Eclesiástico, 6, 5-17;
Sal. 118;
Mc. 10, 1-12
‘Un amigo fiel no tiene precio ni se puede pagar su valor; un amigo fiel es un talismán, el que teme a Dios lo alcanza…’ Hermoso canto a la amistad nos ofrece el texto del Eclesiástico que hoy hemos proclamado.
Nos habla de cómo conseguir un amigo y lo que es un verdadero amigo. ‘Serán muchos los que te saluden…’ nos dice, pero entrar en la categoría de los amigos, de la amistad verdadera es algo más que un saludo o un conocimiento momentáneo. ‘Hay amigos de un momento… que acompañan en la mesa pero no aparecen en el momento de la desgracia… que cuando te va bien están contigo, cuando te va mal huyen de ti…’ y así nos sigue diciendo y explicando el sabio del Antiguo Testamento. Fijémonos como el autor sagrado va resaltando continuamente lo de un amigo fiel.
Un amigo verdadero, una amistad auténtica tiene que nacer de un corazón sano y desinteresado. La amistad entra en la categoría del amor verdadero. Y tienes que estar llena de fidelidad y de lealtad. Y cuando hay amor verdadero no nos movemos por intereses ni sólo somos amigos para los buenos momentos. Quien no sabe tener un amigo creo que le es bien difícil entender todo lo que nos dirá Jesús del amor como raíz y como base de todas nuestras relaciones humanas; difícilmente entenderá todas las características que Jesús nos dará de lo que tiene que ser el amor del cristiano.
Serán todas aquellas características de las que nos hablará san Pablo en la carta a los Corintios. ‘El amor es paciente y bondadoso, no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia; no es grosero ni egoísta, no se irrita ni lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta’. Confrontándolo con lo que nos dice aquí el apóstol encontramos quizá muchas carencias en nuestra amistad, tenemos que reconocer.
Precisamente hoy en el evangelio sale el tema del matrimonio y del divorcio con la pregunta que le hacen los fariseos a Jesús. Y Jesús les responde con la radicalidad que tiene que vivirse el amor matrimonial. ‘Por vuestra terquedad dejó escrito este precepto’, les dice. Y les recuerda lo que es la voluntad de Dios desde la creación. ‘Ya no son dos sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre’, termina sentenciando. Y nos dice cosas que quizá hoy en los tiempos que vivimos nos puedan parecer duras e imposibles del cumplir.
Alguien puede decirme que miremos la experiencia de lo que sucede a nuestro alrededor. Como dicen muchos es que el amor se acabó. Pero quizá tendríamos que analizar muchas veces si ha habido amor verdadero y auténtico en la pareja cuando se han decidido por el matrimonio; si ha habido un amor maduro y bien forjado hundiendo además sus raíces en lo que es el amor de Dios. Porque también hemos de reconocer que se puede hablar de amor, como deciamos antes de la amistad, con mucha superficialidad y sin hondura. Tendríamos que aprender primero lo que es un amor verdadero, una auténtica amistad y alcanzando esa madurez en el amor y la amistad podamos llegar a entender y vivir lo que es un amor matrimonial auténtico, que es mucho más que pasión. Mucho tendríamos que reflexionar en este sentido.
Pero creo que hemos de escuchar y entender bien las palabras de Jesús. Todas esas características de las que nos ha hablado san Pablo en la carta a los Corintios que hemos mencionado tienen que ser algo más que un texto bonito y poético que como suena tan bien pues hasta muchas parejas lo escogen para la celebración del sacramento del matrimonio. Es algo más que un texto bello y poético. Son las características de un amor humano verdadero, no solo el matrimonio, sino también de la amistad y base de todas nuestras relaciones humanas que hemos de saberlas fundamentar en el amor.
Y hemos de entender también que el amor verdadero es un don de Dios. Con Dios hemos de contar. A Dios tenemos que invocar y pedirlo. Que el Señor nos conceda el vivir una amistad auténtica y un amor verdadero.
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