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martes, 27 de septiembre de 2011

Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén


Zac. 8, 20-23;

Sal. 86;

Lc. 9, 51-56

‘Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén…’ El que siendo Dios se abajó y descendió hasta nosotros inicia ahora su ascensión. ‘Se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo’. Por eso inicia su camino de subida a Jerusalén. No es sólo fisicamente el camino que llevaba desde Galilea hasta Jerusalén, que por eso los judíos para ir a Jerusalén siempre dirán que suben a Jerusalén, sea cual sea el camino, ya a través de Samaria, como será en este caso, o cuando van por el valle del Jordán, que desde Jericó iniciarán geográficamente esa subida a Jerusalén.

Pero no es solo el movimiento geográfico, que podríamos decir, sino que es algo más hondo. Porque es subida que también a nosotros nos pone en camino de Ascensión. Para eso ha venido, para levantarnos a nosotros, para subirnos con El.

Este movimiento de abajarse, de descender pero también de ascensión, de vuelta al Padre envuelve todo el evangelio de Lucas. Recordemos que así teminará el relato de su evangelio, con su asención al cielo. Pero ese movimiento de Ascensión pasa por la pasión y por la muerte. Ahora sube a Jerusalén consciente de que llega la hora de su vuelta al Padre pero en Jerusalén se ha de culminar su obra redentora para lo que ha descendido de los cielos hasta nosotros.

Pero ya, desde que inicia este camino de subida, podíamos decir que comienzan las señales de lo que va a ser su pasión redentora; comienzan los rechazos que tendrán su momento culminante en Jerusalén. Siempre estuvieron enfrente los fariseos y los letrados que no aceptaban lo que Jesús hacía o lo que enseñaba, pero en Jerusalén se va a manifestar más intensamente ese rechazo.

En este texto que hoy hemos escuchado aparece por una parte el rechazo de los habitantes de aquel pueblo de Samaría que no quisieron darle alojamiento porque eran judíos que iban a jerusalén. Bien conocido es el enfrentamiento entre judíos y samaritanos. Podríamos decir que esa negativa a dar alojamiento entraría en la normalidad de lo que eran las relaciones entre unos y otros.

Pero seguramente algo más fuerte dolería en el corazón de Jesús y es el que los propios discípulos todavia no terminaran de comprender su estilo y manera de hacer. ‘Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?’ Por algo los llamaría los hijos del trueno. No terminaban aún de comprender el sentido del mesianismo de Jesús; serían los que pedirían los primeros puestos. Quizá también aquellos poderes que les había dando cuando los había enviado de dos en dos con poder para curar enfermedades o expulsar demonios se les habían subido a la cabeza.

No es ese el estilo de Jesús. ‘No sabéis de qué espiritu sois. El Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres sino a salvalos’. En Jesús todo es amor y búsqueda del pecador. Es el pastor que busca la oveja perdida. Es el padre bueno que espera la vuelta del hijo pródigo. Es el que siempre nos está buscando y ofreciendo su amor y su perdón. Para algo subía El a Jerusalén ahora sabiendo que allí iba a haber pasión y muerte, pero que realmente era vida y salvación.

Caminemos al paso de Jesús, subamos a Jerusalén y carguemos con El la cruz. Vayamos con Jesús y aprendamos de la ofrenda de su amor y de su entrega. Vayamos con Jesús y empapémonos de su amor, de su vida. Vayamos con Jesús y preocupémonos siempre de lo bueno, de hacer el bien, de ayudar al hermano, de saber valorar siempre lo bueno que hay en el otro por pequeño que nos parezca.

Jesús quiere que vayamos con El y emprendamos ese camino de Ascensión. No tengamos miedo a la pasión, a la cruz porque como El aprendamos a poner amor. No tengamos miedo a la pasión y a la cruz, porque sabemos que hay resurrección, que hay vida nueva, que podemos con Cristo ir también hasta el Padre.

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