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domingo, 22 de enero de 2012


Se ha cumplido el plazo… el momento es apremiante…

Jonás, 3, 1-5.10;
 Sal. 24;
 1Cor. 7, 29-31;
 Mc. 1, 14-20
Hay cosas, que nos dicen, que se cumplen en un plazo determinado y cuando se va acercando ese momento hemos de prepararnos para ello; ya sea, por ejemplo, un pago que tengamos que hacer, hipotecas, créditos… ya sea una palabra dada de algo que nos comprometidos a hacer, ya sea un acontecimiento anunciado que tiene una fecha muy concreta y para la que hemos de tener todas las cosas bien dispuestas. Cuando se nos cumpla el plazo no nos queda más remedio que pagar lo acordado, cumplir con lo comprometido o disponernos a lo que está por suceder. Así en muchas cosas en la vida.
Hoy la Palabra de Dios que hemos escuchado nos habla de plazos cumplidos, de momentos apremiantes o de cosas que han de suceder en un tiempo ya previamente determinado. Y para ello hemos de estar bien dispuestos.
Comencemos por la primera lectura. El profeta Jonás fue enviado a la ciudad de Nínive a invitar a la conversión. ‘Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predica el mensaje que te digo… y comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día pregonando: ¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!’ Se les dio un plazo para la conversión. ‘Dentro de cuarenta días…’ Un plazo para la conversión, para el cambio de vida o la destrucción de la ciudad.
En el Evangelio se nos relata que cuando comienza Jesús a predicar por Galilea la Buena Noticia del Reino después de que habían arrestado a Juan, nos habla ya de un plazo cumplido. ‘Se ha cumplido el plazo, está cerca del Reino de Dios; convertios y creed en el Evangelio’. Ha llegado ya el momento, se ha cumplido el plazo, viene a decirnos Jesús.
Desde el mismo momento que Adán desobedeció y pecó Dios anuncia un evangelio de salvación. Se le suele llamar protoevangelio a esa página del Génesis. Toda la historia de la salvación en la historia del pueblo de Israel es desde entonces una repetición de ese anuncio de salvación. Los profetas habían ido preparando al pueblo de Dios para que se mantuviera en esa esperanza. Dios enviaría un Salvador. El Bautista lo anunciaba como ya inminente porque decía ‘en medio de vosotros está el que no conocéis’ e invitaba a la conversión porque llegaba ya el Reino de Dios.
Es significativo que el evangelista comience diciéndonos que ‘cuando arrestaron a Juan Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios’.  Efectivamente ya el Bautista cumplió su misión y comienza un tiempo nuevo. Ya no es el tiempo del anuncio y la preparación. Ahora llega Jesús y comienza a hacerse presente el Reino de Dios.
Jesús nos dice ahora que ‘se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios’. Hay que creer en esa Buena Noticia. Hay que disponerse ya a acoger el Reinado de Dios. Desde que entró el pecado en el mundo el reino de la muerte lo cubría todo con sus sombras. Pero llegaba la luz, y estaba ya allí en medio. Se ha cumplido el plazo de que la luz brille en medio de las tinieblas y amanezca la salvación. Podríamos recordar también esa página hermosa del comienzo del evangelio de Juan que nos habla de la luz que viene a disipar las tinieblas aunque se resisten.
Allí está la Buena Nueva, allí está el Evangelio, allí está Jesús con su salvación. Con Jesús comienza el Reinado de Dios porque la muerte y el pecado iban a ser vencidos. ‘Llega la victoria de nuestro Dios’. Hay que convertirse, y convertirse es creer en esa Buena Noticia. Dios en verdad será nuestro único Rey.
Estamos prácticamente comenzando a leer el evangelio de Marcos y éste es el primer anuncio que escuchamos. Pero, como siempre decimos, la Palabra de Dios no la podemos escuchar simplemente como un hecho pasado, sino que es la Palabra que Dios hoy nos dirige a nosotros. No es Palabra de un ayer, sino de un hoy. Hoy la escuchamos, hoy llega a nosotros. Podríamos recordar aquello de Jesús en la Sinagoga de Nazaret que nos narra san Lucas también en el comienzo de la actividad pública de Jesús. Cuando lee el sábado en la Sinagoga aquel pasaje de Isaías recordamos que el comentario de Jesús fue decir: ‘hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’. 
Hoy se cumple el plazo para nosotros; hoy llega la Palabra del Señor a nuestra vida; hoy nos llega la Buena Noticia de que el Reino de Dios llega a nosotros, se hace presente en nuestra vida. Y hemos de sentir, como nos decía san Pablo en su carta, ‘el momento es apremiante’. Así tenemos que tomarnos en serio la Palabra de Dios que se  nos anuncia. Hemos de dar una respuesta. Una respuesta de fe y de conversión. Creemos en el Señor que llega a nuestra vida; nos convertimos a El, porque ya queremos alejarnos para siempre del reino de la muerte para entrar en el reino de la vida, en el Reino de Dios.
Queremos ya ponernos en camino para seguir de todas todas a Jesús. Con prontitud. Con generosidad y radicalidad. Arrancándonos de nuestras redes de muerte. Para caminar a su luz. Para que El sea en verdad para siempre el centro de nuestra vida, el único Señor de nuestra vida. Tenemos que creer desde lo más hondo del corazón esa palabra de salvación que pronuncia para nosotros, ese anuncio de vida que nos hace. Y si le creemos, cambiaremos nuestra vida, dejaremos atrás muchas redes, muchas cosas que nos han atado hasta ahora para seguir para siempre su único camino, caminar a su paso, vivir su vida.
El Evangelio nos dice que Jesús ‘pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores…’ Allí están en sus tareas. Quien había anunciado que se cumplía el plazo y llegaba el Reino de Dios ahora invita a seguirle, a estar con El, a vivir ese momento nuevo del Reino de Dios. ‘Venid conmigo, sois pescadores de estos mares, de estos lagos, pero yo os haré pescadores de otros mares, os haré pescadores de hombres…’
Y Simón Pedro y Andrés creen en la Buena Noticia; lo mismo luego Santiago y Juan que estaban también con sus redes y con su barca, con su padre y con los jornaleros también creen, y cambian, y lo dejan todo. ‘Y se marcharon con El’. Es la señal de la conversión. Creen y cambian de vida. Conversión no es sólo penitencia; es mucho más, es el cambio radical, es el comenzar a vivir algo distinto. Creen en el anuncio que está haciendo Jesús y quieren vivir en su Reino, en el Reino de Dios. Es la Buena Noticia, el Evangelio en el que comienzan a creer y quieren vivir. Por eso, se van con El.
Es la llamada y la invitación que hoy nosotros escuchamos. ‘Se ha cumplido el plazo… el momento es apremiante…’ La luz tiene que comenzar a iluminar y de nosotros depende. El Señor nos la está poniendo en nuestras manos. El mundo necesita esa luz en medio de tantas sombras y oscuridades que nos envuelven y nosotros tenemos la luz en nuestras manos.
El Señor nos invita a ir con El, como a aquellos primeros discípulos. Y esa llamada no es de ayer ni de mañana, sino que es ahora cuando el Señor nos llama y nos invita a creer en la Buena Noticia para hacer presente el Reino de Dios en nuestro mundo. ¿Qué pasa con nuestra fe? ¿Se nos habrá adormecido? ¿La habremos ocultado? ‘El momento es apremiante’. ¡Cuánto tenemos que hacer! ¡Cuánto podemos hacer!
‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres’, sembradores de luz, mensajeros de esperanza, constructores de un mundo de amor.

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