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martes, 8 de enero de 2013


Ovejas sin pastor a las que Jesús quiere alimentar

1Jn. 4, 7-10; Sal. 71; Mc. 6, 34-44
‘Vio Jesús una multitud y le dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor’. Un nuevo episodio del Evangelio que nos manifiesta a Jesús. Las imágenes hablan por si solas. Y estas palabras que hemos subrayado del principio de este episodio nos dan bien la clave de la misión y de la obra de Jesús.
Al ver a la multitud, dice el evangelista, que le dio lástima a Jesús porque lo que se presentaba ante él en aquellas multitudes que de todas partes habían acudido hasta El era la de un rebaño que no tiene pastor. Y un rebaño que no tiene pastor no tiene quien los guíe, quien se preocupe de esas ovejas para alejarles de todo peligro y defenderlas, quien les busque alimento o les conduzca hasta donde hayan pastos abundantes. Es lo que se le presenta a los ojos a Jesús.
Necesitan un pastor que les guíe, les dé alimento, les prevenga contra los peligros, les ayude a encontrar caminos buenos. Es lo que va a realizar Jesús. Ayer al contemplar la aparición de Jesús en Cafarnaún y luego enseñando y curando por todas las sinagogas y aldeas de Galilea el evangelista decía que había aparecido una luz que disipaba las tinieblas, que arrancaba de las sombras de la muerte a cuantos yacían en ellas. Hoy la imagen que se nos va a presentar de Jesús es el alimento.
Jesús se nos da como alimento. Podemos pensar de entrada en el milagro que le vemos realizar. Aquella muchedumbre está hambrienta y hay que alimentarlos. Jesús realizará el milagro. Pero el milagro es un signo que nos quiere hablar de algo más profundo. No es solo el alimento material el que Cristo quiere darnos. Fijémonos que lo primero que Jesús hace cuando contempla aquella multitud que está como ovejas sin pastor es ponerse a enseñarles. ‘Empezó a enseñarles muchas cosas’, decía el evangelista.
Es un alimento profundo el que Jesús quiere darnos. Su Palabra se hace alimento de nuestras vidas, y fuerza, y guía de nuestro caminar. Quien está desorientado ha de poder encontrar la verdad; quien está sin sentido ni rumbo en la vida ha de encontrar esa luz, esa fuerza, esa vida que dé sentido a su vida. Jesús con su Palabra nos enseña, nos ayuda a encontrar esa luz y ese sentido.
La Palabra de Dios nos abre caminos en la vida, nos ayuda a encontrar el valor y el sentido de las cosas, nos descubre qué es lo verdaderamente importante por lo que hemos de trabajar y luchar. La Palabra nos abre al misterio de Dios y a su trascendencia. La Palabra nos hace mirar a lo alto poniendo metas grandes en nuestra vida. Palabra nos da vida y nos ayuda a crecer y nos conducirá siempre a dar frutos. La Palabra  nos pone en camino del Reino de Dios que hemos de vivir y que hemos de realizar transformando nuestro mundo.
La Palabra del Señor es el alimento más grande que podemos recibir, porque será recibir a Cristo mismo. Por eso, después de enseñarles muchas cosas Jesús realizó el milagro de la multiplicación de los panes. Aquí el signo vendrá después pero para ayudarnos a ahondar en el misterio de Dios que se nos revela.
Parte y reparte el pan que sacie no solo aquellos estómagos hambrientos sino que les conduzca a la verdadera plenitud de sus vidas. Parte y reparte el pan como se va a repartir El mismo cuando se nos dé en Eucaristía para que le comamos, para que nos alimentemos, para que lleguemos a tener vida de verdad. Parte y reparte el pan para que ya nunca más seamos ovejas sin pastor, sino que para siempre nos sintamos guiados y fortalecidos para los caminos nuevos del Evangelio.
Ya sabemos también como el milagro de la multiplicación de los panes es como un anuncio de Eucaristía, un signo de esa Eucaristía en la que Cristo quiere ser nuestra comida para que tengamos vida para siempre y vida en plenitud, porque quien le come vivirá para siempre, quien le come tiene en sí ya la prenda de la vida eterna y de la resurrección futura.
Cristo es nuestra luz; Cristo es el alimento de nuestra vida.

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