezos ya lo
tenemos todo conseguido sin poner nada más de nuestra parte.
Muchos hay que andan con medidas a ver hasta donde
pueden llegar sin traspasar límites, claro que los límites los ponemos por el
lado de lo mínimo que podamos o tengamos que hacer; o quizá algunos quieran
buscar sus influencias para ver qué es lo que pueden alcanzar en ese Reino
nuevo que anuncia Jesús, así andan los parientes buscando los mejores puestos o
lo que han estado desde siempre con él disputándose quien es el que va a ocupar
el primer puesto y ser el principal entre todos.
Quizá entre nosotros también nos pueda suceder que
andemos con ciertas presunciones de que como el Señor es bueno y es
misericordioso todos nos vamos a salvar, nadie se va a condenar y así nos
dejamos arrastrar por una vida ramplona y sin motivaciones para superarnos y
para crecer, para ser mejores y para resplandecer en santidad como tendría que
ser si escucháramos bien las metas de perfección que Jesús nos propone cuando
nos dice que seamos perfectos como
nuestro Padre celestial es perfecto.
Y a todo esto ¿qué responde Jesús? En algunos de los
planteamientos Jesús hablará de cumplir los mandamientos, porque es el camino
de alcanzar la vida eterna. Pero cuando va profundizando en la respuesta nos irá
planteando unas nuevas exigencias que nos estimulan hacia un camino de superación
y de mayor plenitud. Será lo que le responde al joven rico de que venda todo lo que tiene y dé el dinero a los
pobres para tener un tesoro en el cielo; o será señalarnos los caminos de
la humildad y del servicio porque solo los que saben ser servidores haciéndose los últimos podrán llegar a ser los primeros
en el Reino de los cielos.
Hoy vemos que nos habla de un camino de esfuerzo y de
superación. ‘Esforzaos en entrar por la
puerta estrecha, les dirá, porque os digo que muchos intentarán entrar y no
podrán’. Y nos dirá a continuación que a aquellos que se creían ya salvados
porque lo conocían de siempre o porque en muchas ocasiones quizá tuvieron la
oportunidad de estar cerca de El, tienen el peligro de no ser reconocidos. ‘Cuando el amo de la casa se levante y
cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos,
y El os replicará: no os conozco’.
Será triste escuchar esas palabras de Jesús. ¿Qué tendríamos
que hacer? Ya nos los dice Jesús. Tenemos que escucharle y escucharle con el
corazón bien abierto para tener la disponibilidad y generosidad de querer
seguirle de verdad con toda nuestra vida. Alcanzar la vida eterna es seguir a Jesús,
seguir sus pasos, es ponernos en camino con una disponibilidad total; para ello
tenemos que escucharle, pero escucharle allá en lo más hondo de nosotros mismos
dejando a un lado todo tipo de superficialidad.
El camino de Jesús tiene sus exigencias; no es
simplemente dejarse llevar. Recordemos que en otra ocasión nos hablará de
negarnos a nosotros mismos y de tomar la cruz de cada día; ya hemos mencionado
lo que nos dice de saber hacernos los últimos y los servidores de todos. Porque
el camino de Jesús es el camino del amor y de la entrega. Y amar no se puede
hacer a medias, sino que tiene que ser con todo el corazón, con toda la vida,
con todo el coraje y con todo el ardor de nuestro corazón. Y esto no se hace
sin esfuerzo. Es lo que hoy nos dice.
Y sabemos que el camino del amor de Jesús le hizo pasar
por la pasión y por la cruz. No olvidemos que es la semilla enterrada que muere
para dar fruto. Así tenemos que ser nosotros, así tiene que ser nuestro amor,
nuestro camino de seguimiento de Jesús.
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