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lunes, 7 de enero de 2013


Una luz ha comenzado a brillar con la presencia de Jesús

1Jn. 3, 22-4,6; Sal. 2; Mt. 4, 12-17.23-25
Comentar de entrada que nos queda una semana del tiempo de Navidad, esta semana después de la Epifanía del Señor que celebramos ayer y que concluirá el próximo domingo con la fiesta del Bautismo de Jesús en el Jordán.
Tiempo de navidad y tiempo de epifanía que es tiempo de la manifestación del Señor, como ayer lo contemplábamos por medio de la estrella a los Magos de Oriente. Se completa en los próximos domingos con el Bautismo y luego cuando leamos el texto de las Bodas de Caná. Estos tres episodios están muy unidos en la liturgia de manera que ayer en las antífonas de la celebración de la Epifanía se hacía referencia a ellos. Comento estos detalles porque nos forman en aspectos de la vida cristiana y nos ayudan a comprender el sentido de la liturgia, de lo que celebramos. Una celebración vivida con sentido nos ayuda aún más a ese crecimiento y maduración de nuestra fe que es cosa que pretendemos.
En este sentido de epifanía, podíamos decir, van los textos del evangelio que iremos escuchando a lo largo de la semana, porque están tomados de casi los primeros capítulos de los diferentes evangelistas que nos relatan lo que fue la presentación, la manifestación de Jesús en medio de su pueblo.
Hoy ha sido tomado el evangelio de Mateo y es el comienzo de su actividad en Galilea. ‘Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lado, en territorio de Zabulón y Neftalí’. Cafarnaún era un lugar importante en Galilea y además nudo de caminos de los que venían de Siria y luego adentrándose en Palestina conducirían hasta Egipto. Lugar de pescadores y en cierto modo de gran actividad comercial por estas razones dichas. Allí va a tener como su centro de operaciones Jesús, allí llamará a los primeros discípulos y de allí luego extenderá su predicación por toda Galilea.
Un lugar por estos motivos con grandes influencias de las naciones vecinas o de la cercana ciudad de Tiberíades, edificado en honor del César Tiberio Augusto en años anteriores. Por eso el evangelista recordará al profeta Isaías ‘país de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles’. Pero allí se va a cumplir lo anunciado por el profeta con la aparición de Jesús y su predicación. ‘El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierras y sombra de muerte una luz les brilló’.
Eso significó la presencia de Jesús con su predicación. ‘Convertios porque el Reino de los cielos está cerca’, son sus primeras palabras, su primer anuncio. ‘Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias’. Y luego nos dirá el evangelista como venían gentes de todas partes para que Jesús los curara, para escuchar a Jesús. Una luz había comenzado a brillar con la presencia de Jesús. Recordemos lo que en este sentido de la luz hemos venido reflexionando a lo largo de toda la navidad.
Ya comenzamos a escuchar la invitación a la conversión. Hemos ido proclamando nuestra fe en Jesús en la medida en que hemos ido profundizando en su misterio a lo largo de la Navidad cuando hemos contemplado los diferentes momentos del nacimiento, la adoración de los pastores, la circuncisión, la venida de los Magos de Oriente. Todo lo que hemos venido celebrando ha querido apuntalar bien nuestra fe, ayudarnos a abrir el corazón al Dios que viene a nosotros para traernos la salvación.
Ahora vamos a ir adentrándonos en el evangelio, comprendiendo bien todo lo que implica esa salvación que nos ofrece Jesús, lo que hará que nos miremos por dentro para ver en cuantas cosas estamos hundidos por nuestro pecado y necesitamos que el Señor llegue a nuestra vida con su salvación para hacernos vivir la vida nueva que El nos ofrece. Pero eso exige por nuestra parte que demos esos pasos necesarios de conversión. Es la invitación que ahora escuchamos. Contemplamos donde está la luz, pero reconocemos las tinieblas que hay en nuestra vida. Buscamos la salvación, pero nosotros queremos convertir nuestro corazón al Señor.

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