2Tim. 2, 8-15;
Sal. 24;
Mc. 12, 18-24
El letrado se acercó a Jesús para preguntarle ‘¿qué mandamiento es el primero de todos?’, pero quizá alguien podría acercarse a nosotros para preguntarnos por nuestra fe, para que demos razón de lo que creemos, lo que nos hace en verdad cristianos. Es algo que hemos de tener bien claro. Lo que es nuestra fe y lo que en consecuencia vivimos. Cuál es ese evangelio en el que nosotros creemos y por el que nos decimos salvados.
De una forma clara nos lo dice Pablo en su carta a Timoteo. ‘Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David’. Y nos dice rotundamente: ‘Este ha sido mi evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas como un malhechor…’
El centro del Evangelio es Jesús. Esa es la Buena Noticia, Jesús, muerto y resucitado. Jesús, muerto y resucitado es la Buena Noticia. Por ello Pablo ha llegado hasta la cárcel, y llegará hasta entregar la vida. Cristo, muerto y resucitado que es nuestra salvación. Cristo, muerto y resucitado es nuestra vida.
Confesamos nuestra fe en Jesús y nos queremos unir a El, vivir su vida. Con todas sus consecuencias. Es una camino de vida, de perseverancia, de fidelidad el que hemos de seguir. Y unirnos a Cristo muerto y resucitado es hacer esa muerte y resurrección vida en nosotros. Por eso Pablo nos ha dicho: ‘Si morimos con El, viviremos con El. Si perseveramos, reinaremos con El…’ Morir con Cristo porque cuando le seguimos y le queremos vivir hemos de dar muerte en nosotros a todo lo que nos pueda alejar de El, hemos de dar muerte al pecado. Toda la vida del cristiano desde el Bautismo es un participar de su muerte y resurrección.
Un camino que como decíamos nos exige perseverancia y fidelidad. Permanecer fiel, confesarle, dar testimonio de El, ser su testigo. Nos cuesta a veces, pero El está con nosotros, nos ha dejado su Espíritu para que podamos vivirlo, como hemos venido reflexionando últimamente.
Todo siempre para la gloria de Dios. Y daremos gloria al Señor desde esa fe en Jesús pero con nuestro amor fiel y total. Aquel mandamiento del Antiguo Testamento sigue siendo también mandamiento para nosotros. ‘¿Cuál es el mandamiento principal?’, recordamos que preguntaba aquel letrado a Jesús. ‘El Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es éste, añade Jesús: Amarás a tu prójimo como a ti mismo’.
Porque no habíamos cumplido ese mandamiento del Señor, sino que habíamos llenado nuestra vida de infidelidad y pecado, viene Cristo a salvarnos y redimirnos. Su muerte en la cruz es redentora, nos llena de salvación. Pero confesamos a Jesús, como decíamos, muerto y resucitado. Es la Buena Noticia, es el Evangelio de nuestra salvación. Claro que tenemos que sentirlo como la gran Noticia, sentirnos amados de Dios de tal manera que Cristo muere por nosotros.
Por eso nuestra respuesta tiene que pasar por la fidelidad y por el amor. Y el amor del Señor fiel siempre, a pesar de tantas infidelidades nuestras, de tantas negaciones que pudiera haber en nuestra vida a causa de nuestro pecado. Pero así de grande es el amor del Señor.
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