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lunes, 23 de enero de 2012


Necesitamos aprender a no ser intolerantes y saber descubrir lo bueno de los demás

2Samuel, 5, 1-7.10; Sal.88; Mc. 3, 22-30
En los días pasados eran los fariseos, ahora son los escribas o letrados los que se oponen a Jesús. Les costaba aceptar las enseñanzas de Jesús y rechazaban todo lo bueno que hacía; ahora de forma incluso blasfema incluso atribuyen el poder de Jesús y las cosas buenas que hace al poder del maligno.  ‘Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios’, le dicen.
Jesús quiere hacerlos recapacitar en lo que se atreven a decir porque en una pura lógica humana es algo que no se puede sostener. ‘Un reino en guerra civil no se puede sostener… Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido’, trata de explicarles Jesús.
Esta actitud tan negativa de aquellos letrados podría ayudarnos a reflexionar también en nuestras actitudes negativas en nuestra relación con los demás. Podría enseñarnos hermosas lecciones. Pero cuando nos ofuscamos en nuestras ideas y pensamientos, sobre todo cuando hacemos daño a los demás, nos resulta casi imposible razonar y ver las cosas de manera buena. Es algo blasfemo querer atribuir a Dios las obras del maligno, como decir que son hechas con el poder del maligno las obras buenas de Dios. Es el mal que se mete dentro de nosotros y nos ciega.
Cuántas veces nos cegamos en nuestro trato y relación con los demás y en el juicio que podemos hacer de las obras de los otros. Cuando se nos mete por dentro la envidia, el orgullo la pasión no somos capaces de ver las cosas buenas de los demás, y todo lo miramos detrás del cristal turbio de nuestros malos pensamientos o de nuestras malas ideas. Nos llenamos de pasión y solo vemos lo malo. Cuando nos dejamos encender por la ira que fácil brota la violencia de nuestro corazón y qué fácil se manifestará en las obras de nuestra vida. Cuando nos subimos al pedestal del orgullo no sabemos ver con buenos ojos a los demás y terminamos humillando y haciendo daño a los otros.
Nos sucede en muchos aspectos de la vida, en nuestras relaciones mutuas y que hará mermar una buena convivencia de los unos con los otros. El fanatismo en la defensa de nuestras ideas o maneras de pensar nos hace intolerantes y nos puede llevar hasta los odios, resentimientos y rencores. Cuántas personas ni se hablan porque les ciega el fanatismo de sus ideas en lo político, en los social o cultural. Y, repito, qué difícil es la convivencia con personas fanáticas de esta manera. Un fanático de esta manera nunca será capaz de ver lo bueno que pueda haber en el otro, aunque sea distinto, y siempre lo verá todo bajo ese prisma de la sospecha para pensar que todo lo que hace, piensa o dice el otro siempre es malo.
Qué importante y necesario es que sepamos respetarnos aunque opinemos distinto. Qué importante es que sepamos actuar con serenidad en la vida para mirar con ojos distintos a los demás y lo que hacen, para saber descubrir lo bueno que hay en los otros y saber aprovechar cada granito de arena bueno que cada uno podamos poner para conjuntamente hacer que nuestro mundo, nuestra sociedad sea mejor.
El amor cristiano que viene a enseñarnos Jesús nos enseñará a suavizar y mejorar esas actitudes negativas que se  nos pueden meter en el corazón. Nos enseña a ser humildes y sencillos, a respetar y valorar a los demás, a alejar de nosotros envidias, resentimientos, malos deseos hacia los demás, no nos permitirá ser orgullosos sino que llenará siempre nuestro corazón de humildad. Nos convendría leer y meditar una y otra vez el himno del amor cristianos que nos ofrece san Pablo en la carta a los Corintios.

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