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lunes, 11 de febrero de 2013


Con nuestro dolor unidos a Jesús buscamos la salvación

Mc. 6. 53-56
En el evangelio hemos contemplado cómo eran traídos a la presencia de Jesús, allá por donde pasara, numerosos enfermos para que Jesús imponiéndoles las manos los curara, o al menos le dejaran tocar la orla de su manto. La gente quiere acercarse a Jesús con sus dolores y sufrimientos, salen al encuentro con Jesús con todas las miserias de su vida.  En Jesús tenían la certeza de encontrar vida y salud. La curación de los enfermos eran señales de que el Reino de Dios que llegaba a ellos encontrando en Jesús su salvación.
Cuando Jesús envíe a sus discípulos por el mundo haciendo el anuncio del Reino esas serán las señales también que se han de dar de la llegada del Reino de Dios. Por eso como hemos escuchado más de una vez les da poder sobre los espíritus inmundos y les manda ungir a los enfermos para curarlos. Como hemos dicho más de una vez no era un acto mágico lo que se buscaba, sino que lo importante es ese encuentro vivo y personal con Cristo.
En esta fecha del once de febrero estamos celebrando también a la Virgen María en su advocación de nuestra Señora de Lourdes, recordando aquel lugar allá entre los Pirineos donde en el siglo XIX se sintió de manera especial la presencia de la Virgen en sus apariciones a Bernardita de Sobirous. Un lugar que se ha convertido en punto de peregrinación con gentes venidas de todas partes del mundo para postrándose a los pies de María vivir momentos de conversión y de encuentro con el Señor. Ese era el mensaje que la Virgen le trasmitía a Bernardita para que rezara por los pecadores y por la conversión del mundo.
Quienes hayamos visitado en alguna ocasión aquel lugar o haya visto sus imágenes desde los medios de comunicación u otros medios impresos, no pueden alejar de la retina de su memoria la imágenes de las filas interminables de enfermos de todo tipo que acuden a aquel lugar para pedir la protección y la intercesión de María y obtener la gracia de la curación ya sea de sus miembros doloridos o impedidos o ya sea la curación del corazón en su conversión al Señor.
Es por eso por lo que el Beato Juan Pablo II, queriendo expresar y llevar a la celebración lo que es la preocupación que la Iglesia ha de sentir por todo este mundo del dolor, instituyó la Jornada mundial del Enfermo en esta fecha de las apariciones de la Virgen de Lourdes. Es lo que hoy también estamos celebrando.
Como nos decía el Papa al instituir esta Jornada ha de ser ‘un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos  para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad’.
Los enfermos y todos los que sufren, pues, hemos de saber descubrir el valor que nuestro dolor puede tener cuando nos unimos a Cristo, cuando somos capaces de hacer la ofrenda de nuestro sacrificio y nuestro sufrimiento unidos al sacrificio de Jesús en la cruz, y descubrir también cuanto bien podemos hacer a la Iglesia y al mundo desde nuestro sufrimiento. Cuando terminaba el concilio Vaticano II se dirigía un mensaje a los enfermos y se les decía ‘no estáis ni abandonados, ni sois inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y trasparente imagen’.
Es lo que todos hemos de saber descubrir en los hermanos que sufren, ‘la viva y trasparente imagen de Cristo’, y es entonces la manera cómo hemos de acercarnos a ese mundo del dolor con respeto y con amor, con espíritu de servicio y con generosidad de corazón para ayudar, consolar, mitigar esos sufrimientos. Como le dijo Jesús a aquel letrado que le preguntaba quién era su prójimo, cuando Jesús le propone la parábola del Buen Samaritano, al final le dirá, ‘anda y haz tú lo mismo’.
Como nos dice el Papa Benedicto XVI en el mensaje de la Jornada de este año ‘la parábola evangélica del Buen Samaritano… nos enseña el amor profundo de Dios por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor… pero además nos señala cuál es la actitud que todo discípulo de Jesús ha de tener hacia los demás, especialmente a los que están necesitados de atención… extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con El en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos…’
Y nos dirá el Papa que El Año de la fe que estamos viviendo constituye una ocasión propicia para intensificar la diaconía de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado’. 
Terminará su mensaje hablándonos de la Virgen y su lugar en el sufrimiento de Jesús en la cruz y en el sufrimiento de sus hijos. ‘En el evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor’.
Que María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, a quien hoy invocamos con Virgen de Lourdes, nos ayude a comprender este hermoso mensaje y con la gracia que nos trae del Señor ilumine nuestra vida tan llena de dolores y sufrimientos para que los sepamos vivir con verdadero sentido cristiano, no desde la resignación sino desde la esperanza, sabiendo hacer esa ofrenda de nuestra vida al Señor.

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