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viernes, 26 de octubre de 2012


Conforme a la vocación a la que habéis sido convocados

Ef. 4, 1-6; Sal. 23; Lc. 12, 54-59
Por dos veces en este corto texto de la carta a los Efesios se nos habla de la vocación a la que hemos sido convocados. Sí, efectivamente, somos los convocados. Eso es la Iglesia, lo que la misma palabra Iglesia significa: es la asamblea de los que han sido convocados. Convocados a una fe, llamados por la gracia del Señor que nos ama a vivir una vida de fe, a una vida santa.
Cuando hablamos de vocación normalmente pensamos en esa vocación especial a la que el Señor nos llama y pensamos en la vida sacerdotal o en la vida religiosa. No lo negamos. Pero la vocación es anterior a esa llamada a un servicio o ministerio especial dentro de la Iglesia, porque la vocación, hemos de reconocer, nos viene desde el Bautismo. Hemos sido llamados desde nuestro bautismo a la vida de la gracia, a la vida de la fe, a ser cristianos. Ser cristiano es una vocación, una llamada de gracia por parte del Señor y una respuesta que damos a esa gracia para entrar en la vida cristiana, formando parte de la Iglesia.
Y es a esto a lo que especialmente hoy quiere referirse el apóstol Pablo en lo que le dice a la Iglesia de Éfeso. Por eso nos pide encarecidamente que vivamos ‘como pide la vocación a la que hemos sido convocados’. Si pensamos en aquella comunidad, como ya nos hemos referido, de aquel grupo de cristianos que viven en medio de aquella gran ciudad pagana, podemos darnos cuenta con más facilidad lo que estamos diciendo; allí están los que especialmente han sido llamados por la gracia del Señor y han respondido con su vida cristiana. A ellos les está pidiendo el apóstol que vivan conforme a esa vocación, por lo que han de resplandecer en una serie de virtudes y valores.
Se ha de notar allí en medio de aquella gente quiénes son los que creen en Jesús por el estilo de su vida, por su manera de vivir. Son cristianos, seguidores de Jesús y en algo tendrán que diferenciarse de los que los rodean. El apóstol les insiste en una serie de valores. ‘Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz…’
La fe en el Señor Jesús les ha de hacer vivir de esta forma nueva; el bautismo que han recibido les ha puesto en camino de esa unidad y de esa paz. Han de resplandecer en el amor. Esto nos recuerda lo que decía un autor antiguo en referencia a los cristianos que los paganos que veían su manera de vivir decían: ‘mirad como se aman’.
Todo esto tenemos que aplicárnoslo a nosotros. También se nos pide que andemos ‘como pide la vocación a la que habéis sido convocados’. Y, aunque en nuestra sociedad que llamamos cristiana en su conjunto la mayor parte están bautizados, sin embargo sabemos que no todos viven conforme a esa vocación bautismal. Por eso quienes más conscientes somos de la fe que queremos vivir con mayor intensidad hemos de dar ese ejemplo viviendo ‘como pide la vocación a la que hemos sido convocados’, viviendo conforme a lo que es nuestro ser cristiano. Y esos valores que les señalaba Pablo a los cristianos de Éfeso también en nosotros han de brillar con fuerza.
Nos une una misma fe en el Señor Jesús, sentimos todos que Dios es nuestro Padre, ‘que lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo’, hemos recibido el mismo bautismo, hemos sido fortalecidos con la gracia del Señor, que el amor sea en verdad nuestro distintivo, que seamos capaces de ‘mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz’, como decía el apóstol.
¿Será así nuestra vida? ¿Será esa nuestra manera de actuar? En la vida de cada día, en nuestra convivencia diaria necesitamos de llenarnos de ese espíritu de humildad, de comprensión, de aceptación mutua, de unidad y comunión. Lejos de nosotros todo lo que pueda entorpecer esos valores y ese estilo de vida. Que la gracia del Señor nos acompañe. No nos faltará. Este es el grupo que busca la presencia del Señor.

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