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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Mirad que envío mi mensajero que prepare el camino ante mí

Mal. 3, 1-4; 4, 5-6
Sal. 24
Lc. 1, 57-66


‘¿Qué va a ser de este niño?’ se preguntaba la gente de la montaña. ‘Porque la mano del Señor está sobre él’. Muchas cosas habían sucedido en torno a su nacimiento. Sus padres eran mayores. Isabel, su madre, considerada estéril. Zacarías se había quedado mudo desde que había vuelto del servicio del templo. El nombre de Juan en lugar de Zacarías como hubiera sido lo normal. Ahora su lengua se había soltado y bendecía a Dios. ‘La noticia corrió por toda la montaña de Judea’.
‘¿Qué va a ser de este niño?’ Era el mensajero que venía a anunciar la llegada del rey. Hoy con los medios de comunicación que tenemos es suficiente con una rueda de prensa, una noticia en la radio o la televisión, y no digamos en internet, y todo el mundo se entera del personaje importante que llega, o de un acontecimiento que se piensa que va a suceder. En la antigüedad la llegada de los reyes o altos personajes era anunciada por mensajeros que previamente se enviaban por donde había de pasar el rey. Además había que cuidar todos los preparativos.
‘Mirad que envío mi mensajero, para que prepare el camino ante mí…’ había dicho el Señor por medio del profeta. ‘Será fuego de fundidor, como lejía de lavandero; se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán la ofrenda como es debido…’ El fuego del fundidor refina los metales preciosos para quitarle las escorias y hacerlos resplandecer; la lejía del lavandero limpia de toda impureza para que las vestiduras brillen en su blancura. Hermosas imágenes.
Juan es el mensajero; es ‘la voz que clama en el desierto’, pero que se escuchará en Judea y toda Palestina, y a él vendrán de Jerusalén y de todas partes para escuchar su anuncio y su mensaje. Hay que preparar los caminos del Señor. Será la misión de Juan. Será la voz que anuncia la llegada de la Palabra. ‘Preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto’. Bautiza en el Jordán para el arrepentimiento y la conversión.
Hoy en el evangelio sólo estamos contemplando su nacimiento, pero en la cercanía de la Navidad su figura y su mensaje es importante a tener en cuenta para preparar la venida del Señor, la celebración que será memorial de su nacimiento pero que será nacimiento real y místico a la vez en nuestra vida y en nuestro corazón, con el que vamos a hacerle más presente en nuestro mundo.
Es lo que vamos a tener en cuenta. ‘Mirad y levantad vuestras cabezas; se acerca vuestra liberación’, nos dice la Iglesia en su liturgia al rezar el salmo responsorial. Hemos de despertar, estar atentos y preparados para la venida del Señor. Así hemos de purificar nuestro corazón como lo hemos venido haciendo en estos días al celebrar el sacramento de la Penitencia, y al dejarnos conducir por el Espíritu del Señor que nos ha llevado de la mano en la Palabra de Dios proclamada con tanta riqueza día a día en este tiempo de Adviento. Los signos que hemos ido realizando, como el haber encendido semana a semana la corona del Adviento, la oración que hemos intensificado, todo nos va preparando, ayudando a tener el corazón bien dispuesto para el Señor.
Con firmeza, con alegría, con esperanza hemos ido caminando y llega el día del Señor. Que nos encontremos bien dispuestos.

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