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jueves, 4 de julio de 2013

Reconozcamos las maravillas del Señor al regalarnos su perdón

Reconozcamos las maravillas del Señor al regalarnos su perdón

Gén. 22, 1-19; Sal. 114; Mt. 9, 1-8
‘La gente se quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad’. Es la reacción de la gente sencilla ante lo que había sucedido. Pero no todos habían reaccionado de la misma manera. No siempre somos capaces de ver y reconocer las maravillas del Señor. Es necesario abrir los ojos de la fe para descubrir que es lo que realmente el Señor quiere ofrecernos, cuál es lo mejor.
Le han llevado un paralítico a Jesús para que lo cure. Mateo es más escueto que Lucas en los detalles al narrarnos este episodio. En lo esencial coincide el mensaje y se resalta la fe de los que llevaron el paralítico a los pies de Jesús. Pero lo primero que Jesús ofrece aquel hombre paralítico acostado en su camilla es el perdón. ‘Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: ¡ánimo, hijo! Tus pecados están perdonados’. Y es aquí donde está la primera reacción de algunos letrados.
Recuerdo un hecho; un sacerdote iba por una carretera cuando ve un tumulto de gente en la orilla y muchos coches que se han detenido. Como se percató de que había sucedido algún accidente también se detuvo. Había un hombre al que habían sacado del agua con síntomas de ahogamiento y muchos alrededor trataban de auxiliarlo. El Sacerdote se acercó también y viendo que la situación era grave llegó con su mano a la frente del accidentado y lo ungió con el óleo del sacramento y le dio la absolución. La gente que estaba alrededor lo miró extrañado porque esperaba que quien llegaba pudiera ofrecerle otro auxilio sanitario en la situación en que estaba, pero no entendían lo que el sacerdote había realizado. Pensaban quizá que no era aquello lo que aquel hombre necesitaba sino un auxilio médico. ¿Qué sería lo más importante que aquel hombre necesitaría?
Recordé este hecho al escuchar la reacción de los letrados ante lo que Jesús estaba ofreciendo a aquel paralítico. Les hubiera parecido más normal y hasta más fácil quizá que Jesús hubiera curado a aquel hombre de su invalidez. Pero no era lo que en principio había hecho Jesús. Había perdonado sus pecados. Motivo incluso para llamarlo poco menos que blasfemo porque pensaban que Jesús se estaba atribuyendo unos poderes divinos que ellos pensaban que no tenía.
¿Qué esperamos nosotros de Jesús cuando acudimos a El? ¿qué es lo que buscamos? Con qué facilidad solo pensamos en auxilios temporales o materiales. Como aquellos hombres para quienes lo único que podía necesitar aquel hombre que se debatía entre la vida y la muerte eran unos auxilios sanitarios. La salvación que Jesús nos ofrece es algo mucho más hondo y más importante para nuestra vida.
Claro que le tenemos que pedir al Señor también desde nuestras necesidades materiales o desde el dolor y el sufrimiento de nuestra enfermedad o nuestras limitaciones físicas. Hemos de saber contar con El y a El acudimos con fe y con confianza. Los que llevaban al paralítico para que Jesús lo curara iban con su corazón lleno de fe, de manera que el evangelista nos destacará que Jesús se fijó en la fe de aquellos hombres.
Pero cuando Jesús nos remedia en esas necesidades materiales o nos ayuda en esas situaciones de limitación o carencias en las que podamos vivir, nos está queriendo abrir los ojos para que veamos más allá y nos demos cuenta de esas otras limitaciones, sufrimientos o muerte que podamos tener dentro de nuestro corazón. Los milagros que Jesús realiza son signos de ese otro milagro de gracia que Jesús quiere realizar dentro del corazón del hombre cuando nos ofrece su salvación.
‘¿Por qué pensáis así?’ les dice Jesús. ‘¿Qué es más fácil decir: tus pecados están perdonados o decir levántate y anda?’ ¿Quién puede darnos o quitarnos la vida sino Dios? ¿Quién es el que puede milagrosamente curarnos de nuestra enfermedad sino Dios? ‘Pues, para que veáis que el Hijo de Hombre tiene poder para perdonar pecados - dijo dirigiéndose al paralítico -: ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa’.

Démosle gracias al Señor que tales maravillas quiere realizar en nuestra vida cuando nos ofrece y nos regala su perdón.

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