Humildad, disponibilidad, generosidad para dejarnos conducir por Jesús
1Cor. 3, 18-23; Sal. 23; Lc. 5, 1-11
El marco del mar de Galilea o lago de Tiberíades fue escenario de momentos muy importantes en el comienzo del anuncio del Reino de Dios y en las decisiones importantes que toman los primeros discípulos de seguir a Jesús. Son muchos los acontecimientos alrededor del lago y muy significativos todos ellos para enseñarnos lo que Jesús quería ofrecernos con su salvación y las actitudes nuevas que han de nacer en nuestro corazón.
‘La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios estando a las orillas del lago’. Utilizará Jesús una de aquellas barcas allí fondeadas, mientras los pescadores lavan y repasan las redes, separada un poco de la orilla como un magnífico estrado desde el que poder hablar a cuantos se han reunido allí en la playa. ‘Desde la barca sentado enseñaba a la gente’. Ya no sería solamente en la sinagoga los sábados sino que se aprovechará toda ocasión, como será en otras ocasiones en lo alto de la montaña o en las casas o en los caminos.
Pero no concluirá en esto ese día el actuar de Jesús. Vendrá como a poner a prueba la fe de aquellos discípulos que le seguían más de cerca, cuando le pida a Pedro que reme mar adentro para echar las redes. Frente a frente el saber hacer profesional de los pescadores que no han cogido nada en una noche de pesca con la palabra de Jesús que les está pidiendo fiarse de El, como hiciera desde que comenzara a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios. Conversión, cambio del corazón les había pedido que ahora tendría que traducirse en unas actitudes nuevas de confianza en la palabra de Jesús.
¿Le costaría a Pedro tomar la decisión de aceptar lo que Jesús le estaba ahora pidiendo? Es probable que sí - ‘nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada’ - pero se fiará de Jesús - ‘pero por tu nombre echaré las redes’ -. Se había realizado el milagro, manifestado en la multitud de peces que ahora llenan sus redes hasta casi reventarlas, pero el milagro grande se está produciendo en el corazón de Pedro y de los que los acompañaban. Se les están abriendo los ojos a un mundo nuevo, a una vida nueva, de la que ellos no se consideran dignos.
Humildad ya había tenido Pedro para fiarse de Jesús y echar las redes, aunque él creía saber por su propia experiencia que allí no se podía pescar nada, pero cuando hay humildad en el corazón se desencadena una lluvia de gracias y de maravillas del Señor que se suceden. Reconoce ahora Pedro que es indigno y que es pecador - ‘apártate de mí, Señor, que soy un pecador’ -, pero será un ponerse en camino para cosas mayores que el Señor quiere realizar en él. ‘No temas, desde ahora serás un pescador de hombres’, y las disponibilidades se siguen sucediendo en el corazón de Pedro y los demás pescadores. ‘Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron’.
Caminos de humildad y apertura de los ojos del corazón para contemplar y reconocer las maravillas del Señor son los pasos que dieron aquellos corazones para ponerse en camino con decisión para seguir a Jesús. Cristo viene con su salvación a nosotros y no quiere ni que nos hundamos en los mares de la vida ni nos dejemos enredar por tantas cosas que nos cogen el corazón impidiéndonos vivir de verdad la libertad de los hijos de Dios. Pedro y aquel primer grupo de discípulos se dejaron conducir por el Señor y comenzaron a vivir la salvación que Jesús nos traía transformando su corazón y su vida desde la humildad, la generosidad, la disponibilidad y el amor por seguir a Jesús.
¿Seremos capaces nosotros de vivir unas actitudes semejantes para vivir la salvación que Jesús nos ofrece?
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