Ejemplo de oración de Abrahán, el amigo de Dios, que intercedía por la salvación del pueblo pecador
Gén. 18, 16-33; Sal. 102; Mt. 8 18-22
Es hermosa la relación que se mantiene entre Dios y
Abrahán. La Biblia usa un lenguaje antropomórfico (lenguaje que emplea figuras
humanas como imagen de la divinidad) para presentarnos a Dios y su relación de
amistad con Abrahán; se le manifiesta Dios en la figura de unos personajes
humanos a los que en su hospitalidad Abrahán acoge en su tienda y con los que
dialoga.
Es el texto hermoso que hubiéramos escuchado el pasado
sábado en que Dios se le manifiesta ‘junto
a la encina de Mambré mientras él estaba sentado junto a su tienda. Alzó la
vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos corrió a su encuentro
desde la puerta de su tienda y se prosternó en tierra…’ Es una imagen
clásica en una pintura que se nos representa para hablarnos incluso de la
Trinidad de Dios.
Entonces Dios le anuncia a Abrahán que finalmente va a
ser padre, cumpliendo la promesa que le había hecho. ‘Cuando vuelva a verte,
dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo’, le anuncia Dios.
Hoy escuchamos el anuncio del castigo de Sodoma a causa de su maldad y pecado.
Parece como que Dios quiere contar con Abrahán diciéndole lo que va a hacer.
Pero se establece un hermoso diálogo y puja entre Abrahán y Dios puesto que el
patriarca quiere salvar a toda costa a aquella gente del castigo de Dios. Es
una hermosa oración de intercesión en la que va pujando a la baja para que en
virtud de los pocos justos que haya en la ciudad se vea liberada del castigo.
Creo que en todo esto que estamos subrayando hay un
hermoso mensaje y lección para nosotros. Nos está hablando del sentido de
nuestra relación con el Señor y de nuestra oración. Nos prosternamos ante Dios
reconociendo su grandeza e inmensidad, porque eso no lo podemos nunca olvidar,
pero Dios nos da suficiente confianza, por así decirlo, en su amor como para
que mantengamos con El una relación de confianza, esperanza y, podríamos decir,
amistad. Ya nos dirá Jesús que no nos llama siervos sino que nos llama amigos
porque El ha descargado todo lo que lleva en su corazón en nosotros revelándose
a sí mismo y revelándonos a Dios. De ahí lo entrañable que ha de ser siempre
nuestra oración al Señor, porque, como decía santa Teresa, estamos tratando con
aquel que sabemos que nos ama.
Y aquí quisiera fijarme además en lo que hemos
escuchado de esa oración de intercesión de Abrahán por aquel pueblo pecador.
Algo que hemos de tener en cuenta en nuestra oración, en la que nosotros vamos
a acudir a Dios pidiendo por nosotros, sino que nuestro corazón ha de estar
abierto a las necesidades de los demás, para rezar a Dios por ellos. Pero en
este caso, además, para rezar por los pecadores. Tendríamos que convertirnos
con nuestra oración siempre en intercesores que, aunque nos sentimos nosotros también
pecadores, pidamos por la conversión de los pecadores. Como lo hizo Abrahán que
intercedía por aquel pueblo que sabía que Dios iba a castigar. Como lo hizo
Jesús desde la cruz en la que no solo perdonaba a los que lo estaban
crucificando sino que además intercedía por ellos al Padre disculpándolos
incluso porque no sabían lo que hacían.
Me viene a la memoria el recuerdo de la Virgen, atenta
siempre a las necesidades de los demás como la vemos en el evangelio. Pero si
nos fijamos en las grandes apariciones de la Virgen y como constancia quedan
esos lugares emblemáticos de la devoción a la Virgen, ella siempre nos pide que
recemos por los pecadores y por la conversión del mundo. Podíamos citar a
Lourdes y Fátima porque eso le pedía ella tanto a Bernardita en Lourdes como a
los pastorcitos de Fátima; pero de igual manera en otros lugares a lo largo y
ancho del mundo.
Tomemos ese ejemplo que hoy nos da Abrahán. Recojamos
esa petición que nos hace la Virgen. Démosle ese sentido hermoso de intercesión
a nuestra oración, pero de intercesión en especial por los pecadores. Seamos
esos amigos de Dios por la intensidad y la intimidad de nuestra oración y que
nos hagamos intercesores que pedimos por la conversión de los pecadores.
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