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domingo, 21 de octubre de 2012


Dispuestos a hacer como Jesús y beber el cáliz de ser el último y servidor de todos

Is. 53, 10-11; Sal. 32; Hb. 4, 14-16; Mc. 10, 35-45
Hay ocasiones en que, aunque nos hayan explicado bien las cosas, sin embargo se nos ha metido una idea en la cabeza que no podemos quitar y parece que todo lo que hacemos es un buscar o conseguir aquello que habíamos imaginado o deseado. Somos algo así como de ideas fijas que siempre nos están rondando en la cabeza y no queremos detenernos hasta que lo hayamos conseguido.
Algo así les pasaba a los discípulos de Jesús; se habían hecho una idea del Mesías que, aunque Jesús tratara de explicarles una y otra vez lo que iba a suceder, en el fondo seguían con sus sueños y aspiraciones. Jesús les había anunciado en diversas ocasiones lo que iba a ser su pasión, lo que le iba a suceder cuando subieran a Jerusalén, pero no les cabía en la cabeza. En diversos momentos lo hemos escuchado, incluso cómo Pedro trataba de quitarle esa idea de la cabeza a Jesús.
Aunque en versículos inmediatos, lo que cronológicamente pudiera haber sucedido también poco antes, ahora dos de los discípulos, dos del grupo de los Doce que Jesús había escogido para hacerlos apóstoles, se atreven a acercarse a Jesús para manifestarle lo que son sus sueños y aspiraciones. La idea de triunfo estaba muy presente en sus aspiraciones; el hecho de que mucha gente siguiera entusiasmada a Jesús les hacía tener sus sueños, y además ellos un día lo habían dejado todo para seguirle, para estar con El; justo sería aspirar a primeros puestos en su Reino, sin haber entendido bien lo que era el Reino de Dios anunciado por Jesús.
‘Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir… ¿qué queréis que haga por vosotros?... Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda’. ¿A qué gloria se estaban refiriendo? ¿Sería la gloria inmediata del Mesías liberador que aguardaban para darle la libertad al pueblo de Israel y establecer un reino nuevo? ¿Sería la gloria futura en una referencia de trascendencia hasta el cielo? Podría ser de una manera o de otra pero en nuestros sueños muchas veces, demasiadas veces nos quedamos de tejas para abajo en lo más inmediato.
‘No sabéis lo que pedís’, es la primera respuesta de Jesús. ¿Aún seguís soñando? ¿No habéis terminado de ver lo que sido mi camino y mi vida y no habéis escuchado los anuncios que he hecho de lo que va a ser mi pascua? Estáis conmigo, os he llamado incluso de manera especial para constituiros apóstoles, habéis sido testigos muy directos de lo que yo he ido haciendo y anunciando, estáis conmigo y habéis visto bien lo que es mi camino, mi vida, ¿Queréis estar conmigo? ¿Queréis seguir mi camino? ¿Seréis capaces de hacerlo? ‘¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?’
Seguir a Jesús para estar con El en su reino no es algo que podamos tomarnos a la ligera. Seguir a Jesús tiene sus exigencias, porque seguir a Jesús es querer vivir su misma vida. Y vivir su vida es ponernos en la misma actitud de amor con que El vivía y se entregó. Vivir su vida no es buscar grandezas ni primeros puestos. ‘El pasó haciendo el bien’, diría más tarde Pedro. Y el pasar haciendo el bien fue una vida de entrega, de amor, de servicio, de humildad.
Es la actitud permanente de Jesús, el Hijo de Dios que el Padre nos había entregado para manifestarnos así lo que era el amor que nos tenía. Lo vemos entre los pobres y sencillos; lo vemos al lado de los que sufren y de los que necesitan salud, vida, paz; lo vemos acercándose a los pequeños, a los niños, a los que nada tenían.
Su nacimiento fue pobre entre los pobres de manera que ni había sitio para El en la posada y el primer anuncio de su nacimiento se hizo a los pobres de Belén, a los pastores que estaban al raso cuidando sus rebaños. La mayor parte de su vida la pasó oculto en Nazaret un pequeño pueblo que ni era bien considerado por los pueblos limítrofes y entre los humildes y trabajadores de manera que mereciera ser llamado ‘el hijo del carpintero’.
Cuando le vemos caminar por las aldeas y pueblos de Palestina, ya fuera en Galilea, Samaría o Judea, será entre los pobres y los sencillos, como los pescadores del mar de Galilea, o entre los que no eran bien considerados por los que se creían poderosos porque comería con los publicanos, los pecadores, las prostitutas que a El se acercaban, aunque los letrados y fariseos por eso mismo lo rechazaran.
Ahora sube a Jerusalén donde ha anunciado que va a ser entregado en manos de los gentiles y donde va a beber el cáliz de la pasión y de la muerte. ¿Será ese el cáliz que ellos estarán dispuestos a beber?
La respuesta fue rápida y rotunda. ‘Podemos’, responden. Por Jesús están dispuestos a todo, aunque haya cosas que aún no terminen de entender. Beberán el cáliz y merecerán entrar en su gloria, pero lo de puestos a la derecha o la izquierda eso serán otras cosas, se necesitará algo más. Es cosa del Padre del cielo, pero que se conseguirá si seguimos en verdad las pautas que Jesús nos propone para nuestro camino por la tierra.
Los otros diez andan por allí alborotados. ‘Se indignaron contra Santiago y Juan’.  Parece como si andaran divididos. El grupo de los doce con el que Jesús tanto había trabajado para hacerlos vivir en una especial comunión parecía que pudiera romperse. Pero ese no puede ser el estilo de los discípulos de Jesús en que por causa de nuestras ambiciones andemos con nuestras reticencias y envidias que nos pueden llevar por malos caminos.
Cuánto tenemos que seguir escuchando desde la sinceridad del corazón estas palabras y enseñanzas de Jesús, porque aun seguimos nosotros - también en la iglesia de Jesús, tenemos que reconocer con pena - con nuestras aspiraciones a hacer carrera o con nuestros malos deseos que nos hacen echarnos el traspié los unos a los otros en la vida.
Y Jesús los llama, y pacientemente vuelve a repetirles la lección. El estilo de los que seguimos a Jesús no puede ser nunca el del dominio, la manipulación o la opresión sobre nadie. ‘Vosotros nada de eso; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero que sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos’.
No podemos hacer otra cosa que lo que hizo Jesús. ‘Pasó haciendo el bien’. Ya lo hemos recordado. Ya contemplamos sus actitudes, su manera de ser y de hacer las cosas. Es el modelo, es el camino, es la verdad, la única verdad de nuestra vida. Servir, hacerse el último, ser capaz de gastarse por los demás olvidándose de si mismo. Estar entre los humildes y pequeños para siempre pequeño y servidor. No nos importe pasar desapercibidos si hacemos el bien aunque no nos lo reconozcan.
‘Aprended de mí’, nos dirá Jesús en otra ocasión y seamos capaces de llenar nuestro corazón de mansedumbre, de amor, de entrega, de humildad, de ser capaces de pasar desapercibidos y no importa también que ignorados; llenemos nuestro corazón de comprensión, de capacidad para perdonar siempre porque siempre para nosotros lo primero sea el amor.
Aunque muchas veces se nos pueda meter en la cabeza la tentación de la ambición y los deseos de grandeza, nosotros queremos seguir a Jesús y hacer como El. No podemos hacer otra cosa que lo que hizo Jesús y estaremos también dispuestos a beber el mismo cáliz que bebió El.

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