Una confesión de fe con la total radicalidad de toda la vida
Núm. 20, 1-13; Sal. 94; Mt. 16, 13-23
‘Tú eres el Cristo, el
Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Hermosa
confesión de fe por parte de Pedro. Una confesión de fe que sin embargo le
costaba a Pedro hacer en toda su plenitud. Aunque en su fe y en su amor por
Jesús ahora estaba dispuesto a decir cosas bien hermosas de Jesús y un día
llegaría a decir que estaba dispuesto a todo por seguirle, sin embargo sabemos
que no le fue fácil.
Sí, nos cuesta confesar nuestra fe en Jesús, porque ha
de ser no solo con nuestras palabras; porque aunque nos sepamos de memoria el
Credo, la confesión de nuestra fe ha de ser no solo con palabras sino con toda
nuestra vida y en la totalidad de lo que tiene que ser nuestra fe en Jesús.
Ha comenzado Jesús preguntando por lo que la gente
piensa de El para preguntarles luego de una forma muy concreta por lo que ellos
creen. Diversas opiniones que manifiestan lo que era la admiración que la gente
sentía por Jesús. A lo largo del evangelio escuchamos muchas veces ese entusiasmo
por Jesús sobre todo cuando ven sus obras. ‘Un
gran profeta ha aparecido entre nosotros… nadie ha hablado igual… Dios ha
visitado a su pueblo…’ son algunas de las expresiones de la gente ante el
actuar y el enseñar de Jesús. Aunque luego haya momentos es que les parecerá
dura su doctrina y difícil de aceptar. Siempre ha sido así y siempre será así
porque Jesús es como un signo de contradicción ante el que hemos de
decantarnos.
Ahora cuando les pregunta a los apóstoles más cercanos
por la opinión de la gente le hablan de que si es un profeta, que si es Juan
que ha vuelto a la vida - recordemos que Herodes pensaba que había resucitado
Juan - o si era como uno de los antiguos profetas, Jeremías, Isaías o algún
otro de los profetas.
Pero Jesús quiere una respuesta más profunda y más
vital, aunque tras la respuesta de Pedro dirá que solo desde la revelación del
Padre en el corazón es como podremos llegar a conocerle. ‘Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que
está en el cielo’. En otra ocasión
Jesús nos dirá que el Padre se revela a los pequeños y a los sencillos, de la
misma manera que nadie podrá ‘conocer al
Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’.
Por eso ahora, tras la confesión de fe de Pedro,
comenzará Jesús a revelar más hondamente su misterio. Ahora, sí, que les va a
costar mucho más aceptar todo lo que revela Jesús de si mismo. ‘Desde entonces empezó Jesús a explicar a
sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de
los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y
resucitar al tercer día’.
Esta parte de la Pascua es la que les va a costar más
aceptar. Su pasión y su muerte será un escándalo grande para ellos. Recordamos
lo que reflexionábamos cuando la transfiguración en el Tabor, que esa
revelación de su gloria venía a ayudar a superar el escándalo de la cruz. Por
eso, aunque ahora Jesús lo explica claramente y lo repetirá muchas otras veces
a lo largo del evangelio, a los discípulos les va a ser difícil aceptarlo. La
Pasión y la Cruz siguen produciendo repulsa y rechazo en nuestros corazones.
Pero ahí tiene que estar presente la pascua en la vida de Jesús como tendrá que
estar presente la pascua también en nuestra vida.
‘Pedro se lo llevó
aparte y se puso a increparlo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede
pasarte’. Ya hemos
visto la reacción de Jesús que lo aparta de su lado porque con esas cosas es
para Jesús como una tentación del maligno. Aquella tentación de la montaña de
la cuarentena que le quería presentar a Jesús un camino de triunfalismo, pero
que Jesús rechazó.
Es la tentación que ahora también rechaza cuando aparta
de sí a Pedro. Y es que Pedro el que había dicho aquellas cosas hermosas en su
confesión de fe en Jesús reconociéndolo como el Mesías Salvador y como el Hijo
de Dios no podía aceptar la plenitud del misterio de Jesús que estaba envuelto
también por el misterio de la pascua, el misterio de la muerte y la
resurrección de Jesús.
¿Nos pasará de alguna manera igual a nosotros? En
momentos de fervor qué bien nos sentimos con Jesús, cuánta devoción surge en
nuestro espíritu, pero en los momentos difíciles y de prueba cuando dudas
aparecen también en nuestra alma. Creer y seguir a Jesús es aceptarle en su
total plenitud, en la plenitud también del misterio pascual con todo lo que eso
puede implicar nuestra vida.
Nuestra fe en Jesús no se puede quedar a medias, tiene
que ser total, con el sí radical de toda nuestra vida y la aceptación radical de
todo su misterio de salvación, de todo el mensaje del Evangelio. No nos vale
decir que aceptamos unas cosas si y a otras les ponemos pegas. Cuando seguimos
a Jesús y le damos el sí de nuestra fe tiene que ser con toda nuestra vida y
con la aceptación de todo su evangelio.
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