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miércoles, 10 de julio de 2013

Somos los llamados y enviados del Señor para ser testigos del evangelio

Gén. 41, 55-57; 42, 5-7.17-24; Sal. 32; Mt. 10, 1-7
Son muchos los discípulos que se reúnen en torno a Jesús y lo van siguiendo. Lo hemos venido escuchando en el evangelio. Son siempre unos llamados del Señor, aunque esa llamada se realice de muchas maneras. A algunos los hemos visto llamar de manera especial, otros le siguen porque se sienten cautivados por su Palabra o se admiran ante las obras que va realizando donde se manifiestan las maravillas del Señor, que son también maneras de llamar el Señor.
Pero ahora le vamos a ver hacer una llamada especial. Escoge a doce a los que constituye apóstoles y el evangelista nos da sus nombres. Van a ser sus enviados con una misión muy especial; eso significa en el fondo la palabra ‘apóstol’, el enviado. Y a ellos les confiere también unos poderes especiales para que anuncien el Reino. ‘Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca’, les dice confiándoles esa especial misión con autoridad para expulsar los espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Es su misma misión que ahora se va a prolongar en sus enviados, en sus apóstoles.
‘Como el Padre me ha enviado, así os envío yo’, nos narrará Juan en la aparición de Jesús resucitado en aquel primer día de la semana al atardecer cuando todos están reunidos en el Cenáculo. Es la misión que les confiará un día de ir por todo el mundo. ‘Seréis mis testigos, les dirá, en Jerusalén, en Samaría y hasta los confines de la tierra’, nos relatará san Lucas antes de la Ascensión al cielo.
Fijémonos en esa forma de decir donde forma escalonada comenzarán por Jerusalén y Samaría hasta llegar hasta los confines de la tierra. Hoy le escuchamos decir que solo han de ir a las ovejas descarriadas de Israel. ‘No vayáis a tierra de paganos, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel’.
Pueden resultarnos extrañas estas palabras cuando nosotros conocemos la misión universal de anunciar el Evangelio a toda criatura. Por eso escucharemos en otro momento que El ha sido ‘enviado solo a las ovejas perdidas de Israel’, como le dirá a la mujer cananea. Pero al final del evangelio de Mateo ya nos dirá que hemos de ir a todos los pueblos. ‘Poneos en camino, haced discípulos a todos los pueblos… enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado’.
Es nuestra misión y ha de ser nuestra manera de dar testimonio. Sentimos en nuestro interior la inquietud de que el nombre de Jesús sea conocido hasta los confines de la tierra pero hemos de sentir al mismo tiempo la responsabilidad de ese testimonio vivo que hemos de dar a los que están a nuestro lado. No están reñidos ni puestos de forma opuesta estos sentimientos y esta responsabilidad. Sentimos como nuestra la misión de la Iglesia universal y ese anuncio que se ha de hacer del nombre de Jesús y su evangelio hasta el último rincón de nuestro mundo.
Es importante ese espíritu católico y universal. Es importante toda la contribución que nosotros podamos prestar a la tarea misionera de la Iglesia. Y si fuéramos llamados por el Señor para esa misión con generosidad y disponibilidad habríamos de responder. Sin embargo, ya sabemos, no todos son llamados a esa misión. ¿Eso significa que ya nos podemos dormir en los laureles, como se suele decir, y ya no nos hemos de preocupar de nada más?
Siempre seremos testigos; siempre hemos de dar ese testimonio también a los que están a nuestro lado. Por otra parte sentimos la urgencia de llegar a esos más cercanos a nosotros conscientes de que en nuestro entorno se está enfriando la fe, no tiene tanta vigencia ese testimonio cristiano y se van perdiendo los valores que nos enseña el Evangelio. Hemos de ser conscientes de que esa tarea misionera también hemos de realizarla entre nosotros y con los que están a nuestro lado que viven muchas veces de espaldas a la fe, ajenos al sentido de Cristo y muy alejados de lo que ha de ser una vida cristiana.
Es el mensaje que hoy nos trae la Palabra del Señor para nuestra vida y a la que tenemos que dar respuesta. ¿Cómo estamos siendo testigos de nuestra fe ante los que están a nuestro lado, ya sea familia, ya sean compañeros de trabajo, ya sean las personas con las que convivimos más cerca, o aquellos con los que nos tropezamos cada día en la calle y en toda nuestra vida social?
Somos los enviados del Señor y somos apóstoles de Jesús. Pongámonos en camino.


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