Vivamos con libertad interior despojándonos de todo lo que nos ata
Sab. 7, 7-11, Sal.89; Hb. 4, 12-13; Mc. 10, 17-30
‘Supliqué y se me
concedió la prudencia, invoqué y vino a mi la sabiduría…’ Buena y básica actitud que hemos de
tener de entrada para acoger la Palabra de Dios que hoy se nos ha proclamado.
No son simplemente las reflexiones que por nosotros nos hagamos sino que
tenemos que escuchar lo que el Señor nos va sugiriendo en el corazón. Es la
sabiduría de Dios que en Jesús nosotros recibimos. ‘Todo el oro a su lado es un poco de arena…’ Así tenemos que
buscarla, desearla, pedirla. Pidamos, en verdad, que el Espíritu de Dios nos
ilumine y nos conceda el don de sabiduría para saborear, para entender la
Palabra del Señor, esa ‘palabra viva y
eficaz’, como se nos dice en la carta a los Hebreos.
‘Cuando salió Jesús al
camino, se le acercó uno corriendo y se postró ante él…’ nos dice hoy el evangelio. Jesús en
camino, en su subida a Jerusalén. Jesús que nos está siempre poniendo en
camino. Nos invita a seguirle, a seguir sus caminos, a seguirle a El que es el
camino. Hoy es uno que viene a preguntarle qué ha de hacer. Es bien
significativo el tema del camino. Porque además la invitación de Jesús es a
seguirle, a ponernos en camino con El.
Hacemos camino, podemos ir por la llanura y quizá no
nos exigirá demasiado esfuerzo; pero siempre en el camino habrá momentos en que
hemos de subir, el camino no es lo regular que nos gustaría, lo que nos exigirá
mayor esfuerzo; pero si queremos subir a lo alto de la montaña en la medida en
que avancemos el mismo camino nos exigirá más, más esfuerzo por una parte, y si
queremos llegar a la alta montaña también tendremos la exigencia de irnos
desprendiendo de pesos muertos; no podemos llevar sino lo necesario para poder
alcanzar la alta montaña y tendremos que desprendernos de muchas cosas que
serían como una rémora que nos retrasaría o nos impediría alcanzar la meta a
que aspiramos o que nos hemos propuesto. Es superarnos a nosotros mismos y
buscar la manera de caminar con mayor libertad de impedimentos.
Creo que puede ser una buena imagen para lo que
significa el seguimiento de Jesús y además por ahí puede ir la enseñanza, el
mensaje que nos ofrece hoy la palabra de Dios. Queremos seguir a Jesús. Es
cierto que a todos no nos exige lo mismo o nos llama a las mismas cosas.
Podemos pensar en los diferentes carismas, en las diferentes funciones dentro
del pueblo de Dios.
Hoy contemplamos a joven que seguía ya un camino bueno,
de rectitud, de cumplimiento de los mandamientos, de actitudes y posturas
religiosas, podríamos decir, en su vida. Ha ido haciendo el camino de la
llanura y ha tratado de ser fiel. Se ha esforzado en cumplir los mandamientos.
A la pregunta ‘Maestro bueno, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?’ Jesús le dice que cumpla los mandamientos. ‘Todo eso lo he cumplido desde pequeño’,
le responde a Jesús que se le queda ‘mirando
con cariño’ que dice el evangelista.
Pero escuchando a Jesús se siente llamado a más. Es lo
que Jesús le propone. No es ya sólo seguir el camino de la llanura, sino se
trata de subir más alto. Como se propone en el lema de las olimpiadas a los
atletas, más alto, más fuerte, más lejos. Ahora es seguir a Jesús con mayor
radicalidad. Y para subir a la montaña habrá que desprenderse de cosas que nos
pesan. ‘Una cosa te falta, anda, vende lo
que tienes, dale el dinero a los pobres - así tendrás un tesoro en el cielo - y
luego sígueme’.
Ese paso ya era más difícil. Pero para poder subir a la
montaña del seguimiento radical de Jesús no podemos llevar pesos en los
bolsillos. Porque como nos dirá en otro momento Jesús allí donde tenemos nuestro tesoro tenemos nuestro corazón. Tenemos que
librarnos de ellos porque lo que queremos alcanzar merece la pena. Pero ‘a estas palabras, él frunció el ceño y se
marchó pesaroso, porque era muy rico’. Luego vendrán las consideraciones
que nos ofrece Jesús.
‘¡Qué difícil les va a
ser entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más
fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en
el Reino de Dios’.
Cuando llevamos muchas adherencias en torno a nuestra vida, como el camello que
con sus jorobas y sus cargas no podría pasar por un lugar estrecho, no podemos
alcanzar la alta meta que se nos propone en el Reino de Dios.
Son las riquezas o son los apegos de nuestro corazón;
serán las cosas materiales que nos esclavizan, las comodidades que nos retardan
en nuestra entrega, los afanes de placer que nos obnubilan y ciegan. Ya
entendemos que en la palabra riqueza que nos expresa el evangelio no se refiere
solo al dinero o esos bienes materiales que nos deslumbran, sino que ahí entran
tantos apegos que tenemos en el corazón.
Por eso son virtudes importantes para el cristiano el
desprendimiento, la generosidad, el saber hacerse pobres en ese desapego de las
cosas materiales, la capacidad de sacrificio en la búsqueda de lo que
verdaderamente es importante, la generosidad del compartir, la austeridad para
no buscar las cosas que nos encandilan los ojos o el corazón.
El que sabe vivir con estos valores vive con mayor
libertad y más alegría interior, siente más paz en su corazón y aprende de
verdad lo que es amar a los demás, no vive solo con metas ramplonas y efímeras
sino que buscará la que dé una mayor plenitud a su vida. El que vive así no se
queda de tejas abajo, sino que eleva su espíritu y sabe darle trascendencia a
su vida. Es el hombre que vive el espíritu de las bienaventuranzas y el que
sabe encontrar la felicidad total.
El evangelio de hoy, las palabras de Jesús son verdaderamente
reconfortantes y alentadoras. Hacer ese camino aunque nos cueste nos conduce
verdaderamente a una plenitud que solo en Jesús podemos alcanzar. Cuando Jesús
les dice y explica todas estas cosas por allá estaban los discípulos pensando
qué les tocaría a ellos que habían sido capaces de dejarlo todo para seguir a
Jesús.
Es la pregunta o la cuestión que le plantea Pedro. ‘Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo
y te hemos seguido’, como quien dice ‘y
a nosotros ¿qué nos va a tocar?’ Una pregunta que puede parecer muy
interesada, pero que es muy humana. ‘Os
aseguro, les dice Jesús… que quien haya hecho todo esto por mi y por el
evangelio, recibirá cien veces más y la vida eterna’. Habrá momentos
difíciles, incluso puede haber hasta persecuciones, pero por la plenitud que
encontraremos en Cristo merece la pena dejarlo todo para seguirle. Siempre
decimos que Dios no se deja ganar en generosidad por nosotros.
Emprendamos el camino aunque sea costoso, hagamos la
subida aunque signifique esfuerzo, vivamos esa libertad interior despojándonos
de lo que nos ata, pongamos toda nuestra fe y nuestra esperanza en Cristo
Jesús.
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