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viernes, 7 de septiembre de 2012


Algo nuevo está surgiendo con Jesús que algunas veces cuesta aceptar
1Cor. 4, 1-5; Sal. 36; Lc. 5,33-39

Algo  nuevo está surgiendo con Jesús. Aquella cercanía nueva de Jesús con las gentes en que todos pueden acercarse a El y El quiere estar con todos, aquella nueva forma de hablar y de enseñar, aquellas esperanzas de algo nuevo que les hacía crecer por dentro que iba surgiendo en el corazón de los sencillos y de cuantos le escuchaban, aquellos signos que iba realizando al curar a los enfermo y expulsar con autoridad a los espíritus inmundos de los poseídos eran señales claras e inequívocas del Reino Nuevo que Jesús estaba anunciando.

Había comenzando anunciando la llegada del Reino de Dios y que había que convertirse y creer en la Buena Noticia que les anunciaba. Quienes escucharan con atención sus palabras y siguieran su actuar podían ir vislumbrando todo eso nuevo con lo que Jesús quería transformar el corazón del hombre. 

Pero siempre nos encontraremos con quienes se resisten a cambiar y aceptar lo nuevo, aquellos a los que les cuesta arrancarse de sus tradiciones y ni siquiera quieren pensar en que pueda haber algo nuevo y mejor. Eso es algo que sucede en todos los tiempos, porque nos puede suceder hoy. Por eso se aferran a sus tradiciones y a las normas que lo quieren tener todo atado y bien atado. 

Es lo que les sucedía a los fariseos y a tantos que irán manifiestan también un rechazo a Jesús y su predicación y no terminarán de comprender el Reino nuevo que Jesús anuncia y quiere instaurar. Serán así las preguntas que le planteen a Jesús y en el fondo el rechazo a la salvación que Jesús viene a ofrecernos. En sus tradicionalismos y reglamentaciones surgirán las preguntas para ponerlo a prueba, porque no siempre es que no entiendan lo que Jesús enseña, sino más bien que no quieren entender.

A las preguntas sobre el ayuno que los fariseos y los discípulos de Juan hacen y no hacían con el mismo entusiasmo sus discípulos, Jesús les hablará de un banquete de bodas en el que mientras se celebra no caben las tristezas y los lutos. Ya Jesús propondrá en otros momentos en sus parábolas que el Reino de Dios es como un banquete de bodas al que todos estamos invitados y todos hemos de participar de esa fiesta con alegría vistiéndonos también el traje de fiesta. Tiempo habrá para duelos y tristezas, cuando se lleven el novio, en clara referencia a lo que va a ser un día su pasión.

Por eso Jesús propondrá otras imágenes como las de los remiendos que no caben en un manto nuevo, y la de los odres nuevos necesarios para el vino nuevo. Tenemos que vestirnos ese manto nuevo, esa vestidura nueva de la vida nueva que Jesús nos ofrece con su salvación. Seguirle no es cuestión de ir poniendo remiendos en nuestra vida, sino que todo ha de transformarse por la fuerza de la gracia para dejar atrás para siempre todo lo que corresponda al hombre viejo. De hombre nuevo nos hablará san Pablo en sus cartas. 

Y de la misma manera nos habla de los odres nuevos, porque la vida que Jesús nos ofrece es un vino nuevo y distinto que nos hace caminar por caminos de plenitud. Podríamos recordar aquí también la imagen del vino nuevo que se nos ofrece cuando el evangelio nos hable de las bodas de Caná de Galilea donde Jesús ofrecerá un vino nuevo y mejor para aquella fiesta de la vida. No podemos seguir utilizando odres viejos cuando queremos vivir el vino nuevo de la gracia. Así tiene que transformarse total y radicalmente nuestra vida cuando seguimos a Jesús. No podemos seguir con añoranzas de lo viejo.

¿Seremos en verdad ese odre nuevo, ese hombre nuevo que así nos hayamos dejado transformar por la gracia de Jesús? ¿En verdad creemos en esa novedad de vida nueva que nos ofrece el Evangelio? Tenemos que dar señales de esa vida nueva, de ese hombre nuevo de la gracia que hemos de ser. No podemos andar con apaños, arreglitos y remiendos sino que en verdad manifestemos con nuestra vida esa novedad del Evangelio y del Reino de Dios. Muchas conclusiones concretas, muy concretas, tendríamos que sacar también para nuestra manera de ser iglesia. Algunas veces pareciera que andamos todavía en el Antiguo Testamento.

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