1Cor. 4, 1-5;
Sal. 36;
Lc. 5, 33-39
‘Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios…’ Una referencia a la vida del Apóstol; una referencia a la vida de todo el que tiene que ser apóstol, pastor en medio del pueblo de Dios. Servidores de Cristo. Administradores de los misterios de Dios. Una vida vivida en total fidelidad. ‘Lo que se pide a un administrador es que sea fiel’, continuaba diciéndonos san Pablo.
Una fidelidad que no actúa por miedo a los juicios humanos, que no busca alabanzas ni reconocimientos humanos. Actúa con rectitud y en conciencia. Tiene que ser fiel allá en lo hondo de su conciencia. El único juicio válido es el de Dios. ‘Mi juez es el Señor… El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón, entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece’. Pido al Señor que no sea severo sino misericordioso cuando me presente ante El. El Señor es rico en misericordia, a ella me quiero acoger.
Pero tenemos que decir que este texto, aunque con esa clara referencia a los pastores, sin embargo ilumina también la vida de todo cristiano. En nuestras manos está el evangelio que tiene que iluminar la vida de cada uno, pero también con el que tenemos que iluminar la vida de los demás. El Señor ha puesto su evangelio en nuestras manos y hemos de reconocer que todo somos apóstoles y mensajeros del Reino. En consecuencia también con fidelidad y con que rectitud hemos de vivir nuestra vida. Todos.
Lo que nos dice el salmo, que nos ha valido como siempre para nuestra oración de respuesta a la Palabra proclamada, nos da pautas de cómo ha de ser esa rectitud que ha de adornar la vida de todo cristiano con una serie de hermosas virtudes y valores.
‘El Señor es quien salva a los justos’, fuimos repitiendo. Pero se nos decía, lo meditábamos, lo íbamos rumiando en nuestro interior, ‘confía en el Señor y haz el bien… practica la lealtad… la justicia, el derecho…’ la búsqueda del bien y de lo bueno tiene que estar siempre presente en mi vida. Mucho más que un adorno, actitudes profundas que se manifiestan en los actos de nuestra vida, en nuestra relación con los demás, en todo lo que vamos haciendo.
Justicia, derecho que nos llevan al buen trato al otro, sea quien sea, al respeto de la dignidad de todos, a la valoración de toda persona; justicia, derecho que nos llevan a un compartir solidario y tendríamos que decir también en justicia; lo que tenemos no es sólo nuestro sino que todo tiene que redundar en el bien común, a los otros les pertenece también porque son bienes que Dios creó para el hombre, para todo hombre. ¿Cómo en justicia puedo yo estar en la abundancia, mientras el hermano a mi lado está en necesidad?
‘Apártate del mal y haz el bien’, seguía diciéndonos el salmo porque el Señor y sus mandatos son nuestra delicia, nuestra dicha, nuestra gloria. Caminemos por caminos rectos, caminos de amor y de bondad, caminos de justicia y santidad y el Señor será nuestro premio, nuestra dicha. ‘Cada uno recibirá de Dios lo que merece’, que nos decía el apóstol.
Que así sea nuestra vida, y que así nos manifestamos ante los demás. Servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Serán caminos que atraerán a los otros hasta el Señor.
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