Que se despierte nuestra fe, aunque parezca que el Señor está dormido está siempre a nuestro lado
‘Jesús subió a la
barca y los discípulos lo siguieron’.
Está el hecho cronológico o histórico como nos parezca decir de querer cruzar
el lago en barca de un lugar a otro como ya se nos adelantaba en versículos
anteriores.
Pero en el relato ha ido apareciendo cómo se le iban
agregando discípulos a Jesús, gente que al escuchar sus palabras y sobre todo
ver su vida querían seguirle, querían estar con él. En los versículos
anteriores, paralelos al texto que escuchábamos el pasado domingo, habíamos
visto algunos que voluntariamente se ofrecían para seguir a Jesús - ‘te seguiré adonde vayas’, le había
dicho uno - mientras a otros los invitaba Jesús a seguirle.
Es por aquí, en este aspecto de los discípulos que
querían seguir a Jesús o a los que Jesús invitaba a seguirle, es por donde
vamos a hacer la lectura de este episodio que hemos escuchado. ‘Jesús subió a la barca y los discípulos lo
siguieron’. Nosotros también queremos subirnos a la barca, queremos ir con
Jesús, nos embarcamos en esa tarea hermosa e ilusionante de querer vivir como
un verdadero discípulo de Jesús.
Muchas veces también cuando comentamos este episodio hablamos
de esa barca que es la Iglesia en la que estamos todos embarcados y que también
se ve zarandeada por las olas de la vida, de las dificultades, de las
tentaciones que vamos soportando cuando deseamos seguir a Jesús y ser fieles.
Es cierto que nos gustaría que, dado que nos hemos decidido por seguir a Jesús
y hemos optado por el camino del evangelio, el camino no se nos hiciera
difícil; con nuestro entusiasmo y con nuestro amor queremos vivir nuestra vida
cristiana, pero bien sabemos las tentaciones que hemos de soportar.
Queremos, es cierto, hacer esa travesía con Jesús, todo
lo que es nuestra vida cristiana; queremos ir plasmando en nuestra vida todo lo
que nos va enseñando Jesús en el evangelio; querríamos vivir con un amor como
el que El nos tiene y nos enseña, pero bien sabemos que nos cuesta, que
aparecen las tentaciones y las dificultades; bien sabemos que nos vienen los
cansancios y las rutinas y fácilmente nos puede suceder en ocasiones que todo
lo veamos oscuro.
Cuando surgió el temporal fuerte en medio del lago - lo
que era en cierto modo habitual en aquel mar de Galilea por las corrientes de
los vientos y las temperaturas extremas que en aquella depresión del Jordán
aparecen con frecuencia - los discípulos asustados se sintieron como si Jesús
no fuera con ellos y tuvieran peligro de hundirse en medio de aquel vendaval. ‘De pronto se levantó un temporal tan
fuerte, que la barca desaparecía entre las olas, mientras Jesús dormía’.
Es cuando gritan asustados despertando a Jesús. ‘¡Señor, sálvanos que nos hundimos!’ Estaban
tan asustados que les parecía que iban a perecer mientras Jesús no hacia nada
por ellos. Nos sucede cuando nos vemos envueltos en problemas y la vida se nos
hace cuesta arriba; nos parece todo tan negro que creemos que no vamos a salir
de aquella situación. Nos pasa en muchos aspectos de nuestra vida: problemas
familiares, problemas en el trabajo, situación social en la que vivimos,
contratiempos en la convivencia con los que nos rodean. Muchas son las
situaciones y las circunstancias.
‘¡Cobardes!’, les dice Jesús. ‘¡Qué poca fe!’ Con Jesús llegaría la
calma. Acobardados nos vemos en los caminos de la vida. ¿Sabremos ver y sentir
la presencia de Jesús y con El a nuestro lado no perder nunca la paz? ¿Nos
faltará fe para darnos cuenta de que no nos falta la presencia de Jesús en el
camino de nuestra vida y lo que tenemos que hacer es invocarle? Algunas veces,
es cierto, no parece que seamos creyentes, porque la fe parece que se oculta y
no actuamos como personas de fe.
Tenemos que despertar nuestra fe. Tenemos que darnos
cuenta de la presencia de Dios continuamente a nuestro lado. Tenemos que ser
conscientes de que la gracia del Señor nunca nos va a faltar. Que se despierte
nuestra fe. Que aunque nos parezca que el Señor está dormido, El está siempre a
nuestro lado. No dudemos en nuestro seguimiento de Jesús. Vayamos con El
cruzando siempre los mares de la vida y dejando la estela de nuestra fe.
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