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viernes, 5 de junio de 2009

Que en todo se manifieste la alabanza y la bendición al Señor

Tobías, 11, 5-17
Sal.145
Mc. 12, 35-37


Todo es gozo y alegría, alabanza y bendición al Señor en este texto de Tobías que hoy hemos escuchado. Estamos en medio de un pueblo creyente y en una familia que el autor sagrado nos quiere presentar de manera especial en esa actitud creyente.
Es el regreso del joven Tobías con su nueva esposa a la casa del padre. En el texto que nos hubiera correspondido escuchar ayer hubiéramos contemplado las circunstancias de la boda del joven Tobías con Ana, la hija de Ragüel de la que ya anteriormente se nos había hablado. Celebración realizada también en un sentido creyente, de manera que incluso parte de dicho texto suele proclamarse muchas veces en nuestras celebraciones del sacramento del matrimonio por la oración de bendición y alabanza al Señor de los jóvenes esposos a la hora de su matrimonio.
Hoy se repiten varias veces esos momentos de bendición, alabanza y acción de gracias a Dios. Ya el arcángel ‘Rafael le había dicho a Tobías. Nada más entrar en tu casa, adorar al Señor tu Dios y le das gracias…’ Así lo hicieron por ‘Tobit y su mujer le recibieron con besos y rompieron a llorar de alegría. luego adoraron a Dios, le dieron gracias y se sentaron…’ Finalmente, una vez que Tobías realizó en los ojos de su padre las indicaciones del ángel de Dios y, al recobrar la vista el anciano Tobías, ‘todos glorificaron a Dios. Y Tobit dijo: Te bendigo, Señor, Dios de Israel, que si antes me castigaste, ahora me has salvado y puedo ver a mi hijo Tobías’.
He querido subrayar este aspecto de adoración, alabanza y bendición al Señor, porque creo que es un hermoso testimonio y ejemplo que necesitamos recuperar en nuestra vida. Bien sabemos lo que nos suele pasar: somos muy pronto para orar y pedir al Señor que nos ayude en nuestras necesidades y problemas, pero qué tardos somos para la gratitud y la acción de gracias.
Ya recordamos cómo Jesús en una ocasión se quejaba en el evangelio por esa falta de reconocimiento de la acción de Dios y la acción de gracias. Recordamos aquellos diez leprosos que fueron curados en el camino al paso de Jesús y que, una vez curados, uno solo volvió para postrarse ante Jesús para glorificar a Dios y manifestar su acción de gracias. ‘¿No eran diez los leprosos curados? ¿los otros nueve donde están? Sólo ha venido este samaritano a glorificar a Dios’, recordamos que fue la que y el reproche de Jesús.
Que no sea esa la queja y el reproche que el Señor tenga con nosotros. Que aparezca palpable en nuestra vida esa actitud creyente del que sabe contar con el Señor en todo momento, pero también en todo momento sabe pararse para cantar la alabanza al Señor por tanto que de El recibimos. Un pensamiento dirigido a Dios, una jaculatoria que pronuncian nuestros labios, un gemido de gratitud que surja de nuestro corazón. No es tan difícil, lo que es necesario es rescatar esa actitud creyente en nuestra vida, porque muchas veces, aunque nos llamamos cristianos, parece que vivimos y actuamos sólo por nosotros mismos y no sabemos contar con el Señor.
Es necesario que en esas cosas pequeñas de cada día nos manifestemos como creyentes auténticos y convencido. Frente al materialismo que nos rodea, la increencia de tantos a nuestro alrededor, que sepamos manifestar públicamente nuestra fe y cantemos la alabanza del Señor.

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