Is. 56, 1-3.6-8;
Sal. 66;
Jn. 5, 33-36
‘Mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria’. Viene el Señor con su salvación. El tiempo del Adviento va avanzando y sentimos ya la cercanía de la navidad. Mañana, incluso, comenzaremos los ocho días intensos de preparación previos a la celebración del nacimiento de Jesús tan llenos de múltiples y coloristas costumbres en los más diversos lugares.
Una vez más en la Palabra del Señor escuchamos el anuncio que nos llena de alegría y que nos hace prepararnos intensamente. ‘Mi salvación está para llegar’. Salvación que, como nos enseña el profeta hoy, es para todos los pueblos, para todas las gentes. Todos están llamados. Nos pudiera parecer un tanto extraño este mensaje del profeta cuando en la conciencia del pueblo judío sentían que la salvación era para ellos y sólo para ellos. Los extranjeros estaban excluidos del pueblo de Dios. Pero ahora el profeta anuncia la extensión de la salvación a todos los hombres.
‘Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel y reunirá a otros a los ya reunidos’, terminaba diciéndonos. ‘A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor… y perseveran en mi alianza, los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios, porque mi casa es casa de oración…’
Por eso, como respuesta a este mensaje de esperanza y de salvación para todos, repetíamos en el salmo ‘oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben’. Y nosotros queremos unirnos a esta alabanza, y con todos queremos cantar la gloria del Señor.
‘Mi salvación está para llegar’, nos dice el Señor y nosotros nos alegramos en el Señor, pero disponemos nuestro corazón para acoger al Señor, para acoger su salvación. Queremos también permanecer en la Alianza del Señor, porque queremos seguir sus caminos, escuchar su Palabra, vivir en la ley del Señor. Nos cuesta a veces que la tentación nos acecha, y cuando menos lo pensamos, cuando más fuertes nos creemos, tropezamos una y otra vez y fallamos, y caemos en el pecado. Por eso esa vigilancia a la que se nos ha invitado desde el principio del Adviento.
Vigilancia y oración. Para llenarnos de Dios; para dejarnos inundar de su presencia; para recibir su gracia; para empaparnos de su palabra; para sentirnos iluminados por su Espíritu y conocer más y más a Jesús. Oración, para sentirnos fuertes en la gracia del Señor y poder superar la tentación. ‘No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’, decimos una y otra vez cuando rezamos el padrenuestro. Pero que lo hagamos con toda conciencia, que lo hagamos de verdad.
Vigilancia y oración que nos lleva a convertirnos de verdad al Señor. Necesitamos que llegue esa salvación del Señor a nuestra vida. Sentimos la necesidad de su salvación porque nos reconocemos pecadores y sabemos que solo en el Señor alcanzaremos el perdón.
Sentimos necesidad de su salvación porque muchas veces andamos como ovejas descarriadas y perdidas que necesitamos encontrar el verdadero camino de vida y de gracia y sabemos que es el Señor el que viene en nuestra búsqueda.
Sentimos la necesidad de la salvación porque muchas veces nos vemos agobiados por los problemas que nos van apareciendo en la vida, por los sufrimientos de todo tipo, por el dolor, por tanta muerte que nos acecha y solo en el Señor encontramos la vida.
Que llegue a nosotros el Señor con su salvación. Ven, Señor, no tardes más.
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