Que por el amor brille la luz de nuestra fe en las tinieblas del mundo
Is. 58, 9-14; Sal. 85; Lc. 5, 27-32
‘Brillará tu luz en
las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía’. Todo nos habla de encuentro con la
luz. Todo nos habla de unas tinieblas que se disipan. Encuentro con la luz fue
el encuentro de Leví con Jesús que le llama a seguirle. La luz brilla en medio
de las tinieblas del pecado para disiparlas, para llenarnos de luz. A eso ha
venido Jesús, aunque muchos no lo entiendan cuando lo ve en medio de los
pecadores. ‘No ha venido a llamar a los justos sino a los
pecadores a que se conviertan’. Habrá algunos que rechacen esa luz. No
terminan de entender a Jesús.
Eso significa siempre nuestro encuentro con Jesús. Le
necesitábamos porque estábamos envueltos en las tinieblas del pecado. Con Jesús
nuestra vida ha de ser distinta, ha de ser luminosa. Con Jesús aprendemos
actitudes nuevas, una nueva manera de vivir. La fe que tenemos en Jesús nos
llena de luz.
Cuando comenzamos a creer en Jesús todo comienza a
tener un sentido distinto, un valor nuevo. En Jesús encontramos la verdad de
nuestra vida. Con Jesús caminamos hacia una nueva vida llena de luz, porque con
Jesús todo lo vemos desde la óptica nueva del amor. Fue su amor el que nos lo
trajo hasta nosotros. Fue por amor, y un amor infinito, por el que El se
entrega por nosotros. Desde su amor alcanzamos su perdón y su gracia. Por Jesús
nuestra vida se llena de luz.
Ayer nos hablaba el profeta de cuál era el ayuno que el
Señor quería en nuestra vida y nos decía que cuando actuáramos así ‘entonces nacerá una luz como una aurora’.
Nos hablaba de abrir prisiones injustas y de compartir el pan con el indigente.
Las palabras del profeta hoy son continuación exacta de lo escuchado ayer y
abundando en lo mismo nos dice: ‘Cuando
destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando
partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu
luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía’.
En el evangelio vemos la alegría de Leví tras su
encuentro con Jesús. Podría parecernos que el arrancarse de su vida anterior,
el dejar atrás todo por Jesús podría significar un desgarro grande que le
costara, y sin embargo le vemos sentar a su mesa a Jesús y a los discípulos. Nos
manifiesta esto el gozo y la alegría que significó aquel paso adelante de
seguir cuando Jesús le llamaba. Es la alegría de la fe, el gozo grande que
hemos de sentir en el corazón cuando nos decidimos a seguir a Jesús arrancándonos
de nuestra vida de tinieblas y pecado. ¿Cómo no va a haber gozo si encontramos
la gracia y el perdón? ¿Cómo no nos vamos a llenar de gozo al emprender una
vida entregada por el amor al seguir a Jesús?
Desde nuestra pobreza y nuestra indigencia clamamos a
Jesús y El nos llenará de bendiciones. ‘Inclina
tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado… salva a tu siervo que
confía en ti’, clamábamos con el salmista. Y le pedimos al Señor que nos
enseñe y nos instruya en sus caminos para encontrarnos con la verdad. ‘Ten piedad de mi y alegra el alma de tu
siervo que te estoy llamando todo el día y levanto mi alma hacia ti’,
seguíamos pidiendo.
Es la súplica continua que hemos de hacer, porque
queremos seguir a Jesús - ojalá tuviéramos la valentía y prontitud que hoy
contemplamos en Leví - pero muchas veces seguimos con nuestros apegos, nuestras
ataduras; no terminamos de arrancarnos de las tinieblas porque la tentación
continuamente nos acecha y nos engaña. Que en este camino cuaresmal que estamos
iniciando nos sintamos en verdad fortalecidos en el Señor para que lleguemos a
vivir con toda hondura la alegría y la luz de la Pascua. Que por el amor brille
en verdad nuestra luz en las tinieblas de nuestro mundo y ayude a hacerlo
mejor.
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