Hechos, 8, 1-8;
Sal. 65;
Jn. 6, 35-40
‘Se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría’. Fue a partir de la lapidación de Esteban. Hasta ahora habían metido en la cárcel a los apóstoles, les habían prohibido hablar en el nombre de Jesús, los habían castigado, pero ahora se iba más allá. Se cumplía lo anunciado por Jesús de lo que por causa de su hombre habían de sufrir los que creyeran en El.
Y llega el momento de la dispersión. De todo hemos de saber sacar buenas consecuencias y el Señor nos habla de muchas maneras por medio de todo lo que va sucediendo. Estos primeros momentos de persecución son también una llamada del Señor. La narración que nos va haciendo Lucas de aquellos primeros momentos de la comunidad de los creyentes en Jesús no nos oculta nada de lo que va sucediendo. Nos habla también de esos momentos difíciles como puede ser el comienzo de las persecuciones pero que en la providencia de Dios son el inicio y el empuje para ir por todas partes cumpliendo el mandato de Jesús. Es, pues, el momento de que también se anuncie la Buena Noticia por otros lugares. Son los caminos de Dios, su providencia amorosa. ‘Y al ir de un lugar para otro iban difundiendo la Buena Noticia’, el evangelio de Jesús.
‘Felipe bajó a la ciudad de Samaría y predicaba allí a Cristo’. Y a Felipe, uno de los siete diáconos elegidos para el servicio de la comunidad, le vemos predicando con mucho ardor el evangelio de Jesús y realizando grandes signos y prodigios. Escucharemos estos días incluso cómo dejándose llevar por el Espíritu del Señor anunciará el nombre de Jesús al eunuco ministro de Candases, reina de Etiopía, y llegará incluso a bautizarlo, siendo conducido luego por el Espíritu a otros lugares para seguir predicando el evangelio. Lo escucharemos mañana.
Antes de la Ascensión Jesús les diría a los apóstoles que una vez recibido el Espíritu Santo serían sus testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra. Es lo que ya estamos contemplando. Al principio los Hechos de los Apóstoles nos narran lo que iba sucediendo en Jerusalén en aquellos primeros momentos de la comunidad cristiana. Pronto ya los veremos cómo se va extendiendo el anuncio del evangelio por todas partes cumpliendo el mandato de Jesús. Los momentos difíciles no los encierran sino todo lo contrario los impulsan a hacer un anuncio más valiente por todas partes. Contraste con la actitud de los apóstoles antes de conocer la resurrección del Señor, 'estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos', pero una vez que se llenaron de su Espíritu saldrán con valentía a hacer el anuncio de Jesús.
Creo que de todo esto que vamos comentando siempre podemos sacar lecciones para nuestra vida, para nuestra fe, para nuestro compromiso cristiano. Nos recuerda el mandato de Jesús que a todos los que creemos en El nos hace misioneros y apóstoles porque en todo momento hemos de dar ese testimonio del nombre de Jesús, de esa fe que tenemos y vivimos.
Fe que muchas veces nos cuesta vivir y expresar por muchas razones, podíamos decir. No siempre es fácil el testimonio; muchas veces nos podemos sentir acobardados por la reacción negativa que nuestro testimonio pudiera producir. Nos sentimos débiles en ocasiones y cuando quizá en medio del dolor, del sufrimiento tenemos que desde la fe darle un sentido a nuestra vida, no sabemos, nos sentimos incapaces, se nos nublan los ojos del alma y no vemos por donde tendríamos que caminar.
Pero es el momento de sentir la fortaleza del Espíritu del Señor que siempre está en nosotros y con nosotros. El nos dará su luz y su gracia para que sepamos vivir esas situaciones con el sentido de la fe, con el sentido de Jesús ya que nos llamamos cristianos. Lo que nunca debemos hacer es encerrarnos en nosotros mismos. Aprendamos de aquellas primeras comunidades cristianas y de aquellos cristianos que tras los momentos duros de la persecución fueron capaces de ir a anunciar el nombre de Jesús, la fe en Jesús por todas partes.
Que el Señor nos dé ese arrojo y valentía. Que no nos falte nunca la fuerza del Espíritu del Señor. Que seamos siempre misioneros de nuestra fe con el testimonio de nuestras palabras y nuestra vida.
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