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lunes, 15 de octubre de 2012


Un modelo de camino de perfección, santa Teresa de Jesús

Ecl. 15, 1-6; Sal. 88; Mt. 11, 25-30
‘Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo’. Con esta antífona tomada de los salmos comienza la liturgia este día de la fiesta de Santa Teresa de Jesús. ¡Qué mejor para expresar el ansia de Dios de aquella alma sedienta de infinito que llegó a unión tan profunda con Dios en la mística de la contemplación!
Contemplar a Santa Teresa de Jesús es contemplar un ‘camino de perfección’ que fue todo el trascurso de su vida. A los diez y ocho años entra en el Carmelo, en el Monasterio de la Encarnación de Ávila donde había nacido. Han de pasar muchos años de luchas, de altibajos, de momentos de sequedad y momentos de consolación hasta que va subiendo poco a poco los peldaños de ese castillo interior que le llevaría a la perfección y a la santidad.
Ella misma lo narra con toda sinceridad en el libro de su vida. Momentos de cercanía de Dios y momentos de aridez espiritual, pero en los que poco a poco va enamorándose más y más del Amor de su vida. Era una guerra interior como ella misma explica. ‘Ni yo gozaba de Dios, ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo, en acordarme de lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba con Dios, las aficiones del mundo me desosegaban’. Pero poco a poco fue profundizando en oración que para ella era sentirse mirada de Dios para tratar con El de las cosas del Amado.
Cuando finalmente se da totalmente a Dios emprende la reforma del Carmelo, se va a San José, en el mismo Ávila y luego recorrería los caminos de España como la monja andariega fundando conventos y monasterios a lo largo y ancho de toda la geografía peninsular. Con san Juan de la Cruz colaboró en la reforma de la Orden Carmelitana que haría tanto bien a la Iglesia.
En la liturgia de este día se nos dice que el Señor suscitó a Santa Teresa para mostrarnos el camino de perfección, ya que se convierte en maestra de oración y de vida espiritual para todos nosotros. La Iglesia no solo reconoce su santidad sino que también la ha proclamado Doctora de la Iglesia, por lo que su vida se convierte en una escuela de enseñando de vida espiritual para toda la Iglesia, que enciende en nosotros los deseos de la verdadera santidad.
Aunque estamos lejos de esa santidad es el camino de perfección que nosotros tenemos que saber emprender también. Un camino de purificación, de humildad, de ascesis, de crecimiento interior. Un camino en el que hemos de ir creciendo también en nuestro espíritu de oración, aunque como le sucedía en principio a santa Teresa sintamos también tanto desosiego interior cuando intentamos sentirnos mirados por Dios en la oración. Pero como ella misma decía en inigualables versos ‘nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta’.
Que aprendamos nosotros a sentir también esas ansias de Dios, como expresábamos con el salmo en la antífona de entrada de la liturgia de este día. Que en verdad estemos sedientos de Dios y busquemos las fuentes de agua viva que nos lleven a la plenitud, nos hagan caminar esos caminos de perfección y santidad.
Como tantas veces hemos meditado en el evangelio que hoy también se nos proclama que sepamos hacernos, pequeños, humildes y sencillos porque es el camino que nos lleva mejor a conocer a Dios.

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