Hechos, 4, 23-31;
Sal. 2;
Jn. 3, 1-8
La transformación que se produce en el hombre que se ha encontrado con Cristo y llenándose de su gracia quiere vivir su misma vida es como un nuevo nacer, un nuevo nacimiento. Cuando decimos que creemos en Jesús y queremos llamarnos cristianos no se trata simplemente de acomodar o ajustarnos en algunas cosas a lo que nos enseña Jesús. Es algo mucho más hondo. Es un comenzar a vivir una nueva vida.
Esta expresión de renacer o un nuevo nacimiento es algo que decimos con toda propiedad cuando hablamos de convertir nuestra vida a Cristo, aceptarle por la fe y querer comenzar a vivir su vida. Es lo que decimos que significa el Bautismo en nuestra vida. No un mero rito como si fuera simplemente una inscripción que hacemos en una sociedad, sino una conversión para comenzar a vivir una nueva vida.
Es de lo que nos habla hoy el evangelio. ‘Un fariseo llamado Nicodemo, magistrado judío, fue a ver a Jesús de noche…’ nos dice el evangelio. Era un hombre principal, magistrado no sólo por su posible pertenencia al Sanedrín, como en otro lugar del evangelio aparece, sino en el sentido también de que era maestro en Israel, maestro de la Ley. Más adelante Jesús lo llamará así, maestro de Israel.
Seguía a Jesús no abiertamente sino como a ocultas. Va de noche a ver a Jesús. A la hora de la condena de Jesús dará la cara y dirá que en Israel no se puede juzgar a nadie sin que se le escuche, y a la muerte de Jesús le veremos junto a José de Aritmatea encargándose del cuerpo de Jesús para darle sepultura.
Va a ver a Jesús porque hay inquietud en su corazón. Le interrogan por dentro las cosas que ve en Jesús. ‘Nadie puede hacer las cosas que tú haces si Dios no está con él, por eso sabemos que has venido de parte de Dios’, le dice a Jesús para iniciar la conversación que traía tantas inquietudes en el corazón.
Es cuando Jesús habla de ese nacer de nuevo, de la radicalidad que tiene que significar seguirle. ‘Te lo aseguro el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios’. Jesús ha comenzado a hablar del reino de Dios y lo primero que ha pedido a la gente es la conversión, tal como nos lo expresan los evangelios sinópticos. Ahora en el evangelio de Juan se nos habla de nacer de nuevo. Es una nueva vida. Sin ese cambio, sin esa transformación no se puede ver el Reino de Dios, no se puede entender el Reino de Dios. Hay que ver las cosas de distinta manera, es algo nuevo lo que Jesús nos está ofreciendo.
No entiende Nicodemo las palabras de Jesús y hace una interpretación literal de lo que Jesús está diciendo. ‘¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?’ Es Nicodemo el primero que tiene que cambiar para entender las palabras de Jesús. Como buen fariseo se aferra a la letra de la ley o de lo que se dice y asi es difícil entender el verdadero sentido de lo que Dios nos quiere decir o pedir. Es algo que en su ritualismo e interpretaciones literales hacen de forma habitual los fariseos. Hay que dejar que entre el Espíritu en el corazón del hombre para poder entender el misterio de Dios, la Palabra que Dios nos dice.
‘Te lo aseguro, el que no nazca de agua y Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios… no te extrañes de que te haya dicho
Nos habla del agua y del Espíritu y nos está hablando del Bautismo, de un nuevo bautismo, que no es sólo un baño purificador o penitencial como el Bautismo de Juan allá en el Jordán. Utilizaremos, es cierto, el signo del agua porque es baño, pero el que actúa de verdad en el corazón del hombre es el Espíritu Santo, que realizará esa transformación, ese nuevo nacimiento a una nueva vida con todas sus consecuencias. Y eso lo podremos entender por la fe. Eso podrá realizarse en nosotros desde la fe.
Cuánto tendríamos que reflexionar sobre todo lo que significa el bautismo en nuestra vida. Cuánto tenemos que valorar ese Bautismo que un día recibimos para que en verdad lleguemos a vivir esa nueva vida que ha nacido en nosotros.
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