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miércoles, 2 de junio de 2010

Sé de quien me he fiado

2Tim. 1, 1-3.6-12;
Sal. 122;
Mc. 12, 18-27

‘Sé de quien me he fiado… no me siento derrotado’. ¡Qué entereza la del apóstol cuando escribe esta segunda carta a Timoteo! ‘Apóstol, por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús… de este evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro… y ésta es la razón de mi penosa situación presente’.
Mucho ha tenido que sufrir a causa del evangelio; en una de sus cartas da detalles impresionantes de las persecuciones sufridas. Ahora está en la cárcel e incluso se siente abandonado por muchos. Pero él sigue firme, ‘sé de quien me he fiado’, ha puesto toda su confianza en el Señor. Y aún tiene ánimos para exhortar a Timoteo, ‘hijo querido’, como lo llama, a que no tenga miedo de enfrentarse, ‘a tomar parte en los duros trabajos del evangelio según las fuerzas que Dios te dé’.
Dos cartas ha escrito Pablo a su discípulo Timoteo, que le ha venido siguiendo desde Listra en su segundo viaje, y a quien ha puesto al frente de la comunidad de Éfeso. Se le suelen llamar cartas pastorales, porque principalmente son exhortaciones y consejos sobre cómo ha de realizar su tarea pastoral en aquella comunidad que se le ha confiado. Pero nos sirven bien a todos, porque en ellas nos ha dejado un hermoso mensaje que para nosotros es Palabra de Dios, palabra que el Señor quiere decirnos.
Se siente gozoso interiormente el apóstol por la firmeza de la fe de Timoteo y le recuerda cómo ha de ser fiel en todo momento a la gracia que el Señor ha depositado en él. ‘Doy gracias a Dios… tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día… aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos…’
Aunque Pablo está haciendo una referencia clara a la misión concreta que Timoteo ha recibido para ser pastor de aquella comunidad por la que ha de desvivirse – bien me sirve a mí como sacerdote recordarlo, avivar esa gracia de Dios en mí que me ha hecho sacerdote – sin embargo nos vale a todos para que no olvidemos cuantas gracias ha derramado el Señor en nosotros y para que tengamos la fortaleza del Espíritu del Señor para el testimonio de nuestra fe que hemos de dar en todo momento.
Decíamos al principio de la entereza del apóstol a pesar de los momentos difíciles por los que pasaba. También nosotros podemos tener momentos bajos, pasar por situaciones difíciles, sentir el asedio de la tentación que nos quiere arrastrar al pecado, o podemos incluso pasar por momentos de tibieza espiritual, pero nuestra fe ha de ser firme. Nuestra confianza hemos de ponerla totalmente en el Señor. No nos faltará nunca la gracia del Señor que nos acompaña.
Como el apóstol también nosotros tenemos que aprender a decir ‘sé de quien me he fiado’. Por eso nos decía: ‘El nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo… que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal’.
Que así seamos capaces de vivirlo.

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