¿Dónde está la firmeza de nuestra fe?
2Samuel, 12, 1-7.10-17;
Sal. 50;
Mc. 4, 15-40
‘¿Por qué sois tan
cobardes? ¿Aún no tenéis fe?’
Es la imprecación de Jesús a los discípulos que iban acobardados en la barca en
medio de la tormenta. Este texto nos está reflejando la debilidad de los
discípulos, perfecta imagen también de nuestra debilidad, al tiempo que se nos
manifiesta el poder de Jesús y la gloria del Señor.
‘Vamos a la otra
orilla’, les había
dicho Jesús. Ellos eran experimentados pescadores de aquel lago que tantas
veces habrían atravesado, probablemente también muchas veces en medio de
tormentas. Dada la situación geográfica del lago, la depresión terrestre y las
altas montañas en sus alrededores los expertos dicen que eran habituales. Ahora
mientras atravesaban a la otra orilla se presenta el huracán con fuertes
vientos y altas olas. La barca parece que casi se hundía mientras ‘Jesús estaba dormido sobre un almohadón’.
La fe de los discípulos se pone a prueba. Cuando surgen
las dificultades en la vida enseguida surgen los gritos de socorro pidiendo
ayuda a Dios. Y en medio de las dificultades y los problemas que duro se nos
hace el caminar y qué negras se ven las cosas. ¡Que nos hundimos! ‘Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?’
¿Por qué no vienes en nuestra ayuda? Pero el Señor está ahí, como estaba
aquella mañana dormido sobre el almohadón. ‘¿Aún
no tenéis fe?’ nos dice también el Señor como entonces.
Refleja, como decíamos, la debilidad de los apóstoles,
la debilidad de su fe. Creían, querían seguirle, con El iban a todas partes,
pero en ocasiones como ahora surgen las dificultades. Y parece que la fe se
pone en duda, se debilita y no se ven las cosas tan claras. ¿Jesús no había
curado a tantos enfermos? ¿No había expulsado el espíritu malo de aquellos
poseídos? ¿No había levantado a la suegra de Pedro de la cama y curado a todos
aquellos que habían acudido a su puerta o encontrado por los caminos? ¿Por qué
ahora parece dormir?
Son las dudas que surgen también en tantas ocasiones en
nuestro interior. Queremos creer pero a veces las cosas parece que vienen del
revés y todo son dificultades. Tormentas que nos aparecen en la vida que nos
hacen dudar, tener miedo. Como decíamos refleja también este texto nuestras
debilidades, la flojedad de nuestra fe, las dudas que nos aparecen
continuamente.
Será una enfermedad que nos aparece en nuestra vida, la
muerte de un ser querido, un problema al que no encontramos solución, un
contratiempo que nos desestabilizada y hace que muchas cosas cambien en nuestra
vida, dificultades y dudas que nos van apareciendo en la vida. ¿Dónde está la
firmeza de nuestra fe? ¿Dónde está la confianza que habíamos puesto en el
Señor? ¿Dónde quedan aquellos momentos de fervor que parece que se acabaron
para siempre?
Pero allí está el Señor. ‘Y se pone en pié e increpa al viento, y el viento cesó y vino mucha
calma’, nos dice el evangelista de manera que ‘se quedaron espantados y se decían unos a otros, ‘pero, ¿quién es
este? Hasta el viento y las aguas le obedecen’. Allí se manifiesta la
gloria del Señor, porque quien está allí es el Señor todopoderoso. Como se
manifiesta la gloria y el poder del Señor tantas veces en la vida cuando
sabemos confiar, cuando sabemos poner toda nuestra fe en El. Para nosotros es
también la gloria del Señor que se nos manifiesta.
También nosotros queremos manifestar nuestra fe en el
Señor y poner toda nuestra confianza en El. No queremos que los nubarrones de
la duda enturbien nuestra vida y nos hagan perder la fe. Queremos confiarnos
totalmente. Por eso al mismo tiempo que le decimos que creemos en El, porque a
veces en los momentos difíciles nos cuesta creer, le decimos que nos aumente la
fe, que nos conceda el don de la fe. Creemos, Señor, pero auméntanos la fe.
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