Ovejas sin pastor a las que Jesús quiere alimentar
1Jn. 4, 7-10; Sal. 71; Mc. 6, 34-44
‘Vio Jesús una
multitud y le dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor’. Un nuevo episodio del Evangelio
que nos manifiesta a Jesús. Las imágenes hablan por si solas. Y estas palabras
que hemos subrayado del principio de este episodio nos dan bien la clave de la
misión y de la obra de Jesús.
Al ver a la multitud, dice el evangelista, que le dio
lástima a Jesús porque lo que se presentaba ante él en aquellas multitudes que
de todas partes habían acudido hasta El era la de un rebaño que no tiene
pastor. Y un rebaño que no tiene pastor no tiene quien los guíe, quien se
preocupe de esas ovejas para alejarles de todo peligro y defenderlas, quien les
busque alimento o les conduzca hasta donde hayan pastos abundantes. Es lo que
se le presenta a los ojos a Jesús.
Necesitan un pastor que les guíe, les dé alimento, les
prevenga contra los peligros, les ayude a encontrar caminos buenos. Es lo que
va a realizar Jesús. Ayer al contemplar la aparición de Jesús en Cafarnaún y
luego enseñando y curando por todas las sinagogas y aldeas de Galilea el
evangelista decía que había aparecido una luz que disipaba las tinieblas, que
arrancaba de las sombras de la muerte a cuantos yacían en ellas. Hoy la imagen
que se nos va a presentar de Jesús es el alimento.
Jesús se nos da como alimento. Podemos pensar de
entrada en el milagro que le vemos realizar. Aquella muchedumbre está
hambrienta y hay que alimentarlos. Jesús realizará el milagro. Pero el milagro
es un signo que nos quiere hablar de algo más profundo. No es solo el alimento
material el que Cristo quiere darnos. Fijémonos que lo primero que Jesús hace
cuando contempla aquella multitud que está como ovejas sin pastor es ponerse a
enseñarles. ‘Empezó a enseñarles muchas
cosas’, decía el evangelista.
Es un alimento profundo el que Jesús quiere darnos. Su
Palabra se hace alimento de nuestras vidas, y fuerza, y guía de nuestro
caminar. Quien está desorientado ha de poder encontrar la verdad; quien está
sin sentido ni rumbo en la vida ha de encontrar esa luz, esa fuerza, esa vida
que dé sentido a su vida. Jesús con su Palabra nos enseña, nos ayuda a
encontrar esa luz y ese sentido.
La Palabra de Dios nos abre caminos en la vida, nos
ayuda a encontrar el valor y el sentido de las cosas, nos descubre qué es lo
verdaderamente importante por lo que hemos de trabajar y luchar. La Palabra nos
abre al misterio de Dios y a su trascendencia. La Palabra nos hace mirar a lo
alto poniendo metas grandes en nuestra vida. Palabra nos da vida y nos ayuda a
crecer y nos conducirá siempre a dar frutos. La Palabra nos pone en camino del Reino de Dios que
hemos de vivir y que hemos de realizar transformando nuestro mundo.
La Palabra del Señor es el alimento más grande que
podemos recibir, porque será recibir a Cristo mismo. Por eso, después de
enseñarles muchas cosas Jesús realizó el milagro de la multiplicación de los
panes. Aquí el signo vendrá después pero para ayudarnos a ahondar en el
misterio de Dios que se nos revela.
Parte y reparte el pan que sacie no solo aquellos
estómagos hambrientos sino que les conduzca a la verdadera plenitud de sus
vidas. Parte y reparte el pan como se va a repartir El mismo cuando se nos dé
en Eucaristía para que le comamos, para que nos alimentemos, para que lleguemos
a tener vida de verdad. Parte y reparte el pan para que ya nunca más seamos
ovejas sin pastor, sino que para siempre nos sintamos guiados y fortalecidos
para los caminos nuevos del Evangelio.
Ya sabemos también como el milagro de la multiplicación
de los panes es como un anuncio de Eucaristía, un signo de esa Eucaristía en la
que Cristo quiere ser nuestra comida para que tengamos vida para siempre y vida
en plenitud, porque quien le come vivirá para siempre, quien le come tiene en
sí ya la prenda de la vida eterna y de la resurrección futura.
Cristo es nuestra luz; Cristo es el alimento de nuestra
vida.
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