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jueves, 12 de mayo de 2011

Comemos a Cristo en la Eucaristia para vivir por El


Hechos, 8, 26-40;

Sal. 65;

Jn. 6, 44-52

‘El que coma de este pan vivirá para siempre’, nos afirma Jesús. Ya nos había dicho que buscáramos ‘el alimento que perdura, el que os dará el Hijo del Hombre’. Y nos ha ido descubriendo cuál es ese alimento de vida para siempre y nos había hecho desear ese pan.

‘Señor, danos siempre de ese pan’, pedían los judíos y pedimos nosotros. Y sabemos que ese Pan de vida eterna es El. ‘Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí nunca pasara sed’.

Nos queda poner toda nuestra fe en El ‘porque todo el que ve al Hijo y cree en El, tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día’. El nos dirá en otro lugar del evangelio que ha venido para que tengamos vida y vida abundante. Lo escucharemos el domingo.

Pero va a decir cosas que les va a costar entender a aquellas buenas gentes de Cafarnaún. ‘Yo soy el pan vido que ha bajado del cielo… y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo’. Tenemos que comer a Cristo. ‘Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Y el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día’. Será algo que les va a ser difícil entender y provocará que muchos le abandonen y no quieran ya seguir con El.

Nosotros ya ahora podemos entenderlo, aunque no siempre lo asimilamos lo suficiente, porque conocemos ya lo realizado por Jesús en la cena pascual. Y es el misterio grande que celebramos cada día en la Eucaristía. Milagro de amor, locura de amor, que podemos decir. De tal manera quiere Cristo darnos su vida que se hace pan en la Eucaristía para que le comamos, pero no para que comamos un pan cualquiera sino para que le comamos a El.

El comer, y en este caso comer a Cristo, es entrar en la comunión más íntima y más profunda. Lo comido se hace uno con aquel que lo come; de tal manera asimilamos nosotros los alimentos que nos fortalecen y nos llenan de vida. ¿Es la energía que recibimos en el alimento? Podemos decir algo así en el orden natural, pero cuando estamos comiendo a Cristo estamos entrando en una comunión intima y profunda con El. Nos hablará Cristo de cómo quiere habitar en nosotros. ‘El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él’, seguirá diciéndonos. ‘Yo vivo por el Padre, nos dirá, y el que me come vivirá por mí’.

Creemos en Jesús; queremos seguirle; queremos sentir sobre nosotros su gracia salvadora que nos da el perdón y la gracia; queremos vivir su vida, que ya no es sólo parecernos a El porque así le queremos imitar totalmente impregnándonos de sus sentimientos y de sus virtudes.

Pero es algo más. Cristo quiere habitar en nosotros y que nosotros habitemos en El. Es a eso a lo que nos tiene que llevar el comulgar, el comer a Cristo en la Eucaristía. Es algo grande, maravilloso, profundo, que abarca toda nuestra vida, que nos hace sentir distintos, porque ya no será nuestra vida sino el vivir a Cristo, vivir por Cristo.

Decíamos antes que no terminamos de asimilar todo lo que significa la Eucaristía, el comer a Cristo. Con cuántos deseos de Dios tenemos que acercarnos a la Eucaristía, queriendo ser conscientes de la maravilla, del milagro de amor y de gracia que se realiza en nosotros cada vez que comulgamos. No podemos acercarnos de cualquier manera a la comunión. Con qué santidad y pureza y con qué deseos de santidad hemos de hacerlo. No podemos acercarnos indignamente. ‘Señor, no soy digno…’ le decimos siempre antes de comulgar. Pero que lo digamos conscientes, con todo sentido. Pero nos acercamos también con ese deseo de esa manera dejarnos transformar por El cuando le comamos.

Qué distintos tenemos que salir de la Misa después de recibir la comunión. Con qué mirada nueva tenemos que mirar a los demás, con qué actitudes nuevas tenemos que tratarlos. Sería incomprensible que habiendo riñas entre unos y otros nos atreviéramos a acercarnos a comulgar sin antes habernos reconciliado. Y sería incomprensible de la misma manera que después de haber comulgado a Cristo saliéramos también entre riñas y pendencias.

Meditemos bien el misterio al que nos acercamos. Meditemos bien lo que significar acercarnos a comulgar a Cristo. Meditemos bien lo que significa comer a Cristo en la Eucaristía y seremos más santos.

1 comentario:

  1. Alabado sea Jesucristo en el Santisimo Sacramento del Altar!

    Mil gracias querido p. Carmelo por tomarse el tiempo de compartir cada dia estas semillitas de VIDA... pido a Dios por intercesion de Nuestra querida Madre y Hermosura del Carmelo derrame en usted aquellas gracias que solo Nuestro Amado Señor sabe usted mas necesita para que por medio de su entrega pueda el mismo Dios hacerse presente en este nuestro mundo que tanto lo necesita.

    Me encomiendo a su oracion.

    Viva Cristo Rey y Santa Maria de Guadalupe!!

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