Tobías, 12, 1.5-15.20
Sal. 13
Mc. 12, 38-44
Sal. 13
Mc. 12, 38-44
Habitualmente comienzo esta reflexión en torno a la Palabra de Dios de cada día con alguna frase que, tomada de la misma Palabra proclamada o de la liturgia, sirva como resumen y soporte de dicho comentario. Confieso que hoy me encuentro en la disyuntiva entre varios textos. Por una parte lo que nos ha servido de antífona en el aleluya antes del Evangelio – ‘dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos’ – y una frase repetida en la lectura de Tobías: ‘Es bueno guardar el secreto del Rey, pero es un honor revelar y proclamar las obras de Dios’.
Nos encontramos hoy en el capítulo final del pequeño libro de Tobías, en las que ya finalmente el arcángel Rafael les manifiesta su identidad y cómo es ‘uno de los siete ángeles que están en la presencia de Dios presentando las oraciones de los justos’. Y así les explica que era él quien presentaba las oraciones de Tobías y de Sara y quien le asistía a la hora de las obras buenas que realizaba al enterrar a los muertos.
Previamente padre e hijo deciden, desconocedores aún de su identidad, cómo pagar a aquel caminante que le ha acompañado en el camino y del que tantos beneficios han recibido. La generosidad de Tobías hijo le lleva a ofrecerle la mitad de lo que han cobrado en su viaje a rescatar la deuda. Pero es entonces cuando el ángel de Dios les invita a cantar en todo momento la alabanza del Señor. ‘Bendecir a Dios y glorificarle, ensalzadle, pregonad a todos los vivientes lo que ha hecho con vosotros, pues es bueno bendecir a Dios y ensalzar su hombre pregonando sus obras. No os canséis de confesarle… pregonar las obras de Dios’.
Pero entonces les deja como hermoso mensaje o testamento antes de su vuelta a la presencia de Dios en el cielo unas sentencias que merece que nos detengamos en ellas para considerarlas. ‘Buena es la oración sincera y la limosna generosa. Mejor es hacer limosna que acumular tesoros, porque la limosna libra de la muerte y expía los pecados. Los que hacen limosna se saciarán de vida…’
Hermoso mensaje. Aunque algunas veces hayamos devaluado la palabra limosna con el raquitismo de los que damos, sin embargo el hecho de la limosna tiene un hermoso y hondo sentido. Limosna es algo más que dar de lo que me sobra y desde una compasión paternalista y simplemente por pena damos unos minúsculas monedad a aquel que nos tiende la mano pidiendo. La limosna realmente es un compartir y un compartir generoso dando de lo que tengo para mí.
Ejemplo hermoso tenemos en la viuda del evangelio que hoy Jesús ensalza. Aquella pobre mujer no da de lo que sobre sino de lo que tiene para vivir. ‘Os aseguro, dice Jesús haciendo que los discípulos se fijen en ella, que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás echan de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, he echado todo lo que tenía para vivir’.
Limosna, pues, compartir desde la solidaridad. Me siento solidario del otro y me pongo a su lado, en su lugar, y lo que tengo y lo que soy lo comparto generosamente. Veo necesidad y no puedo permitir que el otro sufra en su carencia y comparto generosamente con él todo lo que tengo.
Limosna, compartir generosamente desde la solidaridad, o lo que es lo mismo, desde el amor. El amor que me hace estar a su lado, a su altura, no mirándole desde arriba, sino directamente a los ojos de su alma, para lo que necesito estar cerca de él. Es lo que es el amor verdadero.
Pero diríamos que nosotros los cristianos aún podemos sublimar mucho más ese amor. lo estoy amando según el mandato de Jesús, lo que significa, que lo estoy amando con un amor distinto, porque lo estoy amando con el amor de Dios. ‘Como yo os he amado…’ nos dice Jesús. Es el amor de Dios que está en nosotros, como hemos reflexionado recientemente, y con ese amor que es como el de Dios, con ese amor que es el de Dios yo lo estoy amando. Y si Dios lo ama y lo ama generosa e infinitamente como El sabe hacerlo, de la misma manera tengo que amarlo yo. Le estoy diciendo también, Dios te ama, y este amor con que yo te amo ahora y comparto contigo, es una expresión, una manifestación del amor que Dios te tiene. Entonces no daré de lo que me sobra, sino que la limosna será el compartir lo que tengo.
Limosna que me purifica entonces, porque el amor de Dios está presente en nuestra vida. Limosna que me llena de vida. No es el orgullo que pueda sentir en mi interior en la satisfacción de lo bueno que hago. Si fuera así, ya estaría en parte pervirtiendo la buena intención de lo que hago. Es distinto, porque compartiendo así con esa generosidad y desde ese amor, el amor y la vida de Dios está llenando mi corazón. Dios se está haciendo presente en mí de manera especial para que yo sea capaz de amar con ese amor, con un amor como el de Dios.
Recordábamos al principio la antífona que nos hacia presente la primera de las bienaventuranzas. ‘Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos’. Dichosos si así nos estamos haciendo pobres por nuestro amor, por nuestra solidaridad, por nuestro compartir. El Reino de Dios está ya en nosotros. El Reino de Dios se está manifestando a través nuestro y haciéndose más presente en nuestro mundo.
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