Un gran signo para nosotros y para que el mundo crea
Hechos, 5, 34-42; Sal. 26; Jn. 6, 1-15
Todos hemos escuchado más de una vez aquello de que ‘vale más una imagen que mil palabras’. Escuchando el evangelio hoy proclamado contemplamos una imagen significativa, un gran signo que realiza Jesús que nos quiere manifestar muchas cosas para despertar nuestra fe en El y para vivir en el estilo nuevo del Reino de Dios que El nos anuncia.
Es un texto en el que realmente no se nos dice directamente que Jesús se haya puesto a enseñar, sino que al contemplar la mucha gente que se había reunido ‘porque habían visto los signos que hacía con los enfermos’ y sintiendo lástima de ellos porque como dirá otro lugar del evangelio estaban exhaustos y como ovejas sin pastor se dispone a realizar el gran signo de la multiplicación de los panes y los peces. Fijémonos como el evangelista Juan para hablarnos de los milagros de Jesús siempre emplea la palabra ‘signo’.
Pero Jesús que nos trae la salvación quiere contar con el hombre, quiere contar con nosotros. El es el único salvador que va a dar su vida por nosotros derramando su sangre para el perdón de los pecados. Nos ofrece la salvación, pero el hombre ha de responder y colaborar. Ahora le dice a Felipe ‘¿con qué compraremos panes para que coman éstos?’. Y nos dice el evangelista que ‘lo decía para tantearlo pues bien sabía lo que iba a hacer’. Pero aparecerá también otro que ofrece colaboración. Lo que Jesús quiere. ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos?’ Pedirá luego la colaboración de los discípulos para repartir los panes y los peces entre todos, como para recoger lo que haya sobrado. Jesús quiere siempre contar con nosotros.
No importa que seamos capaces de grandes cosas o lo que hagamos sea algo pequeño y humilde. No importa en este caso la cantidad de panes y peces que pudiera haber para dar de comer a tantos. Pero ahí está la disponibilidad, la generosidad de quien comparte lo que tiene aunque sea poco; el poner a disposición, al servicio, los valores, aunque nos parezcan pequeños, que cada una tiene. Dios valora siempre lo pequeño por muy humilde que parezca. Porque el que sabe ser fiel en lo pequeño será capaz de ser fiel también en lo mucho o lo importante. Nos lo dirá Jesús en el evangelio muchas veces con parábolas y con ejemplos.
Este signo que realiza Jesús tiene también resonancias eucarísticas. No sólo va a dar pie para que al día siguiente en Cafarnaún comience a hablar del pan de vida y de que su Cuerpo es verdadera comida y su Sangre verdadera bebida, sino que hasta en los mismos gestos que Jesús realiza nos rememora lo que va a hacer en la última cena y que repetimos nosotros cada vez que celebramos la Eucaristía. ‘Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y lo repartió a todos…’
La gente supo leer el signo que Jesús estaba realizando reconociendo la grandeza y el poder de Jesús. ‘La gente, entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo’, que era en cierto modo una forma de reconocer en El al Mesías de Dios. Quieren hacerlo Rey, pero Jesús se retiró a la montaña él solo. Como tantas veces aparece en el evangelio de Juan, ‘no había llegado su hora’.
Nos está hablando Jesús también a nosotros a través de este signo, de todos los gestos y detalles que se van sucediendo en este hecho del evangelio. Tienen que provocar en nosotros ese reconociento de quién es en verdad Jesús para nosotros. Hemos de saber ver y leer todas esas señales que Jesús nos va dando. Jesús nos ofrece su vida y su salvación y los sacramentos son las grandes signos sagrados de su presencia y de su gracia. Pero Jesús nos va pidiendo una respuesta, una colaboración por nuestra parte. No podemos vivir una fe pasiva; no podemos tener una actitud pasiva en la vida.
Hemos de saber ir dando respuesta a esas señales que Dios pone junto a nosotros. Hemos de saber poner los cinco panes y dos peces de nuestros valores, de lo que somos o podemos hacer. Hemos de sentir como los discípulos el interrogante y la inquietud dentro de nuestro corazón viendo a esa multitud a quien también hay que alimentar con algo más que pan que sacie nuestra hambre material. ‘No sólo de pan vive el hombre…’ hemos repetido en la aclamación del aleluya al Evangelio. Iremos, tenemos que ir, a repartir ese pan pan material de muchas maneras a tantos que pasan necesidad a nuestro lado, pero hemos de saber llevar el otro pan que sólo desde Jesús podemos encontrar y que desde Jesús tenemos que repartir.
Qué gran signo para nosotros es la multiplicación de los panes y los peces que escuchamos en el evangelio con todos los gestos y detalles que suceden a su alrededor.
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