Esfuerzo, responsabilidad, capacidad de sacrificio y deseos de superación camino de cosas grandes
Josué, 24, 1-13; Sal. 135; Mt. 19, 3-12
Porque las cosas sean difíciles no significa que
dejemos de intentarlo. Se suele decir que lo que más cuesta es a lo que mayor
valor le damos. Y para conseguir una cosa que es noble y loable hemos de saber
poner todo nuestro esfuerzo y también nuestra capacidad de sacrificio.
Algunas veces parece que en la vida queremos andar como
entre algodones donde todo sea fácil y cómodo y las cosas las queremos
conseguir con el mínimo esfuerzo. Esto que digo tiene aplicación en muchos
aspectos de la vida y tendría que hacernos recapacitar en saber tener en cuenta
muchos valores que vamos dejando de lado.
Nos hemos acostumbrado a que nos lo den todo hecho y
bien masticado y nos hemos ido llenando demasiado de comodidad y rehuimos todo
lo que signifique sacrificio. Cuando nos vienen momentos difíciles no estamos
preparados para afrontar con valor esas situaciones y parece que anduviéramos
por un mundo de derrotados porque no hemos aprendido lo suficiente a luchar y
ser capaces de sacrificarnos.
Igual que en esta sociedad del bienestar que nos hemos
creado ya nada se recompone, por cualquier motivo damos las cosas por
inservibles y enseguida queremos probar algo nuevo y distinto, luego también en
cosas que son fundamentales y trascendentales en la vida queremos hacer lo
mismo y las relaciones humanas enseguida peligran porque no somos capaces de
recomponer, de restaurar, de revisarnos incluso para ver cómo podemos mejorar
lo que ya hacemos o lo que son nuestros mutuas relaciones humanas. Ya digo,
todo esto en muchos aspectos y facetas de la vida.
Hoy le plantean a Jesús el tema del divorcio y Jesús
recuerda lo que con los principios fundamentales e inmutables. Nos recuerda
Jesús como Dios está en el origen y fundamento también de lo que ha de ser la
estabilidad matrimonial y la indisolubilidad del matrimonio, porque no solo
está en juego la relación de amor de dos personas, el hombre y la mujer que se
aman y quieren vivir en matrimonio, sino que por medio está también lo que
podríamos llamar la presencia y la gracia del Señor que viene a garantizar y
fortalecer dicha unión matrimonial.
‘Lo que Dios ha unido
que no lo separe el hombre’.
Y es que en esa unión del hombre y la mujer en el matrimonio está como
fundamento lo que es la voluntad de Dios y lo que Dios viene a garantizar
también con su gracia. Por eso para nosotros los cristianos el hecho del amor
de un hombre y una mujer no es solo el compromiso de dos partes que se aman
sino que por medio está la gracia del Señor que eleva ese amor matrimonial a la
categoría sobrenatural de sacramento.
No siempre, incluso entre nosotros los cristianos,
tenemos en cuenta y valoramos lo suficiente, quizá por un desconocimiento
grande, lo que es la grandeza y la maravilla del matrimonio. No siempre incluso
entre nosotros los cristianos tenemos en cuenta ese caudal de gracia con que
Dios acompaña esa realidad de la vida humana que es el amor matrimonial cuando
lo ha convertido en Sacramento. Más tendríamos que contar con el Señor,
dejarnos iluminar por su palabra y por su gracia para así fortalecer esos vínculos
sagrados del matrimonio y no lo convirtamos en una cosa de quita y pon, como
muchas veces sucede, a ejemplo de tantas cosas que nos suceden en la vida, como
decíamos antes, y que no sabemos restaurar debidamente y rehacer para darles el
más hondo sentido.
Creo que el tema que nos plantea el evangelio hoy nos
daría para extensas y profundas reflexiones y también tendría que ser
motivación para una oración más intensa al Señor. Oración para que el Señor nos
ilumine y nos haga descubrir esos valores más profundos y nobles que nos ayuden
a dar una mayor categoría a nuestra vida. Pero oración también contemplando esa
realidad del matrimonio en las diferentes situaciones y circunstancias que
contemplamos a nuestro alrededor. Pidamos, sí, por la estabilidad y
fortalecimiento en el amor de nuestros matrimonios; pidamos al Señor por
aquellos que pasan por especial dificultad; y pidamos por los jóvenes que se
preparan al matrimonio para que lo hagan conscientes de su grandeza y
conscientes también de cómo han de prepararse debidamente para poder vivirlo en
la mayor plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario