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martes, 24 de septiembre de 2013

Queremos ser la familia de Jesús: plantemos su Palabra en nuestra vida

Esdras, 6, 7-8.12.14-20; Sal. 121; Lc. 8, 19-21
Son apenas tres versículos el texto del evangelio de hoy. Pero qué riqueza más grande es para nosotros la Palabra del Señor, alimento de nuestra vida. No es un hecho anecdótico más lo que nos narra el evangelio. Se nos está manifestando todo un mensaje de salvación. Con fe siempre tenemos que acudir a la Palabra de Dios, escuchar lo que el Señor nos dice.
María, la madre de Jesús, y sus parientes que quieren llegar hasta Jesús. Hay mucha gente en torno a Jesús escuchando sus palabras. Pongamos si queremos un poco de imaginación y tratemos de representarnos la escena con la gente aglomerada en su entorno sin querer perder ni una sola de sus palabras. ¿Que alguien quiere acercarse más? Imposible, allí llevan mucho tiempo y con mucho ardor en su corazón escuchando las palabras de Jesús.
Pero alguien se ha dado cuenta de quienes han llegado y tratan de avisarle. ‘Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte’. Y surge el mensaje de Jesús. ‘Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra’.
Nos recuerda de alguna manera el prólogo del evangelio de san Juan. Llega la luz y llega la vida. ‘La luz que ilumina a todo hombre… La vida era la luz de los hombres… vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron… pero a cuantos le recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les da poder para ser hijos de Dios. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios…’
¿Quiénes son la familia de Jesús?  Jesús nos está hablando de una nueva familia, que ‘no ha nacido ni de sangre ni de amor carnal, ni de amor humano’. ¿Cómo se constituye esa nueva familia de los hijos de Dios? ‘Aquellos que creen en su nombre’, que decía en el evangelio de san Juan. ‘Aquellos que escuchan la Palabra de Dios, y la ponen por obra’, nos dice hoy Jesús en este texto del evangelio de Lucas.
Como todos comprendemos no es un rechazo de Jesús a María y a su familia en lo humano. Quiere más bien Jesús destacarnos cómo vamos a ser nosotros esa familia de Dios. María es la primera creyente, podemos decir muy bien, porque ella fue la primera que dijo sí a Dios y plantó la Palabra de Dios, el Verbo de Dios en su corazón y en su vida. Prestó incluso su cuerpo, podemos decir, para que en ella se encarnase la Palabra de Dios y naciese el Emmanuel, el Dios con nosotros.
Somos nosotros hoy, los que a imagen de María que va en búsqueda de Jesús, vayamos también buscando a Jesús. Como un signo el evangelio habla de un gentío que impedía acercarse a Jesús; nosotros podemos pensar en tantas cosas que nos pueden impedir acercarnos a Jesús y es algo que tenemos que estar revisando siempre. ¿Qué hay en mi vida que me impide llegar hasta Jesús? ¿Qué ruidos tenemos en el alma que nos ensordecen de tal manera que no escuchamos a Jesús, que no escuchamos la Palabra de Dios? ¿Qué apegos tenemos en el corazón que nos impiden llegar a poner en práctica, poner por obra, la Palabra que escuchamos de Jesús?
En María siempre hubo disponibilidad, generosidad en su corazón, apertura a Dios. Se hizo pequeña y humilde esclava para que se realizara en ella siempre la Palabra de Dios. ‘Aquí está la esclava del Señor’, exclamó ante el ángel de la Anunciación; ‘hágase en mí según tu palabra’. Dispuesta siempre a lo que era la voluntad del Señor que la levantará para hacer en ella cosas grandes, para realizar a través de ella maravillas de gracia para todos los hombres. Se rebajó y se hizo pequeña pero Dios la levantó.
Que esa sea nuestra disponibilidad; que así tengamos nosotros generosidad en nuestro corazón; que así abramos nuestra vida a Dios, aunque sintiéndonos pequeños, pero reconociendo el amor que el Seños nos tiene que nos hace llegar su gracia y su salvación y también hará cosas maravillosas en nosotros.
Seremos la familia de Jesús, somos los hijos de Dios porque queremos poner toda nuestra fe en El, porque queremos escuchar su Palabra, porque queremos ponerla por obra en nuestra vida. Saltemos los obstáculos que podamos encontrar porque sabemos que la gracia del Señor nos fortalece; liberémonos de ataduras y escuchemos allá en lo más hondo de nosotros mismos esa Palabra que hoy y aquí el Señor quiere decirnos.

Y como María digamos: ‘hágase en mi según tu palabra’.

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