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lunes, 26 de agosto de 2013

Ven, bendito de mi Padre a heredar el reino porque me diste tu amor

Mt. 25, 31-46
‘Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis’, responde Jesús. Nos está hablando del juicio final; ‘venid, benditos de mi Padre… estaba hambriento… estaba enfermo… era forastero… y me diste de comer… me acogiste y me curaste…’
Nos está señalando donde podemos verle, encontrarle, atenderle, mostrarle nuestro amor. Por la fe pensamos en todo el inmenso misterio de Dios que lo llena todo y que nos hace sentirle en todas partes. Le damos el sí de nuestra fe y nos postramos ante El en adoración reconociendo su presencia. Por la fe podemos descubrirle y sentirle de forma maravillosa en los sacramento teniendo la certeza de que ahí está el Señor y podemos alimentarnos de El y adorarle en la Eucaristía o podemos sentir su amor que nos perdona y restaura nuestra vida llenándonos de su vida.
Pero no sólo ahí ha querido hacerse presente el Señor. Tenemos, sí, que despertar nuestra fe y vivirla con toda intensidad, pero al mismo tiempo tenemos que abrirnos al amor  y uniendo esa fe y ese amor podemos verle, sentirle, palparle y mostrarle todo nuestro amor. Será entonces cuando le descubrimos en el amor, cuando le vamos a mostrar nuestro amor en el pobre o el que sufre a nuestro lado. Es de lo que nos está hablando hoy en el evangelio. Y será tan esencial descubrir esa presencia que de ello va a depender toda nuestra felicidad eterna.
Para nosotros se abre la heredad del reino de los cielos cuando lleguemos a descubrir esa presencia de Jesús en el hambriento, en el que sufre, en el que está solo y abandonado, en el enfermo o en el peregrino o forastero que llega a nuestra vida. Porque amando a ese hambriento y dándole de comer estaremos de verdad amando a Jesús y mereciendo entonces que se nos abran las puertas del reino de los cielos.
Es lo que hemos escuchado hoy en el evangelio. Tiene que hacernos pensar esto que estamos escuchando y tendremos entonces que aprender a descubrir esa presencia de Jesús y a manifestarle nuestro amor. Muchas veces somos más devotos para quedarnos extasiados ante una imagen religiosa que para quedarnos extasiados y llenos de amor ante una imagen viva de Jesús en el pobre que se acerca a nosotros tendiéndonos su mano y solicitando nuestro amor.
Estamos escuchando y meditando este hermoso mensaje del evangelio cuando estamos celebrando a una santa que supo comprender a la perfección este hermoso mensaje. Hoy celebramos a Santa Teresa Jornet e Ibars fundadora con el venerable P. Saturnino de la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y patrona de la Ancianidad.
Dios fue perfilando con suma delicadeza el alma de Teresa Jornet forjando su espíritu para llegar a entregarse como ella lo hizo a la acogida y atención de los ancianos desamparados. Su vocación se fue clarificando poco a poco en su vida pasando por numerosas pruebas que la fueron conduciendo desde el magisterio para el que se había preparado en sus estudios, por la vida contemplativa que tuvo que abandonar porque en los tiempos difíciles que le tocó vivir, a mediados del siglo XIX, le impidieron consagrarse por ese camino, para terminar según los planes de la providencia divina fundando la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
Supo realizar en su vida lo que hoy nos enseña el evangelio, porque supo descubrir esa presencia de Jesús en el anciano desamparado y allí puso todo su amor al Señor en su servicio. No vamos a extendernos ahora en el recorrido de su vida y de la fundación de la Congregación, sino que su testimonio nos sirva a nosotros de estímulo para que como ella sepamos abrir los ojos para descubrir a Cristo que llega a nosotros en el hermano que pasa a nuestro lado y sobre todo en la persona que sufre o pasa necesidad.

Ojalá podamos escuchar al final de los tiempos esas palabras de Jesús, ‘ven, bendito de mi Padre, porque tuve hambre, estaba solo, mi corazón estaba lleno de amarguras y tú me atendiste, me consolaste, me diste todo tu amor’.

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