Vistas de página en total

viernes, 27 de septiembre de 2013

Una pregunta que nos hace Jesús pero cuya respuesta nos llevará a una vida nueva

Ageo, 23, 1-10; Sal. 42; Lc. 9, 18-22
Jesús pregunta: ‘¿Quién dice la gente que soy yo? Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?’ Es la pregunta de Jesús pero es la pregunta que todos se hacen ante Jesús. Que todos nos hacemos.
¿Quién es éste? Se preguntaban ante los milagros que realizaba, ante el mensaje que trasmitía, ante las obras que hacía. ‘¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?’, escuchábamos también ayer a Herodes que se preguntaba. Las respuestas como escuchamos ayer, como escuchamos hoy en la boca de los apóstoles, como escuchamos en labios de las gentes de los diversos lugares a través de las páginas del evangelio son diversas. Como diversas siguen siendo en el mundo de hoy, porque no siempre se tiene claro quién es Jesús.
Por las obras que realizaba las gentes de los tiempos de Jesús, como nos dice el evangelio, vislumbraban que algo de Dios estaba en El, porque de lo contrario no podría hacer las obras que El hacía, como decía Nicodemo. Otros hablarían de la visita de Dios a su pueblo y pensaban en un antiguo profeta que había vuelto con ellos, o en Juan Bautista más cercano y al que todos habían conocido que habría resucitado.
Algunos, por otra parte, no querrían aceptar de ninguna manera lo que se podía vislumbrar en Jesús y vendrían los rechazos, las preguntas maliciosas, los juicios retorcidos y hasta las condenas con lo que querrían acabar con Jesús. Como nos sigue sucediendo hoy ante el hecho religioso, ante la figura de Jesús o ante el servicio de la Iglesia; unos aceptan, reconocen, valoran a su manera o su forma de pensar, mientras otros hacen sus interpretaciones y sus juicios sin terminar reconocer lo sobrenatural que envuelve nuestra vida.
Era necesario algo más para descubrir quien era Jesús. Solo con los ojos de la fe pero abriendo mucho el corazón a Dios para dejarse conducir por su Espíritu es cómo podría reconocerse quien era. Será Pedro el que se adelantará como siempre para darnos una definición de Jesús. ‘Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías de Dios’.  Nos quedamos en la respuesta escueta que nos trae el evangelio de Lucas. Jesús no les permitió que divulgaran esa respuesta.
Se hacían interpretaciones también de lo que habría de ser el Mesías; algunos lo verían como un guerrero libertador de las opresiones del pueblo para realizar revoluciones que condujeran a la libertad. Movimientos en este sentido había ya en medio de ellos e incluso quizá hasta alguno de los apóstoles procediera de esas facciones. Y lo que Jesús venía a ofrecernos era algo mucho más hondo que no se podría quedar de ninguna manera en lo sociopolítico.
Sí, es el Mesías Salvador y liberador, pero querrá emplear mejor la expresión del profeta Daniel. Es el Hijo del Hombre, el que había anunciado el profeta que vendría entre las nubes del cielo, pero que sería también en imagen de otro profeta el Cordero llevado al matadero, el cordero inmolado en sacrificio y cuya sangre iba a ser redentora de toda la humanidad. ‘El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día’.
Les sería difícil entender y aceptar. Ya veremos en otros momentos las reacciones de los propios apóstoles ante palabras semejantes de Jesús. Pero ahí Jesús nos está dando la verdadera respuesta a la pregunta que El nos hacía o la pregunta que todos nos hacemos ante Jesús. ¿Quién es este que así se nos presenta? ¿Cuál es el verdadero sentido de su vida? ¿Qué significará entonces que nosotros le aceptemos por la fe para poder conocerle de verdad?
Porque conocer a Jesús será llegar a vivir a Jesús; vivir su vida, la misma que El vivió en su entrega y en su amor; vivir su vida, haciéndonos semejantes a El, para seguir sus mismos pasos, para configurarnos con El y para con El llegar a ser también hijos de Dios. Es importante la respuesta que demos desde la fe, que no solo son palabras, porque nuestra vida se transformará y porque ya desde entonces hemos de vivir una nueva vida, porque hemos de vivir para siempre como hijos de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario