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viernes, 29 de junio de 2012


Confesamos nuestra fe y expresamos de forma viva nuestra comunión eclesial
Hechos, 12, 1-11; Sal. 33; 2Tm. 4, 6-8.17-18; Mt. 16, 13-19

‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios… tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…’ Una confesión de fe y el encargo de una misión grandiosa. Parece que están a porfía para ver quién dice cosas más hermosas. 

Es hermosa la confesión de fe que sale del corazón de Pedro. No lo hace por sí mismo porque llegar a ese convencimiento no es cosa meramente humana. Dios siempre nos gana la partida y es El quien llega a nuestro corazón y nos revela cosas grandes. Pero si el Padre ha puesto en el corazón de Simón esa capacidad para llegar a hacer una confesión de fe así, es porque es un elegido por el Señor para misiones grandes. 

Tras la confesión de fe, que viene a ser algo así, por hablar desde un lenguaje y pensamiento muy humano, como el paso de una prueba para ver hasta donde llega la fe, Jesús habla de su Iglesia, la herencia que nos va a dejar una vez que haya consumado su obra redentora. Quienes van a creer en Jesús y aceptar y recibir su salvación van a comenzar a vivir una unión nueva y distinta, que es la comunión de la Iglesia. De la confesión de nuestra fe en Jesús, como la de Pedro, nace la Iglesia, nace nuestra pertenencia a la Iglesia. 

A Pedro Jesús le confía una misión importante, va a ser piedra fundamental de esa Iglesia, nexo de comunión entre todos los que creemos en Jesús. Jesús le dirá un día que se mantenga firme, porque, cuando pasen todas las pruebas y en los momentos difíciles, él tendrá que confirmar en la fe a los hermanos, ayudar a mantenerse en esa comunión de fe y de amor a toda la Iglesia. 

¡Qué importante la misión de Pedro en medio de la comunidad, en medio de la Iglesia que nace! Tantas veces habían discutido por los primeros puestos y quien había de ser el primero y principal y Jesús le confía una misión de servicio en medio de los hermanos. Porque será grande, será el primero el que se haga el último y el servidor de todos. Y esa es la grandeza y la misión que Jesús confía a Pedro.

‘Siervo de los siervos de Dios’, se llama a sí mismo el sucesor de Pedro en medio de la Iglesia. Muchas veces nos encandilamos con brillos y oropeles cuando miramos la Iglesia, o miramos al Papa y a cuanto lo rodea. Herencia quizá de siglos que habría que purificar para que fuera más auténtica y a la manera como Cristo la quiso. Pero hemos de saber considerar y comprender bien la misión de Pedro y en Pedro de sus sucesores. Es la vida del servicio, de la entrega, del olvidarse de si mismo en esa misión universal de servicio en medio de la Iglesia y en medio del mundo. 

Tenemos que saber abrir los ojos de la fe para comprenderlo y para darlo a conocer de forma auténtica al mundo que nos rodea y no se encandile con falsas imágenes – que quizá muchos con no muy buena intención traten de difundir - que están bien lejos de lo que realmente es la misión del Pastor de la Iglesia. De todas maneras no hemos de temer porque ya Jesús promete que ‘el poder del infierno no la derrotará’. 

Cuando hoy estamos celebrando esta fiesta de los Santos Apóstoles san Pedro y San Pablo – es la fiesta de ambos apóstoles aunque muchas veces pareciera que sólo es la fiesta de san Pedro – cuando celebramos esta fiesta, digo, hemos de aprender a mirar la misión de los apóstoles en medio de la Iglesia; hemos de saber darle ese profundo sentido eclesial a nuestra fe y hoy de manera especial miramos con fe al Sucesor de Pedro en esa misión que en la Iglesia tiene. 

De alguna manera es el día del Papa al celebrar al primero a quien Cristo confió esa misión de ser piedra fundamental de la Iglesia. Es una fiesta la de este día para sentirnos en comunión con el Papa, porque es sentirnos en comunión con la Iglesia universal. Y es necesario que toda la Iglesia esté apiñada en torno al sucesor de Pedro y sepamos expresar nuestra comunión más sincera y auténtica con el Papa. Comunión que expresamos y sentimos en nuestra celebración – tendríamos que fijarnos como lo expresamos en la liturgia - y que manifestamos también fuertemente con nuestra oración por el Papa. 

Cargar sobre sus hombros todo el peso de los problemas de la humanidad y de manera especial de toda la Iglesia es una tarea grande y dura que solo podrá llevar con la fuerza y la gracia del Señor, con la asistencia del Espíritu Santo que nunca la faltará. Pero es necesario que oremos por el Papa; es necesario que la Iglesia ore por el Papa. Es bella la imagen que nos ofrecía el texto de los Hechos de los Apóstoles de la Iglesia orando mientras Pedro está en la cárcel.

Y expresamos también nuestra comunión eclesial, nuestra comunión con el Papa que expresar nuestra comunión con la Iglesia universal a la que pertenecemos, escuchando la voz del Papa, dejándonos iluminar por su magisterio que tanta luz da a todos los cristianos en el seguimiento de Jesús como Maestro y Pastor de la Iglesia que es. 

‘Haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos que fueron fundamento de nuestra fe cristiana’, pedimos en la oración litúrgica. Confesamos nuestra fe y expresemos de manera viva nuestra comunión eclesial que siempre ha de ser una comunión de amor nacida de esa fe.

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