En el nombre del amor buscamos mutuamente lo bueno y nos ayudamos a conseguirlo
Deut. 34, 1-12; Sal. 65; Mt. 18, 15-20
Toda la vida del cristiano, como toda la vida de la
Iglesia ha de estar informada por el amor. Sin el amor, y un amor al estilo de
Jesús, ni tendríamos derecho a llamarnos cristianos, ni la Iglesia sería
Iglesia. Es el distintivo que Jesús quiso que tuviera nuestra vida. Pero, como
bien sabemos, no es amor de teoría, sino un amor que envuelve y da sentido a
toda nuestra vida, a lo que hacemos y a lo que vivimos, a nuestra manera de
pensar y a nuestra manera de actuar. Es el amor el que tiene que brillar, y de
qué manera, en las relaciones de los hermanos, en nuestras mutuas relaciones.
Hoy Jesús en el evangelio nos habla de un aspecto en el
que se ha de manifestar ese amor, el de la corrección fraterna. Cuando nos
queremos de verdad no podemos permitir, aun con todo el respeto que le tenemos
a la persona y a sus decisiones, que el mal se introduzca en nuestra vida. De
ahí que tiene que surgir ese deseo tan hermoso de que el hermano que va errado
en la vida reconduzca su camino, vuelva por las sendas del bien.
Sin embargo, reconocemos que es un tema muy delicado.
Claro que delicado tiene que ser siempre nuestro amor. Aquí podríamos recordar
aquella descripción tan bonita que nos hace del amor san Pablo en la carta a
los Corintios. Recordamos que nos decía que ‘el
amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia; no es
grosero ni egoísta… que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
aguanta…’
Nos cuesta hacer esa corrección fraterna, porque
comenzamos por aquello otro que nos dice Jesús también en el evangelio. Antes
que fijarte en la paja del ojo de tu hermano, trata de reconocer la viga que
tienes en el tuyo. Por eso no vamos nunca presumiendo de buenos, sino siempre
con la mayor humildad; no vamos avasallando al hermano porque haya cometido un
error ni desde la violencia, sino que nos acercamos a él con delicadeza, con
paciencia, con mucha capacidad de comprensión, creyendo siempre en la persona y
en su capacidad de regenerarse.
Es por eso los pasos que nos señala Jesús de ir a solas
con él primero que nada, nunca como el que se siente superior o seguro de si
mismo, sino con mucho cariño y con mucha humildad; si no conseguimos que nos
haga caso, nos podemos valer luego de alguien, pero que sea de mucha confianza
y tenga también mucha capacidad de delicadeza. Nos cuesta, nos llenamos de
miedo desde nuestras propias debilidades, pero hemos de saber poner todo
nuestro amor en juego, que siempre con amor nos podemos ganar el corazón de los
demás. Y creo además que siempre hemos de saber ir invocando primero la fuerza
y la gracia del Señor, la asistencia del Espíritu Santo para tan delicada
labor.
Pero sepamos también con humildad y mucho amor aceptar
la corrección que nos haga el hermano. Pensemos que quien nos corrige nos ama,
porque se preocupa de nosotros y querrá siempre nuestro bien. Sintamos gozo en
el corazón porque haya hermanos que nos quieran así y busquen nuestro bien. Démosle
gracias al Señor porque haya hermanos que así nos quieran. Bajémonos de ese
caballo del orgullo en el que podemos fácilmente subirnos para no querer
reconocer nuestros errores. A aquellos que así se preocupan por mí debería de
quererlos más.
Finalmente fijémonos en otro aspecto que nos señala
Jesús hoy en el evangelio. El sentido y el valor de la oración en común. ‘Os aseguro que si dos de vosotros se ponen
de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque
donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’.
Qué importante que nos sintamos unidos por el amor; que
importante y qué valor grande tiene nuestra oración comunitaria, porque nos
asegura que Jesús está en medio de nosotros; qué importante que nos sintamos en
comunión, será la forma como manifestemos ante el mundo que Cristo está en
medio nuestro. ‘Allí estoy yo en medio de
ellos’, nos dice Jesús. Por nuestro amor y nuestra comunión hagamos
presente a Jesús en medio del mundo para que el mundo crea.
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