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sábado, 17 de agosto de 2013

Dejemos que los niños lleguen hasta nosotros y nos enseñen a vivir el Reino de Dios

Josué, 24, 14-29; Sal. 15; Mt. 19, 13-15
‘Dejad que los niños se acerquen a mi… le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y los bendijera’. Era una bonita costumbre entre los judíos de presentar las madres a sus hijos a los rabinos para que los bendijeran. Pero por allá andan los apóstoles muy celosos de Jesús, que no quieren que nadie moleste al maestro. Los discípulos les regañaban. Parece que algunas veces los niños nos molestan. Nos los queremos quitar de encima. Cuantas veces hemos escuchado o contemplado actitudes así. ‘Niños, no molestéis a los mayores…’ ‘los niños cuando están hablando los mayores se callan y están quietos…’ o no dejamos que estén en nuestras cosas de mayores o incluso en las cosas de la comunidad.
Pero a Jesús no le molestan. ‘Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos’. Qué distinta la actitud de Jesús de muchas de nuestras actitudes. Jesús quiere estar con los niños que son una bendición de Dios también para los demás.
No hace mucho hemos escuchado textos paralelos donde Jesús nos decía que había que hacerse como niños y que el que acogiera a un niño lo estaba acogiendo a El. Y ya recientemente hemos reflexionado sobre ello. Para ser grande e importante en el Reino de los cielos hay que hacerse como un niño.
Pero no se nos agota aquí la reflexión. En esta actitud de Jesús con los niños, a los que quiere tener cerca, de los que dice que de los que son como ellos es el Reino de los cielos me parece estar haciendo una lectura de las Bienaventuranzas que Jesús pronunció allá en el monte.
¿Qué nos dice allí? Que de los pobres, de los pequeños, de los sencillos es el Reino de los cielos; y nos dirá que los que son limpios de corazón, verán a Dios; que de los que llenan de mansedumbre su corazón, de los que tienen un corazón lleno de amor y de misericordia, van a poseer el Reino y alcanzarán también misericordia. Lo hemos meditado muchas veces. ¡Qué hermosa lectura podemos hacer de las bienaventuranzas con este texto del encuentro de Jesús con los niños!
¿Qué ve Jesús en los niños que quiere tener cerca de sí? ¿por qué tenemos que hacernos como niños? ¿cómo tenemos que hacernos como niños? ¿Cómo es el corazón de un niño? La ternura de un niño nos cautiva; la limpieza de la mirada de un niño nos enamora; la sonrisa de un niño nos hace sentirnos felices desde lo más hondo de nosotros mismos; la sensación de paz que se siente junto a un niño llena de paz también nuestro corazón. Cuando logremos que  nuestro corazón sea así, estaremos viviendo el Reino de Dios, estaremos sembrando el Reino de Dios a nuestro alrededor.

No es necesario decir nada más. Purifiquemos nuestro corazón de toda malicia; tengamos siempre una mirada limpia; seamos sembradores de paz porque irradie esa paz y esa mansedumbre de nuestro corazón; sepamos acoger siempre con un corazón limpio de malas intenciones a cuantos se acerquen a nosotros; vayamos repartiendo en todo momento amor y llenando de alegría los corazones de los demás. Dejemos que los niños lleguen a nuestra vida y nos enseñen a vivir el Reino de Dios.

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