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miércoles, 4 de julio de 2012


No todos siguen a Jesús con la misma radicalidad, ¿y nosotros?
Amós, 5, 14-15.21-24; Sal. 49; Mt. 8, 28-34

Cuando vamos leyendo o escuchando el evangelio vamos haciendo un recorrido por la vida de Jesús y todo el mensaje de salvación que El  nos ofrece. No nos quedamos simplemente en la lectura de una historia sino que esos hechos que contemplamos y ese mensaje que recibimos nos ayudan a crecer en nuestra fe. 

Contemplando sus milagros no podemos menos que reconocer el poder y la gloria del Señor que en El se nos manifiesta, lo que ayudará a intensificar nuestra fe, que nuestra fe crezca y se sienta firme para que todo eso podamos llevarlo a nuestra vida. Y desde ahí damos gracias al Señor que así nos manifiesta su poder y su amor y queremos como tantos lo hicieron según vemos en los evangelios y como ha seguido sucediendo a lo largo de la historia alabar y bendecir al Señor por todo ello. Todo siempre para la gloria del Señor.

Al contemplar el recorrido que Jesús va haciendo por los distintos lugares donde va anunciando el evangelio con su palabra y con su propia vida, porque El es realmente el Evangelio, la Buena Noticia de Salvación que llega para todos los hombres, vemos también cómo unos aceptan y reciben ese mensaje y dan gloria al Señor queriendo seguir los mismos pasos de Jesús, haciéndose sus discípulos; pero contemplamos también el rechazo de tantos: unos porque no quieren escucharlo y le dan la espalda porque quizá dicen que nada nuevo encuentran en El, otros porque realmente se oponen a lo que Jesús dice y enseña, muchos a los que les cuesta seguir los pasos de Jesús porque quizá les parece duro lo que Jesús propone, y muchos que le rechazan porque escuchar y seguir a Jesús les compromete y no siempre estamos por la labor de ese compromiso que puede cambiar nuestra vida.

Pero el ir contemplando todas esas actitudes y todas esas diferentes maneras de reaccionar nos sirve para mirarnos a nosotros, mirar también cuales son nuestras actitudes y nuestras reacciones. Jesús llega también a nuestra vida y hemos de saber contemplar las maravillas que hace en nosotros. También tiene que despertarse nuestra fe para agradecer a Dios sus dones y cantarle nuestra alabanza. 

Sin embargo toda esta diferente forma de reaccionar tendría que hacernos pensar y darnos cuenta que también en muchas ocasiones le damos la espalda, encontramos dificultad para seguirle, o hay cosas en nuestra vida que como rémoras nos frenan en ese seguimiento generoso de Jesús. Hoy en concreto hemos escuchado en el evangelio que las gentes de aquel lugar, a pesar de que habían visto lo que había hecho con aquel hombre al que había liberado de su mal, sin embargo le piden a Jesús que se vaya a otra parte; no quieren que Jesús siga allí.

¿Nos sucederá algo así a nosotros? No es que nosotros lo rechacemos así tan directamente, pero sí hemos de reconocer que muchas tentaciones sentimos a lo largo de nuestra vida que nos arrastran a aflojarnos en nuestro espíritu, a quizá en momentos no dar la importancia que tienen todas las cosas; nos decimos, bueno, esto no es tan grave, esto no tiene mucha importancia, y abandonamos nuestra tensión espiritual, o nos dejamos arrastrar por lo que todo el mundo hace sabiendo nosotros que tendríamos que actuar de otra manera. Y eso es decir ‘no’ a Jesús. 

También nos sucede que ante exigencias que se nos plantean desde el evangelio algunas veces parece que no queremos aceptarlo y nos queremos hacer nuestras interpretaciones. Nos parece duro, como decían las gentes de Cafarnaún cuando escuchaban a Jesús en la sinagoga, y decimos esto lo acepto y aquello otro no lo acepto. Cuantas personas nos encontramos que no aceptan la Iglesia o lo que la Iglesia nos acepta en muchos aspectos de la vida, porque dicen que ellos tienen su propia idea. Si somos seguidores de Jesús no podemos andar con esas componendas y nuestro seguimiento tiene que ser más total, más radical. Cuando seguimos a Jesús no podemos poner la mano en el arado y estar volviendo la vista atrás, como nos dice Jesús en otros momentos del evangelio.

Que vayamos creciendo más y más en nuestro conocimiento de Jesús y su evangelio. Que cada día expresemos con mayor intensidad el amor que sentimos por Jesús para seguirle. Que se despierte de verdad nuestra fe. Que nos sintamos inundados de su gracia, que seguro que no nos faltará, para que caminemos siempre adelante y con fidelidad total.

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