Eclesiástico, 4, 12-22;
Sal. 118;
Mc. 9, 37-39
El celo por Jesús hará que Juan arremeta contra todo el que haga algo bueno y a él no le parezca que es de los del grupo de Jesús. ‘Hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros’. Le entraba como un fanatismo que rayaba en un exclusivimo como si el hacer algo bueno sólo fuera una capacidad suya. ¿Cómo puede uno arrogarse el actuar en nombre de Jesús si no es del grupo de los discípulos de Jesús? Es algo que a Juan no le cabe en la cabeza.
Ya hemos escuchado la respuesta de Jesús. ‘No se lo impidáis porque uno que hace milagros en mi nombre, no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro’. No se puede apagar la llama. No se puede esconder la luz aunque nos parezca insignificante. No podemos rehusar o rechazar la bondad de lo que hacen los demás porque a nosotros nos puedan parecer distintos.
Creo que es mensaje de Jesús quiere enseñarnos muchas cosas. Siempre tenemos que valorar lo bueno que veamos en los demás. Valorarlo, respetarlo, promoverlo incluso. La bondad no es algo exclusivo nuestro. La mirada con que hemos de mirar a los que nos rodean tiene que ser una mirada libre de prejuicios, como si nadie más que nosotros fuera capaz de hacer cosas buenas.
Qué fáciles somos a poner defectos en las cosas que hacen los demás cuando son personas que no nos caen bien o que no pertenecen a nuestro círculo. ¡Esos herejes, pensamos a veces, cómo van a ser capaces de hacer algo bueno! Por eso, repito, tenemos que aprender a valorar todo lo bueno que hacen los otros, sean quienes sean. De actitudes y posturas negativas así en relación a los otros surgen fácilmente luchas, divisiones, malos entendimientos, recelos y desconfianzas y hasta enfrentamientos.
Nos suceden cosas así en el día a día de nuestra vida y en nuestra relación con los que nos rodean. Y suceden porque somos desconfiados, por los orgullos y amor propio que se nos meten tantas veces en el corazón. ¿No contemplamos amargamente a veces esos enfrentamientos entre grupos políticos que nunca son capaces de aceptar que el otro pueda ser capaz de hacer algo bueno?
Triste es que esos recelos y desconfianzas se nos metan muchas veces entre los grupos de creyentes; que esos brotes de negatividad puedan aparecer en el seno de la Iglesia que nos lleven a divisiones, enfrentamientos y hasta enemistades entre los grupos dela Iglesia. Hablamos de división en la Iglesia y pensamos en las divisiones que podríamos llamar tradicionales entre unas iglesias cristianas y otras, pero tendríamos que pensar en algo más cercano en el círculo de nuestras parroquias o de nuestra misma diócesis donde encontramos muchas veces esa falta de comunión y de auténtica unidad. Y eso, ¿por qué? Por no querer reconocer humildemente por una parte y con gratitud a Dios los carismas buenos que puedan surgir en los otros grupos cristianos.
Pidámosle al Señor que nos conceda ese espíritu de unidad y de comunión; que el Espíritu de Sabiduría nos haga abrir los ojos para ver, comprender y hasta saborear tantas cosas buenas que tenemos que ser capaces de ver en los otros, sean quienes sean. Que El Señor nos dé una mirada limpia y sin malicia para ver siempre en primer término las cosas buenas de los otros.
‘El que no está contra nosotros está a favor nuestro’. Que seamos capaces de comprenderlo y ser capaces de vivir esa bondad en el corazón cada día de nuestra vida.
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