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viernes, 5 de julio de 2013

los que tienen un corazon limpio

Los que tienen un corazón limpio de maldad disfrutarán de la misericordia

Gén. 23, 1-4.19; 24, 1-8.62-67; Sal. 105; Mt. 9, 9-13
La dureza del corazón nos impide ver y conocer lo que es la misericordia. Lo estamos viendo en algunos de los que rodeaban a Jesús. Ayer se nos manifestaba la misericordia de Dios en Jesús cuando no solo curaba al paralítico que llevaron a su presencia, sino que principalmente le daba la paz del perdón.
‘Perdonados son tus pecados’, fueron las palabras de Jesús que no llegaron a comprender aquellos letrados que siempre estaban como con la vara en alto para juzgar y condenar. Pero Jesús manifiesta que El ha venido a hacer presente el amor misericordioso de Dios, que ya se nos manifestaba en el Antiguo Testamento también como ‘compasivo y misericordioso, lento a la ira  y rico en clemencia’.
Por el mismo camino va el mensaje del evangelio de hoy. Primero, porque Jesús busca a la persona, no le importa la condición que tenga o como sea, porque por encima de todo está su amor; llama a Mateo para que le siga y forme parte del grupo de los Doce; no le importa a Jesús la mala fama que puedan tener los recaudadores de impuestos, ni que sea alguien considerado algo así como un paria de la sociedad, tal era el desprecio que los judíos sentían por los recaudadores de impuestos que los llamaban publicanos y pecadores. Jesús quiere contar con Mateo, en el que veremos una disponibilidad admirable. ‘Se levantó y lo siguió’.
Pero se sigue manifestando el amor y la misericordia de Jesús en lo que sigue a continuación. Se sienta a la mesa en casa de Mateo y ‘muchos publicanos y pecadores que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos’. Y aparecen de nuevo los corazones cerrados que no saben comprender lo que es la misericordia. ‘Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?’ Es la incapacidad de ver y comprender lo que es la misericordia. Y aparece el juicio, y aparece la condena.
‘Aprended lo que significa misericordia quiero y no sacrificios: que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores’. Es que el Señor nos ama, aunque nosotros seamos pecadores; El ha venido para traernos la salvación. Jesús es la oferta eterna e infinita del amor de Dios que se derrama sobre nosotros que somos pecadores. Nos manifiesta el rostro misericordioso de Dios. Es el médico que nos viene a curar, a sanar, a salvar, a dar vida.
‘Aprended…’ nos dice el Señor. Damos gracias a Dios porque en Jesús se  nos manifiesta su misericordia y su amor y nos sentimos confortados en lo más hondo de nosotros mismos. Nos sentimos pecadores y en cierto modo abrumados por  nuestros pecados e infidelidades, pero al mismo tiempo estamos viendo esa mano de misericordia que se tiende hasta nosotros para levantarnos. Jesús en su amor quiere seguir contando con nosotros porque nos ama y sabe que en su amor nos sentimos redimidos, renovados, con ansias de nueva vida.
Pero hemos de aprender, como nos dice hoy Jesús, porque esas tienen que ser nuestras actitudes, los valores por los que rijamos nuestra vida, nuestra nueva manera de actuar. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar y para condenar si somos también pecadores? ¿Por qué vamos a cerrar nuestro corazón y no aprender a tener también misericordia y compasión hacia los demás, como queremos que tengan misericordia y compasión con nosotros, como Dios tiene compasión y misericordia con nosotros?

Disfrutemos de la misericordia de Dios siendo nosotros misericordiosos con los demás; llenemos nuestro corazón de ternura, de comprensión, de compasión y nos sentiremos con paz. Quien es receloso y resentido, quien está con el ojo avizor para juzgar y para condenar a los demás en lo más mínimo no podrá tener paz en su corazón, no sabrá disfrutar de la paz que el Señor quiere concedernos. Por eso, los limpios de corazón verán a Dios, que nos decía Jesús en las bienaventuranzas. Con ese corazón abierto y limpio de maldad aprenderemos de verdad a saborear el amor y la misericordia de Dios.

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